23.7.12

Viajando sobre tus raíles (IV)



Cogiéndote bajo los hombros te incorporé mientras devoraba tus labios, tanteando con una mano en busca del botón de tus pantalones cortos. Cuando lo logré, separaste tus manos de mi sexo para deslizarlo poco a poco tomando algo de distancia y así que te pudiera observar mejor. Me sorprendieron unas braguitas que te sentaban como un guante, siendo de estas ceñidas con colores vivos. Era un cullot y te reíste viendo como no podía quitarle los ojos de encima, acariciando sobre la suave tela tu empapado sexo. 'Sabía yo que había razones para ponerse hoy unas bragas bonitas', dijiste entre risas. Yo con mi mirada traté de demostrarte cuánto las estaba disfrutando y, después de que te quitaras los pantalones, te pedí que te dieras la vuelta para poder disfrutar unos instantes de tu trasero. 'Joder... si me hubieras dicho antes que tenías un culo tan espectacular, las cosas hubieran sido diferente'; dije mientras lo palpaba con una mano continuando con el masaje en la otra. Gocé de darte un par de bocados en la parte que estaba sin tela, y tú me dejabas hacer gimiendo al sentir mi mano. 'No me hagas esperar más...', suplicaste en un largo jadeo. Volví a voltearte y te abalanzaste sobre mí.

Caíste a horcadas sintiendo mi polla apoyada en tu humedad y, casi desesperada, cogiste el preservativo. Yo mientras disfrutaba de mi recién descubierto tesoro agarrándote del trasero y haciéndote bailar sobre mí para sentir como tu sexo masturbaba al mío. Cuando terminaste con tus deberes, simplemente apartaste la ropa interior y, tras apuntar mi cabeza a tu entrada, me miraste a los ojos y me susurraste 'tómame'. Ese beso es uno de los más pasionales que soy capaz de recordar, más aun teniendo en cuenta cuando, apoyándome en tu cadera, te clavé en mí de un movimiento y sentí como ambos gemimos en la boca del otro, provocando un sonido gutural increíblemente excitante.  Tú aprovechaste que tenías la boca ocupada para cabalgarme con fuerza y gemir a gusto, ya que yo lo insonorizaba.

22.7.12

Viajando sobre tus raíles (III)


Ese beso fue tan intenso como largo. De hecho soy incapaz de recordar otros besos más largos durante mi vida, aunque sí me acuerdo perfectamente de la sensación de querer más cuando nos separamos. Comenzamos con un tímido pase de tus labios sobre los míos, sintiendo como tu lengua salía al encuentro tímida y hambrienta, lo cuál tuve que responder simplemente dejándome llevar. Mantuvimos el baile de lenguas hasta que nuestras bocas se acomodaron perfectamente la una a la otra, siendo incapaz de distinguir cuándo terminaba mi saliva y comenzaba la tuya. Pero tampoco nos importaba.

Cuando por fin nos separamos fue por un escaso instante, ya que yo apoyé mi rodilla sobre tu asiento contiguo para poder volcarme sobre ti buscando más y más besos, teniendo así libertad con mis brazos que ya no tenían que ofrecerme un punto de apoyo. Mi mano derecha fue directa a tu melena ya que ansiaba poder entrelazar tu pelo con sus dedos, así como jugar con tu oreja con la escusa de recogerte el flequillo. Lo recuerdo realmente suave, aunque mi tacto se encontraba colapsado con mis labios tratando de memorizar el relieve de los tuyos y mi otra mano escalando por tu suave pierna.

Y tú no te quedabas parada, obviamente. Habías decidido apoyar tu mano izquierda sobre mi nuca para acompasar nuestros movimientos y así no perder el tempo, mientras la otra se apoyó sobre mi espalda y rápidamente bajó tratando de encontrar mi culo. Recuerdo como pausé un segundo el beso sin separarme y te dije 'no lo busques, nunca he tenido uno'. 'No me digas eso que tendré que agarrar de otro sitio, entonces'; respondiste burlona mientras continuabas intentando palparlo. Era imposible que me encendieses tanto sin apenas conocerme. Aunque, siendo sinceros, en ese momento sentía que me entendías más que muchas parejas con las que compartí meses.

21.7.12

Viajando sobre tus raíles (II)


'Uy, gracias', contesté con una cordial sonrisa mientras, torpemente, recogía las cosas en mi mochila. 'No te he despertado, ¿no?'. No, cariño, pero hubiera pagado todo lo que tengo en la cartera si me hubieras despertado con esa voz. Que baje el libro es buena señal, ¿no? ¿O sólo intenta ser educada?

'No, no, claro que no. Si además, no quería dormir. Me apetecía pensar un poco en este viaje, pero como he madrugado tanto...', por favor, que me calle. Por favor, por favor, por favor... que es uno de esos días que no soy capaz de parar de hablar. 'No te preocupes, no me refiero que no quiera hablar contigo, simplemente que...' Se está riendo. Bueno, así tengo excusa para parar. 'Qué gracioso eres'. Bueno, venga, que puedes dar algo mejor de ti. Respira hondo. Hay gente que se lo merecía menos y le has dado esa parte de ti que es jodidamente genial y divertida. Esta chica, por lo menos, ya te ha arrancado varias sonrisas.

- Oye, no te pases, que todavía soy un pobre hombre en proceso de despertarse -bueno, por fin parece que estoy sereno- aunque parece que tampoco te molestaba que estuviera durmiendo, seguro que te resultaba divertido y por eso te sentaste ahí...

- Qué tonto. La verdad es que en el viaje de ida me puse en este sitio, así que ahora que estoy volviendo vine casi instintivamente sin pensar, ¡y casi me pego un susto al darme cuenta que había un chico ahí dormido! Aunque he de reconocer que sí dabas una imagen bastante graciosa...

- Pues claro, no te preocupes, si para eso estoy, ¡como bufón no hay quién me gane! -siempre me ha encantado la cara que pone la gente cuando no sabe si están bromeando o en serio, espero que entienda mi sonrisa- Pero no te preocupes, yo te entretuve durante un rato y ahora a cambio te toca a ti. ¿Te molesta que me siente más cerca? Bueno... puedes empezar. Tenemos varias horas para que seas tú quién me distraiga contándome los últimos... ¿veinti-cuántos años? - Creo que he escogido bien las palabras, porque está sonriendo y parece realmente sincera.

- Bueno, a ver por dónde empiezo...

20.7.12

Viajando sobre tus raíles (I)


Necesitaba escaparme y he sido capaz de hacerlo. Todavía no me creo que me haya atrevido, pero aquí estoy. Ni siquiera soy capaz de deciros hacia donde he cogido el tren sin tener que mirarlo. Estoy totalmente taquicárdico. Pero me hacía falta. Y estoy seguro que merecerá la pena. Me lo merezco.

