26.4.12

Despidiéndome de tu cuerpo (II)


La verdad es que me asombró mucho tu valor a la hora de entrar en el baño sin siquiera pensar en si había alguien dentro, o si nos estaban viendo; aunque me gustó pensar que era causa de las ganas que teníamos. Porque no nos faltaban. Al entrar en el baño de chicas, y antes de meternos en una de las cabinas, nos quedamos mirándonos reflejados en el espejo. Había fuego en nuestros ojos. Ni siquiera nos dimos cuenta que ya tenías pelos de loba del juego antes de entrar y el cuello en carne viva con pequeñas marcas de mis colmillos. Tampoco de que yo tenía la bragueta abierta y los vaqueros descolocados, ni de parecía que veníamos de una maratón por cómo respirábamos. Con esos ojos de lujuria estabas espectacular, y cuando me viste morderme los labios con fuerzas supiste que no podíamos hacerlo esperar más. Me miraste directamente clavándonos los ojos unos segundos, tras los que yo te empujé abriendo la puerta del baño para continuar devorándote cuando chocases contra una pared. Pensándolo ahora, espero que hubiese alguien en esos momentos en el baño porque el espectáculo que dimos seguro que le inspiraría en otros momentos; pero no éramos capaces de contenernos. Yo te coloqué contra una pared y recorría tu costado haciendo presión mientras tú separabas los brazos aprovechando para hacer contrapeso en la puerta por si alguien se apoyaba. Cuando mis manos llegaron a la altura de tus pechos las arrastré sobre la camiseta para colocarme sobre ellos y sentirlos por fin entre mis dedos. Te hizo reír ver como yo paraba momentáneamente de besarte para soltar un suspiro disfrutando del momento. No eres capaz de imaginarte la cantidad de veces que soñé con hacer eso. quería ser capaz de memorizar incluso el más mínimo detalle porque me iba a hacer falta mientras tú no estuvieras. 'Disfrútalas, que son para ti', me susurraste de camino a mi cuello para recorrerlo con tus labios mientras yo me había separado un poquito muriéndome de ganas por verlas aunque fuera sobre la camiseta. Sólo fui capaz de responderte con una sonrisa. Me dejas sin habla cuando me sorprendes con tu lado más divertido, y sabes que no es nada fácil.

25.4.12

Despidiéndome de tu cuerpo (I)


Tenía que despedirme de ti. No te lo había dicho, incluso había logrado hacerte creer que no me importaba tanto, pero llevaba soñando con este momento demasiado y no podía dejar que te fueras sin despedirme. Todavía no sabía cómo realizar la sorpresa, y en lo único que pensaba mientras descargaba mis nervios en el acelerador era si de verdad merecía la pena habértelo ocultado o si habrías ya habrías embarcado antes de que yo llegase. En las películas americanas todo esto es mucho más fácil: ellos demuestran a los guardias de seguridad su amor eterno, llevan rosas, bombones y son actores famosos. No me quiero ni imaginar cómo reaccionarían en el control de seguridad si les dijera 'no tengo vuelo, pero es que tengo que despedirme... ¡ENTENDEDME!'. No, obviamente, no era una opción viable. Pero la magia de todo este asunto residía en el factor sorpresa. Merecía la pena arriesgar. Iba a salir bien. Iba a salir bien. Tenía que estar seguro de ello. Por si acaso continuaba pisando el acelerador lo que la chatarra de mi coche me permitía. Iba a salir bien. Porque yo necesitaba despedirme de ti.

Después de dejar el coche donde malamente pude e interrogar a mi reloj cada cinco segundos para comprobar que no se me estaba haciendo demasiado tarde, entré en el aeropuerto buscando cualquier signo que pudiera hacerme intuir por donde estabas. "Joder, esto es jodidamente grande", no dejaba de pensar. "Todo va a salir bien". Debía convencerme. Aunque luego terminasen por salir mal todos los planes, si de verdad quiero despedirme de ti y que me recuerdes por lo menos tanto como sé que yo haré contigo necesitaba conseguirlo con actitud. Tenía que convencerme, pero no ayudaba ser incapaz incluso de recordar tu número de vuelo. "Piensa, joder, piensa...". Cerré los ojos. Respiré hondo una, dos, tres veces. Poco a poco iba imaginando el puzzle en mi cabeza. Te encontraría. Luego me acercaría sin que me vieses cuenta. Bromearía. Quería saludarte con... bueno no, mejor no. Me lo reservaría. Pero para todo eso tenía que encontrarte. Joder, quería encontrarte sin llamarte y preguntarte que... "claro, ¡lo tengo!". No hacía falta más. En ese momento comenzó a tomar forma cómo iba a conseguir que esa fuera una de las mejores tardes que recordásemos en mucho tiempo... aunque he de reconocer que me encantaba dejar la mayor parte a la improvisación. Confiaba en que, como siempre, acabases exprimiendo lo mejor de mí.