Llevaba ya una temporada en la que lo estaba pasando bastante mal y siempre me decía a mí mismo que un cambio de aire, por fugaz que fuera, podría ayudarme mucho. Obviamente todos hemos pensado esos muchas veces, pero esta mañana no fui capaz de soportar más y simplemente me compré un billete en tren para partir a la costa, a casa de un amigo que espero pueda alojarme. Debería llamarle ahora pero mejor esperar y tranquilizarme, que total va a ser un largo viaje. Mejor, así puedo pensar qué haré con estos días de relax... joder, siempre igual. Cuándo aprenderé que relajarme es relajarme, no pensar qué cojones voy a hacer. A ver si encuentro mis casos y me pongo la música lo suficientemente alta como para evitar pensar...

Está especialmente vacío el tren, aunque es lógico estando en estas fechas. A parte de algunos pobres que tengan que ir a hacer negocios, y no creo que cojan este tren regional, pocas personas las veo cometiendo estupideces como las mías. Cada vagón eran dos grandes compartimentos separados por unas puertas de cristal que se podían cerrar para insonorizarse, y yo estaba totalmente solo en ese vagón. Bueno, o eso creía. Como principio del cambio me había prohibido sentarme en la esquina que suelo ocupar en los trenes, para tener controlado al resto de pasajeros, y estaba mirando a la cola del vagón que, al ser el último, era una pierna totalmente cerrada para cuando el conductor quisiera cambiar de cabina. Joder, qué buena es esta canción. Voy a disfrutarla un momento...

18.7.12

Festejando la victoria (V)


Joder, con tanto jugar sabía que iba a durar poquito y tus tratos cada vez eran más profundos como para poder contenerse. Tú notabas perfectamente que mis piernas empezaban a temblar, pero no quería que parase por lo que apoyé mi mano en tu cuello agarrándote la cabellera para demostrarte que te necesitaba ahí con una ligera presión. Joder... si incluso parecía que te la metías casi entera. Era imposible que te cupiera. Pero ya la sentía estremecerse en una agonía, y estaba seguro que tú también. Agarrándote del pelo tiré unos centímetros hacia arriba y me incliné para susurrarte 'va a terminar, cuidado'. Parecía como si te hubiese intentado atacar con la mirada que me dedicaste todavía con mi polla entre tus labios.

Simplemente volviste a jugar con ella esta vez con mucho más ritmo produciendo que yo cayese sobre el asiento y volviera a acompañar tu vaivén mientras contenía muriéndome la lengua los gemidos. Joder. Sentía perfectamente como se activaban mis testículos e iba recorriendo tubería a tubería hasta el calor de tu receptiva boca, la cuál aminoró la marcha al notar que mi cuerpo iba agradeciendo las atenciones recibidas. Tu lengua recorría la cabeza limpiándola y recogiendo los posteriores disparos. Yo no quería perder detalle de tu cabeza viendo como, cuando lo creíste conveniente, te incorporaste de nuevo dedicándome la más hambrienta de tus sonrisas mientras recorrías con la lengua tu labio superior. Yo, todavía con mi mano en tu nuca, te acerqué a mí para comerte la boca.

17.7.12

Festejando la victoria (IV)


Gozamos de menos de un minuto para recomponernos y que volvieses a ser capaz de mantenerte en pie, aunque yo no tenía el más mínimo problema en tener que cargar contigo. Mi mano seguía enganchada a tus entrañas mientras que sobre la otra apoyabas tu cabeza y yo aprovechaba para acariciarte. Cuando terminaste volví a cebarme con tu cuello, pero ahora prefería mantener cierta distancia para poder disfrutar de la postal que me estabas ofreciendo: te encontrabas totalmente despeinada, con la falda descolocada y los pechos totalmente al aire; no eras capaz de abrir los ojos, dabas cabezadas a los lados pareciendo estar dormida. 'Despierta mi nena', te susurré a la oreja, 'que te necesito activa' continué mientras mi lengua recorría desde el lóbulo de tu oreja hasta el piercing de la parte superior. 'Me has dejado muerta...' me contestaste abriendo los ojos y dibujando una sonrisa que me trasmitía un agradecimiento por haberte saciado después de toda una tarde de jugar.

'¿Qué quieres, que te despierte con un beso?' dije mientras humedecía mis labios. Nuestras lenguas se saludaban con cansancio pero parecía que te iba reanimando poco a poco. Tus manos comenzaron a  recorrer mi costado hasta subir a mi cogote y, justo cuando el beso tierno se empezaba a convertir en un nuevo festín de pasión, oímos que el ascensor llegaba a la planta baja. Rápidamente reaccionamos: tú te subiste la camiseta y, a pesar de estar totalmente descolocada, ya ocultaba por lo menos tus pezones; y yo alisé lo justo tu falda como para poder tirar de tu mano y salir del portal. 'Nunca había hecho algo así', me dijiste sin soltar mi mano mientras te peinabas riéndote de la situación, 'pues a mí nunca me había apetecido satisfacer tanto a alguien que se me olvidara saciarme a mi' te contesté colocándome detrás tuya para abrazarte apoyando mi mano en los huesos de tu cadera y así acercarte lo suficiente como para que pudieras sentir mi ya dolorosa erección.

15.7.12

Festejando la victoria (III)


                Fui consciente que tu palabra de honor era blanco, pero no fue eso lo que terminó con mi cordura. Nunca podré resistir la imagen de tu pelo mojado y pegado a tu cuello, volviéndolo en negro tan intenso que chocaba con tu pálida piel. Además tus piernas brillaban por las gotas de las salpicaduras y las volvían todavía más apetecibles. Por eso te sorprendió, tras abrazar a un desconocido y buscando mi mirada para compartir la felicidad del surrealismo de la situación, encontrarme devorándose con la mirada mientras me mordía el labio inferior y suspirando intentando tranquilizarme. Entonces fuiste consciente de cómo iba a terminar la noche, respiraste hondo asimilando lo que ocurría, sonreíste aceptándolo y afirmaste con la cabeza dándome el visto bueno por lo que iba a hacer. Luego corriste hacia mis brazos.

                Saltaste sobre mí abrazándome con fuerza, y yo ésta vez no tuve el menor reparo en cogerte con fuerza por las nalgas desde debajo de tu falda. Podía sentir en mis dedos tu trasero cubierto sólo por la suave y fina tela de tu culote, atrayéndote con fuerza mientras tú te entretenías devorándome el labio cómo si quisieras arrancármelo. Aunque no te lo pensaba poner tan fácil. Tus manos se aferraban a mi espalda con las uñas ofreciendo un espectáculo que nuestros compañeros de fuente no tardaron en vitorear y comentar pero no nos molestaba, sino que nos excitaba todavía más. Tus piernas abiertas se enganchaban a mi cintura acercándote lo suficiente cómo para sentir lo excitadísimo que estaba que, sumado con el vaivén que te estaba dando con los brazos, te hacia sentir un roce provocando que gimieses en mi oído mientras yo te devoraba el cuello. Es tanto tiempo hablando que conozco lo que te gusta, cariño. Y claramente te estaba volviendo loca.

                Tras unos instantes jugando que hicieron temblar tus piernas sentía que se acercaba tu clímax y quise alargarlo un poco así que, con otro beso, volví a apoyarte en el suelo para poder ver tu cara descompuesta de deseo. Era una visión excitante hasta límites que no sabría describir por lo que, con cierta prisa, bajamos de nuevo de la fuente riendo por los comentarios de nuestros vecinos agradecidos por el espectáculo ofrecido. Cuando nos calzamos de nuevo, di la vuelta y, guiñándote un ojo, les regalé una reverencia que entre risas tú me seguiste. Volvimos con otro fugaz beso y comenzamos a andar con prisa, ya que teníamos prioridades. "¿Dónde me llevarás?", me preguntaste en un susurro acercándote a mi hombro. "Donde pueda amarte como te mereces", contesté clavando mi mirada en la tuya antes de seguir con la carrera. Pude oír claramente cómo tu respiración se cortaba un instante y tu corazón se desbocaba al oírlo. Sabes que llevaba demasiado tiempo esperando mi oportunidad, y te iba a regalar un recuerdo que te ayudase durante mucho tiempo.

14.7.12

Festejando la victoria (II)


                'Pero es que así...', comenzaste la disculpa y por mi mirada entendiste que era mejor continuar contándome la historia de ese noviete tuyo. Tras esperar unos segundos para poder jugar a que no estás sintiendo nada de lo que yo hacía, aproveché para volver a recorrer el húmedo camino que había marcado pero esta vez con suaves mordiscos, mientras mis dedos recorrían desde tu vientre a los costados el borde de la falda para volver otra vez hacia el ombligo pero en esta ocasión con los dedos metidos unos centímetros por dentro de ella. Sentía perfectamente que te tenía en mis manos: cómo tu respiración se cortaba cuando ejercía más presión o me acercaba un pasito más, cómo tu pecho se agitaba inquieto para tratar de volver a normalizarla, cómo la piel se te erizaba en el cuello tratando de crear una armadura que te inmunizara contra mis ataques. Pero no eras capaz, y estoy seguro que en ese punto habías alcanzado las ganas que yo tenía por ti. Por desgracia todavía no estábamos lo suficientemente desesperado como para olvidarnos que nos habíamos comprometido a que no pasase nada, pero tiempo al tiempo.

                Tus amigos nos llamaron y fuimos a su encuentro, que el partido cada vez estaba más cerca. Volvimos a serenarnos durante el trayecto ya que, como descubrimos en su momento cuando fui a verte yo a ti, disfrutamos como enanos dando la imagen de amigos normales frente al público conocido. Al llegar les saludamos y comencé con el vals de comentarios para mantenerte sonriente todo el tiempo hasta que empezara el partido, y decidimos cogernos unas cervezas para empezar a vivirlo en condiciones. Como estábamos sedientos, a esa cerveza tuvieron que seguirle otras si querías mantenernos vivos todo el largo partido...

                Fue entonces cuando la magia del fútbol empezó a fluir. No es que yo sea muy forofo, pero sí sabía que tú lo gozabas mucho y cuando alguien que te importa disfruta algo de esa manera es imposible que no te lo contagie. Además, he de reconocer que cuándo la euforia te invadía eras bastante cariñosa y... eso siempre lo disfrutaré, está claro. Con cada gol saltabas a mis brazos como si hubiese sido yo quién lo hubiera marcado, e incluso en una ocasión estuviste a punto de comerme la boca de la euforia hasta que recordaste que había amigos tuyos cerca. No es que te avergonzases pero, como ya he dicho, disfrutábamos de aparentar normalidad. En su lugar, disfrutamos de una intensa mirada donde me confesabas que estabas dispuesta a besarme porque te morías de ganas, y yo te respondía que no te preocupases, que llegará el momento. Además, recuerdo perfectamente que, al saltar sobre mí, tuve que agarrarte para que no cayeses y me encendió sentir la costura de tu ropa interior bajo la suave tela de la falda. No te molestó en absoluto, de hecho sonreíste pícaramente al sentir dónde habían terminado mis manos, y esos son los detalles que provocan que no pueda quitar de mi cabeza esa idea durante el resto de la tarde.

13.7.12

Festejando la victoria (I)

              En esta ocasión, como era justo, fuiste tú quién tuviste que venir a visitarme a mi lugar, y la verdad es que lo agradecí. Había pasado mucho tiempo desde que me hospedé en tu casa, pero aun así en mi cabeza reinaba la idea de darte un fin de semana espectacular que pudieses recordar y que, siendo sincero, te hiciera arrepentirte no haber venido antes. Discúlpame pero soy así: me gusta que, cuando alguien me importa, dejarle claro lo que se está perdiendo cuando prioriza a otras personas en su vida; y así de paso le ofrezco lo mejor que tengo en mi mano.

               El primer día, la toma de contacto, fue mejor de lo que cualquiera de los dos hubiéramos deseado, aunque para mi desgracia dejaste claro que preferías que no pasase nada entre nosotros durante estos días. No es que fuera necesario que sucediese pero he de reconocer que desde que conocí que ibas a venir hasta mí, mi cabeza trataba de planear situaciones y acercamientos para que fueras tú quién diera el paso. Aun así, te entendí; aunque no nos engañemos, llevaba demasiado tiempo esperándote para no intentar algunas jugadas muy sutiles para despertar tu deseo. Nada muy invasor, nada muy obsceno ni violento.

                Simplemente cuidar que tuvieras un buen desayuno cada mañana, o lograr que acabásemos durmiendo en la misma cama como buenos amigos. Me gustaba recorrer tu piel con mis yemas mientras hablábamos de banalidades y preguntarte para, mientras te escuchaba contar todo lo que deseases decir en ese momento, continuar con el cosquilleo de mi piel danzando sobre tus interminables muslos o incluso recorriendo la insinuación de tu clavícula. Creo que no te diste cuenta, pero la noche en que llegaste incluso dejé bajo tu almohada una bolsita de hierbas aromáticas para que te relajases esa noche... de hecho, todavía me arrepiento de no haber intentado nada en ese momento porque mi cabeza estaba exigiéndome que lo hiciese, porque estaba totalmente seguro de que lo hubiésemos disfrutado. Por suerte, esa escapada me tenía preparadas sorpresas para compensarlo. Pero no adelantemos acontecimientos.

11.7.12

Recordando tu perfume (III)


 Obviamente, no era la primera vez que te daba un masaje, y sabía claramente cuál era la parte de tu cuerpo que más te relajaba. Así que, tras terminar con tu espalda con unos bailes de la yema de mis dedos sobre tus lumbares produciéndote escalofríos, bajé hasta la goma de tu ropa interior para comenzar a amasar con cuidado y decisión tus glúteos. Sé que te encanta, y en el mismo momento que te quitaste los pantalones estaba deseando poder jugar con mis dedos. Fue entonces cuando, por la presión y la situación, oí claramente cómo de tus labios se escapaba un claro 'ah..'. ... .

Yo estoy seguro que hay gemidos que podrían ser capaces de provocar guerras. Hay gemidos que está clarísimo son muchísimo más excitante que cualquier escote y, supongo que no será casualidad, son los gemidos más sinceros e involuntarios los que despertarían el deseo incluso en el célibe más convencido. Me gustaría de verdad describir una progresión donde la ternura deja pasar a la pasión de una forma más paulatina y suave. Me gustaría que el lector fuese entrando en materia poco a poco, con cuidado, hasta llegar a la cumbre de la excitación. Pero no fue así. Todavía hoy en día cuando recuerdo la sensación que me provocó ese gemido tengo que respirar hondo y obligarme a tranquilizarme. Este fue el punto que marcó la diferencia. El momento que señaló a mi cuerpo que no iba a perder la erección en un largo rato. El instante que obligó a mi mente trabajar a un límite insospechado para poder exprimir lo mejor de mí. Llámalo instinto de procreación, pero sacas lo mejor de mí. Fue entonces cuando recordé todas las conversaciones en ese verano. Cuando mi cabeza decidió incluso volver más atrás, y recordar otras situaciones con las que poder comparar ese sonido en aras de lograr catalogarlo. Fin del juego. Habías alcanzado el nivel difícil, y habías hecho añicos mi jefe final que era mi autocontrol en ese momento. He de reconocer que luego, pensándolo en frío, me preocupa haber sido demasiado directo y salvaje pero... en ese momento no había otra opción. Sencillamente no la había. Y... en fin, luego recuerdo cuánto disfrutaste y se me olvidan esos miedos. Continuemos.

10.7.12

Recordando tu perfume (II)

Ambos supimos que no te referías a un tierno beso en la mejilla como cualquier otra amiga podría ofrecer en broma. Mantuvimos la mirada e inconscientemente humedecí mis labios ante la tentativa. Me pone muchísimo que me contestes a mis juegos, y no te vuelvas una jugadora pasiva. Las mujeres con soltura para esas cosas siempre ganan puntos y... por mucho que la vista me estuviera totalmente nublada por un centenar de ideas cada cuál más descabellada y placentera, conseguí mantener el autocontrol y dirigirme a tu cama para sentarme como si nada hubiese sucedido. Tú me seguiste, cogiendo el portátil para comenzar a cargar el vídeo. Rompimos la fina capa de escarcha que se había creado en ese momento con otro par de bromas y aprovechamos que el capítulo estaba especialmente entretenido para poder despejar un poco la cabeza.

Sabes que soy incapaz de tener la delicia de tu cuerpo cerca sin contenerme a acariciarlo, y tampoco es que te moleste. No se trata de un magreo lascivo ni un intento de meter mano, sino simplemente sentir el contacto de la yema de mis dedos por las curvas del circuito que delimita tu cuerpo. Es cierto que en ocasiones se deslizan por el escote más de lo que debería, o suben a una altura donde las piernas dejan de considerarse como tal; pero gozamos de la suficiente confianza como para ser capaces de disfrutar del placer de una caricia sin intentar ponerle límites. Tumbado a tu lado me perdía en muchas ocasiones de la trama del capítulo saboreando el perfume de tu cabello y jugando con mis uñas en tus poros. Obviamente no había ningún problema, no creo que ningún giro en la argumento fuese capaz de eclipsar el espectáculo de tu cuerpo y sé que tú gozabas sintiéndote querida entre mis manos. No es la primera vez que me dices que soy capaz de transmitir cariño siempre que te acaricio. No te confundas, no transmito el cariño, de hecho me encantaría ser capaz de evitarlo, pero siento tanto que simplemente se me escapa por los dedos cuando tu piel está tan cerca.

9.7.12

Recordando tu perfume (I)

Habíamos pasado el verano hablando y mantieniendo el contacto electrónico, así que a ambos nos apetecía volver a vernos tras tu vuelta. Por fin sentíamos que nos estábamos recuperando el uno al otro y, salvo algunos detalles o deslices tontos, en el fondo comenzábamos a ser una amistad que no se salía de los estándares. Es cierto que esos deslices habían despertado en varias ocasiones el deseo de uno de los dos o, en ocasiones con suerte, de ambos simultáneamente; pero personalmente lo achacaba a que pasabas por una época de menos contacto sexual y, bueno, te conozco lo suficiente como para saber cómo te gustan los detalles.
Sinceramente no me sentía más que un trozo de carne masculina que despertaba pasiones en ti a veces como lo harían otros si estuvieran ahí, y no me molestaba. Prefería esa sensación a sentir que acudías buscando sexo porque en realidad buscabas otras cosas que añorabas de nosotros. Lo que yo sintiera por ti durante ese verano, y porqué disfrutaba con tu juego, no es materia de este relato y prefiero abstenerme a explicarlo. Seguro que todos acabáis entendiéndolo.

Habíamos quedado el día siguiente a tu vuelta y, aprovechando que tu piso compartido todavía no estaba a rebosar de gente, aprovecharíamos para ponernos al día con series que habíamos comenzado juntos; además de que el calor sofocante todavía no había desaparecido en la capital y agradecíamos tener un lugar fresco donde poder hablar sin estar incómodos. O por lo menos, no a causa del calor. Bueno, especificando más, no a causa del calor ambiental.

8.7.12

Colmándome de ti (II)


 No pudimos jugar con demasiada libertad porque, a pesar de estar en el fondo del bus, estábamos a pleno día y al estar en la ventanilla te encontrabas francamente a la vista pero... parecía que nada de eso te importaba realmente. Sin ningún tipo de pudor apoyaste tu mano directamente sobre el paquete que se había comenzado a despertar tras el comentario, aunque sentiste como seguía creciendo entre tus dedos mientras lo agarrabas. Tu lengua no podía dejar de luchar contra la mía mientras poco a poco tu mano apretaba mi entrepierna sin llegar a hacerle daño y la movía suavemente. Mi mano ya dejó de lado a tu muslo para tratar de hacerse sentir a pesar de estar sobre unos vaqueros. Hacía presión para que pudieses sentir mi presión sobre la perla que corona tu sexo, mientras trataba de moverlo suavemente en círculos. Te separaste de mis labios para morderme la mejilla y el cuello mientras jadeabas suavemente a cada círculo que trazaba con mis dedos. Mientras tu mano ya disfrutaba de mi paquete en todo su esplendor recorriéndolo sobre la ropa de arriba a abajo. 'Quiero más. Quiero vivir mis sueños... quiero más, ahora...', me susurrabas entre mordisco y beso. Yo no podía evitar respirar entre jadeos... 'yo aquí no puedo darte más... falta de espacio...', me costó reconocer casi faltándome el habla. 'No te preocupes', me dijiste mientras me mirabas a los ojos. Tu mirada era puro fuego, pura pasión... era la mirada más seductora que recuerdo haber visto nunca. 'No te preocupes', repetiste, 'entonces sólo daré más yo... esto también me encanta'. No podía creer lo que vivía. Mientras tu boca devoraba la mía tu mano siguió jugando un poco sobre mi vaquero; con tu otra mano apartaste la mía de tu pierna y me pusiste mirando al frente, te separaste de mis labios y con la mano que no estaba sobre mi polla te dehiciste del botón. 'Cuida que nadie se de cuenta' susurraste en mi oído mientras tú sólo te centrabas en mí. El botón desapareció rápidamente y yo no podía evitar mirar de reojo poco a poco si llamábamos la atención del resto del bus, mientras tú sólo eras capaz de bajarme la cremallera y jugar sobre la suave tela de los calzoncillos. Con la camiseta, dejándola caer por encima, trataste de tapar el espectáculo; mientras tu boca cayó sobre mi cuello y comenzó con una sesión de besos y mordiscos. Te susurraba 'nos van a ver... cuidado', mientras tú sacaste de la ropa interior el que no pretendías dejar de entretenerte.

6.7.12

Colmándome de ti (I)


Llevabas jugando conmigo varios días. Por desgracia no llegamos a coincidir en un par de días y tú jugabas con ello. Ya que no nos podíamos ver, tú te pasabas los días haciendo que deseara verte más que cualquier otra cosa en el mundo y... me encanta jugar, lo sabes, así que yo te seguía el juego aunque luego me llegase a arrepentir cuando me tenía que quedar solo. Los dos jugábamos, también hay que decirlo, y por fin podíamos vernos aunque fuera un ratito. Esta mañana habías despertado en casa de tus abuelos y habíamos optado por vernos dando una vuelta esa mañana y que luego te acompañara a tu pueblo para conocerlo. Había ido antes pero me hacía ilusión que me contaras como en una visita guiada tu entorno como si fuera un museo. Que me contaras cómo te habías criado para poder conocerte más y mejor. Porque nunca me cansaré de conocerte más y mejor.

Tuve que despertarme por la mañana temprano para poder ponerme guapo, ya que te tenía que encantar. No teníamos ninguno de los dos claro que llegase a pasar algo más de lo que normalmente puede pasar entre amigos pero... no lo descartábamos. Aunque realmente las probabilidades no eran pocas. Así que cuidé estar guapo y oler francamente bien, dejando caer suavemente unas gotitas de aroma sobre mis codos, cuello y el vientre bajo la goma de la ropa interior. Decidí ponerme los vaqueros que me realzaban el trasero y una camiseta ligeramente ceñida, pero sin parecer estrecha. Que simplemente marcara poco los grupos musculares. Bajé para verte en el centro, irte a recoger a la casa de tus abuelos, y así de paso íbamos a comprar lo que necesitabas. Fui con brío pero sin prisa, no quería llegar sudado para verte pero prefería esperarte yo a ti. Y eso es lo que sucedió, aunque por suerte sólo tuve que esperarte escasos cinco minutos en los que traté de imaginar situaciones donde poder colar alguna frase ingeniosa... pero, como siempre, desistí y me conformé con dejarme llevar por lo que tu cuerpo me inspire. Y bajaste. Viniste disculpándote porque no tenías ropa suficiente en la casa de tus abuelos y decías que no te pudiste poner guapa pero... en fin, por suerte no se te sube a la cabeza. A mí me parecías que ibas deslumbrante. La camiseta clara que llevabas marcaba el ligero moreno que tenías, mientras los vaqueros te estilizaban la pierna y el trasero de una forma increíble. Esta vez no tenías nada de tacón bajo los pies por lo que estabas a la altura perfecta, como me encantas. El pelo estaba ligeramente húmedo de la ducha y sonreías con esos brillantes labios. Dejaste caer levemente las gafas cuando te paraste a escasos metros de mí, 'anda que dices algo. Yo disculpándome por no poder conseguir más y tú sin decirme que no me preocupara o.. algo'. 'A mí me educaron que... a palabras necias, oídos sordos. Cuesta dejarme sin palabras y, si no pude decir nada, será por algo'. Te devolví la sonrisa y para evitar el momento de tener que darnos dos besos me golpeaste ligeramente el hombro. 'Como se nota cuando pasas un par de días sin verme, te da por decir una de gilipolleces... putas drogas, cómo estropean a la gente'. Reíste suavemente y te diste la vuelta para que empezáramos a caminar. Me puse a tu altura de dos zancadas, 'cierto, tengo que desengancharme, pero no creo que quieras. Ahora mismo eres mi única droga'. Esta vez el golpecito fue en la tripa, y con una sonrisa terminamos el saludo.

8.6.12

Enmarcando tu silueta (III)


'Ahora te quiero suelta. Te quiero zorra. Te quiero como ya he descubierto que eres en otras ocasiones, y como sabes que te apetece ser ahora', cambié de oreja, 'quiero que cada una de las pocas fotos que vaya a sacar ahora queden tan clavadas en mi memoria que no me hace falta guardarlas. Quiero que baste con cerrar los ojos para recordar estas fotos cuando me apetezca tocarme. Voy a disfrutar de este regalo probablemente muchos más años de los que tú imagines y yo sea capaz de admitir', ahora me coloqué tras tu cuello para sentenciar mientras te daba un beso sobre la columna 'vas a ser mi fantasía hasta que me duela el cuerpo de tanto masturbarme. Incluso aunque llegue a tener otra mujer e hijos, quiero que cuando recuerde esto me entren tantas ganas que la posea como un animal en tu honor, o tenga que pegarme una ducha para calmarme. Te conozco como para saber que estas a la altura. Sólo tienes que soltarte'. Tras terminar la frase me separé poco a poco de ti mientras tú seguías inmóvil asimilando todo lo sucedido. Me levanté, volví a colocarme la cámara y te volteaste para mirarme. '¿Empezamos?', pregunté con la mejor de mis sonrisas. Asentiste con decisión, dejando claro que te apetecía que sucediera todo lo que había dicho, y cambiaste la expresión a la que tanto había deseado. Fue entonces cuando ya todo comenzó a ser demasiado para nosotros.

7.6.12

Enmarcando tu silueta (II)


'No hay prisa, así que comencemos con el primero', dije escogiendo un vestido liso de colores bastante llamativos. Era estrecho y con un escote discreto, sin resultar demasiado. Probablemente fuera el más corto pero estaba tan pegado que no podía dar mucho juego con los movimientos, y estaba seguro que te marcaría un trasero espectacular. Con una sonrisa lo cogiste y, saliendo al pasillo un momento, fuiste a cambiarte. Me hizo mucha gracia ese momento de pudor o timidez, pero formaba parte del encanto. Yo mientras continuaba hablando, tomando el control de la situación por fin. 'Recuerdas que eres una modelo que está desesperada por el trabajo y, para que negarlo, es mi cumpleaños, yo creo que incluso un poco excitada con el fotógrafo'. Oí cómo te reías con el comentario, 'anda, menos acelerarse, que eso último no entra en mi papel', y entraste contoneándote de nuevo, 'sino te lo tendrás que ganar' me dijiste clavándome tus ojos. No me equivocaba, el trasero que te hacía creo que era una de las principales razones por las que escogiste ese vestido entre otros; y tenía menos de cuatro horas, por lo que no iba a molestarme ocultando cómo te miraba ni disimulando que me mordía el labio al verte. Te sentaste sobre la cama y pusiste tu mirada más inocente, así como cambiaste el tono de voz. 'Entonces... ¿cómo quiere que me ponga?', dijiste con una fingida timidez. Sabías que los juegos de rol me encantaban, y fue un guiño más que me dedicaste esa tarde. La verdad es que cada detalle estaba cuidado. 'Entremos en calor, nena', tomé la pose de un experto en la materia con la autosuficiencia de saber que las chicas que venían a mi estudio estaban tan desesperadas que no me tenía que conformar con soñar ese cuerpo, por lo que no tenía prisa; 'tomémoslo con calma y comencemos ejercitando un poco las expresiones'. Ambos nos reíamos al interpretar nuestros papeles, no queríamos ser creíbles, sólo jugar. Aunque he de reconocer que para ser una modelo fingida, lo estabas haciendo más que bien.

Tras las primeras fotos de tu rostro apoyado en la cama o en algunas expresiones sencillas, comencé a dejarme llevar dando el siguiente pasito. Esta vez jugábamos con posturas más divertidas, te ponías de rodillas sobre la cama incorporándote mientras tirabas poquito a poco del vestido para que no se subiese demasiado, te dejabas caer hacia delante para que saborease tu escote, alguna de espaldas para disfrutar de ese vestido... yo soltaba comentarios en un tono jocoso como una fingida motivación para que perdieses el pudor, aunque los dos éramos conscientes de que realmente los pensaba. Cuando lo creí suficiente, te miré indignado apartando la cámara. 'Cariño, no vas a llegar a ningún lado si de verdad cohibes esa espectacular escultura que tienes como cuerpo', decía mientras me acercaba para tocarte las piernas, como remarcándolo. 'Si te pasas más tiempo tratando de ocultarlo que abriéndote a la capta, es imposible que te capte el objetivo. No te preocupes, si hay algo que se deba tapar, ya para eso está el ordenador. Suéltate, y da rienda suelta a tus curvas que parecen hechas para estar enmarcadas'. El rubor que te encendió estoy seguro que no fue fingido. En cierto modo se te estaba haciendo más duro de lo que pensaste el soltarte frente a la cámara, y la tontería del juego de personajes estaba logrando encenderte y sorprenderte disfrutando de sentirte una modelo. Levantaste las manos con gesto inocente tratando de demostrar que te rendías, que no ibas a volver a taparte, y mientras volvías a repetir la postura no pudiste evitar echarle un ojo a mi vaquero y darte cuenta que realmente me estaba gustando tu regalo. De nuevo con una sonrisa, volvimos al trabajo.

6.6.12

Enmarcando tu silueta (I)


'Ya he decidido tu regalo de cumpleaños', sentenciaste. Llevabas unas semanas pidiéndome que te dijese qué quería por mi cumpleaños, y yo me negaba. Entre bromas lo único que había dicho era que pasase algo entre nosotros, ya que había pasado demasiado tiempo sin que mis manos visitasen las curvas de tu piel e inevitablemente echaba de menos tu cuerpo de infarto. Siempre me volvieron loco esas tetas que parecían hechas a la medida de mi mano, lo suficientemente grandes como para disfrutar de ellas al botar pero sin resultar exageradas; pero sin lugar a dudas lo que todavía me seguía quitando el aliento era tu trasero. Madre mía. Habías vuelto a la rutina de usar a menudo tanga, y cuando estaba contigo había muchos movimientos o posturas que dejaban entreverte y perdía absolutamente el control, reprochándome a mi mismo no poder quitarte ojo. Eso unido a que hace tiempo pediste el pudor conmigo, y estoy seguro que te vuelve loquita demostrarte que todavía tienes el poder de provocarme erecciones a tu antojo... me ha dado demasiadas situaciones dignas para el recuerdo.

Pero era de mi cumpleaños sobre lo que hablábamos. Reíste al saber que era eso lo que pedía, pero continuamos con la broma y lo deshechamos. Por eso me sorprendía que se te hubiese ocurro ya, aunque estaba impaciente por saberlo. 'Ok, ¿te llamo y me lo vas explicando?', te contesté en la conversación después de dejarme llevar por la imaginación unos segundos. 'Perfecto, porque además todavía tengo que preparar los detalles... pero esta tarde creo que podré'. Cerré la conversación y mientras buscaba el móvil continuaba imaginando qué podías planear. ¿Tal vez fuese algún tipo de manualidad? No... no le habrías dado tanto juego. 'Joder, anda que tardas, eh', fue lo primero que dijiste al cogerlo, 'es que me distraí imaginando qué me tienes preparado', 'no lo vas a adivinar, pero me encanta que lo intentes' sentenciaste en tono burlón. Tenías algo de picaresca en la voz con cada palabra que decías, y me resultaba extraño porque llevaba mucho sin escucharte con ese tono. 'Entonces, ¿alguna idea?'; '¿Es algo que has hecho a mano?'; 'No, no, no van por ahí los tiros' mientras reías; '¿Algo de comer?'; 'Que he dicho que no van por ahí', mientras continuabas riendo; '¿Sexo, entonces?'; y sin detener la risa '¿Pero quién te crees que soy?'. Esa frase escondía un matiz que no lograba descifrar pero... mi cuerpo reaccionó automáticamente con la idea, y mi pecho comenzó a transpirar mientras mis vaqueros palpitaban. 'Anda, vente cuando puedas, que esto ya está', fue lo último que dijiste antes de que yo, apresurado, colgase para coger el coche.

4.6.12

Conduciéndote a la locura (II)


Esa canción la disfrutamos porque estaba perfectamente escogida. Tú te habías recostado en el asiento, dejándote caer un poco, y apoyabas la cabeza en la pequeña almohada que se encontraba en el reposa cabezas. Mi mano había vuelto a la caja de cambios por deber, y la imagen que estabas ofreciéndome mientras me mirabas recostada era espectacular. Te movías muy suavemente al tempo que marcaba mientras sonreías y ladeabas la cabeza, y yo me planteaba seriamente si de un frenazo parar el coche en el arcén y comenzar con el show. Ya estaba totalmente amanecido, pero hacía la temperatura perfecta de las primeras horas y el verano dejaba desierta la carretera en esos momentos. Pero tenía todo el tiempo del mundo y quería disfrutarlo sin prisas, así que me relajé y continúe admirando tu espectáculo mientras seguía controlando la carretera. Cuando la música paró, volviste a bajarlo un poco y me miraste, '¿vuelves a tener miedo de apoyar tu mano?' moviendo la cabeza hacia mi mano en la palanca de marchas. 'Ahora tengo miedo de que le sepa a poco tu rodilla' respondí mientras mis dedos se apoyaban en ella e iban subiendo poco a poco por el muslo levantando lentamente la falda, 'mejor, porque hay otras partes de mi cuerpo que están más necesitadas de atención' y, recostándote otro poquito, cogiste mi mano para que continuase recorriendo la pierna dejando el vestido casi a la altura de tu ropa interior. 'Mira a la carretera', dijiste imponiéndote un poco, y justo cuando clavé mi vista sobre la calzada de la autopista noté como cogías mi mano y la apoyabas sobre la suave tela húmeda e hirviendo. Dios, me iba a explotar la entrepierna, pero aproveché para masajear con paciencia sobre tus braguitas provocando que suspirases suavemente casi en mi oído. Joder, esto tenías que tenerlo preparado, sino no era posible que fuese tan redondo.

2.6.12

Conduciéndote a la locura (I)


Recuerdo perfectamente esa noche como si hubiera sucedido hace unas semanas, así que sin ningún problema podré describírtela si es lo que quieres. Seguro que me paso muchos detalles, pero has estado tantas veces en mi cabeza que es imposible memorizar cada una de ellas. Espero que lo disfrutes, ya que yo, sin lugar a dudas, sí lo hice.

Eran poco más de las siete cuando empezó a vibrar mi móvil. Tuve suerte de que esa noche yo tampoco había dormido nada así que no me despertó, pero aún así me sorprendió ver que me llamabas, ya nuestra relación solía basarse en conversaciones por la red y las pocas veces que habíamos coincidido y compartido unas palabras; aunque he de reconocer que muchas de esas conversaciones eran bastante, digamos... intensas. Así que con la típica sonrisa que se nos dibuja al pensar que alguien está llamándonos a esas horas porque no nos quita de su cabeza te cogí el teléfono.

'¿No será ninguna urgencia, no?', te pregunté en tono jocoso al descolgar, 'pero mira que eres tontito, sólo te llamaba para preguntarte qué tal' contestaste con la voz un poco tomada. Se oía ruido a tu alrededor, así que intuía que acababas de salir de algún local. 'Pues estaba ya llegando a casa, ¿cómo ha ido tu noche?', 'genial, aunque ahora todavía me queda un rato enorme hasta volver yo porque hemos salido por Madrid y ya sabes qué... ¿sigue en pie lo que me ofreciste?'. No pude reprimir una carcajada, '¿en serio quieres que te vaya a hacer de chófer?, jaja', 'hombre, pues claro!' fue lo único que contestaste. Tras unos segundos de silencios continué, '¿pero recuerdas lo que hablamos donde eso, no?', 'sí, claro' respondiste de forma tímida. 'En veinte minutos creo que he llegado, y te llamo', fue lo poco que dije antes de colgar. Entonces saqué del bolsillo las llaves del coche, me sonreí y busqué qué canciones ponerme para el viaje. Pintaba de lujo cómo iba a terminar esa noche, aunque por otra parte ya había amanecido..

26.4.12

Despidiéndome de tu cuerpo (II)


La verdad es que me asombró mucho tu valor a la hora de entrar en el baño sin siquiera pensar en si había alguien dentro, o si nos estaban viendo; aunque me gustó pensar que era causa de las ganas que teníamos. Porque no nos faltaban. Al entrar en el baño de chicas, y antes de meternos en una de las cabinas, nos quedamos mirándonos reflejados en el espejo. Había fuego en nuestros ojos. Ni siquiera nos dimos cuenta que ya tenías pelos de loba del juego antes de entrar y el cuello en carne viva con pequeñas marcas de mis colmillos. Tampoco de que yo tenía la bragueta abierta y los vaqueros descolocados, ni de parecía que veníamos de una maratón por cómo respirábamos. Con esos ojos de lujuria estabas espectacular, y cuando me viste morderme los labios con fuerzas supiste que no podíamos hacerlo esperar más. Me miraste directamente clavándonos los ojos unos segundos, tras los que yo te empujé abriendo la puerta del baño para continuar devorándote cuando chocases contra una pared. Pensándolo ahora, espero que hubiese alguien en esos momentos en el baño porque el espectáculo que dimos seguro que le inspiraría en otros momentos; pero no éramos capaces de contenernos. Yo te coloqué contra una pared y recorría tu costado haciendo presión mientras tú separabas los brazos aprovechando para hacer contrapeso en la puerta por si alguien se apoyaba. Cuando mis manos llegaron a la altura de tus pechos las arrastré sobre la camiseta para colocarme sobre ellos y sentirlos por fin entre mis dedos. Te hizo reír ver como yo paraba momentáneamente de besarte para soltar un suspiro disfrutando del momento. No eres capaz de imaginarte la cantidad de veces que soñé con hacer eso. quería ser capaz de memorizar incluso el más mínimo detalle porque me iba a hacer falta mientras tú no estuvieras. 'Disfrútalas, que son para ti', me susurraste de camino a mi cuello para recorrerlo con tus labios mientras yo me había separado un poquito muriéndome de ganas por verlas aunque fuera sobre la camiseta. Sólo fui capaz de responderte con una sonrisa. Me dejas sin habla cuando me sorprendes con tu lado más divertido, y sabes que no es nada fácil.

25.4.12

Despidiéndome de tu cuerpo (I)


Tenía que despedirme de ti. No te lo había dicho, incluso había logrado hacerte creer que no me importaba tanto, pero llevaba soñando con este momento demasiado y no podía dejar que te fueras sin despedirme. Todavía no sabía cómo realizar la sorpresa, y en lo único que pensaba mientras descargaba mis nervios en el acelerador era si de verdad merecía la pena habértelo ocultado o si habrías ya habrías embarcado antes de que yo llegase. En las películas americanas todo esto es mucho más fácil: ellos demuestran a los guardias de seguridad su amor eterno, llevan rosas, bombones y son actores famosos. No me quiero ni imaginar cómo reaccionarían en el control de seguridad si les dijera 'no tengo vuelo, pero es que tengo que despedirme... ¡ENTENDEDME!'. No, obviamente, no era una opción viable. Pero la magia de todo este asunto residía en el factor sorpresa. Merecía la pena arriesgar. Iba a salir bien. Iba a salir bien. Tenía que estar seguro de ello. Por si acaso continuaba pisando el acelerador lo que la chatarra de mi coche me permitía. Iba a salir bien. Porque yo necesitaba despedirme de ti.

Después de dejar el coche donde malamente pude e interrogar a mi reloj cada cinco segundos para comprobar que no se me estaba haciendo demasiado tarde, entré en el aeropuerto buscando cualquier signo que pudiera hacerme intuir por donde estabas. "Joder, esto es jodidamente grande", no dejaba de pensar. "Todo va a salir bien". Debía convencerme. Aunque luego terminasen por salir mal todos los planes, si de verdad quiero despedirme de ti y que me recuerdes por lo menos tanto como sé que yo haré contigo necesitaba conseguirlo con actitud. Tenía que convencerme, pero no ayudaba ser incapaz incluso de recordar tu número de vuelo. "Piensa, joder, piensa...". Cerré los ojos. Respiré hondo una, dos, tres veces. Poco a poco iba imaginando el puzzle en mi cabeza. Te encontraría. Luego me acercaría sin que me vieses cuenta. Bromearía. Quería saludarte con... bueno no, mejor no. Me lo reservaría. Pero para todo eso tenía que encontrarte. Joder, quería encontrarte sin llamarte y preguntarte que... "claro, ¡lo tengo!". No hacía falta más. En ese momento comenzó a tomar forma cómo iba a conseguir que esa fuera una de las mejores tardes que recordásemos en mucho tiempo... aunque he de reconocer que me encantaba dejar la mayor parte a la improvisación. Confiaba en que, como siempre, acabases exprimiendo lo mejor de mí.

27.2.12

Personal teacher (II)


No dejé de arrepentirme ni un solo paso desde que te despedí hasta que subí a mi casa. Era inevitable... llevaba noches soñando con que pasase y, por tonto, había tratado de respetarte y... qué cojones, me daba corte. No entiendo porqué me daba corte a estas alturas. No eras la primera chica pero me intimidabas como tal... era como volver a soñar otra vez con el primer amor. Eras... bueno, eres preciosa. Increíblemente guapa. Yo creo que eso era uno de los factores que me hacían perder el control sobre mi mismo y comportarme como un crío y... bueno, sólo me quedaba una opción para sentirte cerca. Volví a mi ordenador, traté de ponerme la música alta para no pensar en mis gilipolleces y... desconecté. Se me pasó el tiempo volando haciendo tonterías... me había quitado la camiseta al ver las pesas e intentar obligarme a hacer alguna, aunque no estuve ni tan siquiera 3 minutos. Fui a la cocina a servirme un vaso de agua cuando sonó la puerta de la casa. 'Putos vecinos pesados', susurré mientras buscaba algo con lo que taparme el torso en vano. Volvió a sonar el timbre. 'En fin, que le den', y fui a abrir sin tan siquiera ponerme camiseta. Abrí la puerta. Sinceramente... estaba absolutamente convencido de que iban a ser mis vecinos pesados. En ningún segundo mi cabeza hubiera podido imaginar que no fueran ellos excepto... la cartera, el que arregla el ascensor o una vendedora de mierdas ambulante... creo que mi cara fue un absoluto cuadro cuando la abrí y estabas tú, con una sonrisa de oreja a oreja. Joder, en serio, otra sorpresa tan bonita en mi vida y... puedo morir feliz. Porque otra cosa no sé pero a bonita... pocas podrán ganarte nunca. 'Que me ha salido genial!!' decías bastante alto mientras no parabas de sonreír. Te acercaste a mi para darme un abrazo bastante sentido, sin ni siquiera darte cuenta que te había abierto sin camiseta. Yo me moría de vergüenza... un vecino tonto me da igual lo que vea, pero mi físico nunca fue una de las armas que pudiesen conquistar a las mujeres que me encantan. 'De verdad, gracias, gracias, gracias...' me susurrabas tras alejarte un poco de mis brazos y sonreirme. Me mirabas a los ojos, con ternura, con agradecimiento y con... no, era mi cabeza la que me estaba jugando una mala pasada, es la sorpresa la que me hace alucinar... no puede ser que en tu mirada también hubiera... joder! pero si estoy sintiendo algo dulce y húmedo en los labios. Coño! Me estás besando... y... son... perfectos. Una parte de mí se está despertando. Está empujando a patadas al crío que antes me llegó a dominar... 'gracias, gracias, gracias' seguías susurrando después de cada besito que me dabas. Simplemente eran suaves roces de mis labios con los tuyos. Además, con el ímpetu del momento me ibas haciendo dar pasitos hacia atrás hasta que topé con la cómoda de la entrada.

25.2.12

Personal teacher (I)

Lo habíamos hablado desde hace tiempo y por fin te dignaste. Necesitabas aprobar ese examen y a mí no me importaba ayudarte lo más mínimo. ¿Cómo cojones me iba a importar si siempre que nos vemos acabamos descojonándonos? Además, tú en una ocasión me hiciste soñar cuando más lo necesitaba; y siempre te estaré agradecido.

El día empezó francamente temprano. Habías decidido que nos viéramos antes de tu examen y yo me veía capaz de sacrificar mi sueño por eso. Traté de ponerme medianamente guapo y bajé a por ti. Estabas preciosa. Sí, es una tontería decirlo cuando en verdad no te habías tan siquiera arreglado pero... llevaba tiempo sin verte y me pareció que estabas francamente guapa. Siempre me parece que estás francamente guapa, también hay que decirlo. Pero esas camisetas blancas y básicas consiguen estilizar mucho tu figura y... simplemente 'increíble' es la forma más fiel de describirte. Me recibiste con una sonrisa, como siempre, pidiéndome disculpas por haberme hecho levantarme tan temprano. Si todas las veces que madrugase me levantase con una imagen como tú... sería feliz de madrugar, de eso que no te quepa duda. Tras los comentarios tontos de siempre te insté a que empezásemos ya que debía rentarnos la mañana. La mirada delataba que no te apetecía lo más mínimo, pero yo te fui guiando hasta el bar de al lado de mi casa para sentarnos en una mesa mientras desayunábamos pero... estaba increíblemente lleno. Bueno, el problema no era la cantidad de gente, sino la gente en sí... que a ninguno de los dos nos apetecía lo más mínimo aguantar. La verdad, fue un chasco que se nos estropearan los planes incluso antes de empezar pero... 'mi casa está sola, y como tenemos que estudiar tendrás la garantía de que no intente nada raro'. Me sonreías, 'Anda tonto...'. Es normal que te incomodase la idea pero... 'total, hay dos opciones: o desaprovechar la mañana, ¡o centrarnos y que acabes sacando incluso nota! Total... el no ya lo tienes, ¿No?'. Me costó bastante más pero acabé logrando que aceptaras y... bueno, mi cabeza siempre dejó volar demasiado a mi imaginación.

16.2.12

Sorprendiendo en tu espectáculo (II)


Siempre es más que una gozada disfrutarte en estos momentos. Ya habías desistido en el estúpido acto de contenerte y te limitabas a devorarme... aunque en estos momentos más bien te limitabas a dejar que te devorara. Te había apoyado en la mesita enfrente del espejo y estaba con una mano apoyada en él mientras te comía la boca y la otra mano subía por la cara externa de tu muslo. La falda ya estaba de adorno y me colaba bajo ella siguiendo la tela de las medias... y cuando llegué a la cintura enganché mis dedos y comencé a bajarla suavemente, tratando de no bajarte también la ropa interior. Sonreíste cuando lo notaste pero no trataste de pararme. Lo tomé como un "Sí, sigue... que me apetece"; así que a tus órdenes de nuevo. Me separé de la pared para morder tu cuello hasta el escote mientras mi otra mano también se colaba bajo tu falda. Esta vez, antes de tratar de ayudarme a bajar las medias, no pude evitar levantarte un segundo para coger con fuerza tu trasero... estaban tus piernas cerradas por la posición entre las mías, y yo casi volcado sobre ti para cogerte el trasero mientras mordía tu clavícula... que se me escapó un mordisco notablemente más fuerte. Soltaste un suave grito y, avergonzada, subiste la mano con la que te estabas apoyando para taparte la boca... 'No te preocupes... los teatros están para montar espectáculos, ¿no?', te decía mientras bajaba con cuidado tus medias. Esta vez eras tú la que mordía mi cuello mientras yo estaba distraído... y me costaba demasiado tener cuidado con las medias. En serio, yo no pretendía romperlas pero... sobraban desde hace demasiado tiempo, así que te las quité con más velocidad. No parecía molestarte. Recorriendo tu pierna con la mano mientras las bajaba aprovechaba para besarte la piel que quedaba expuesta... tus piernas me vuelven loco, y empezaba a notar como estos estúpidos vaqueros tan ajustados me estaban destrozando. Tú reíste cunado me viste aflojar el cinturón justo después de terminar de quitártelas. Me incorporé, abriste las piernas para rodear mi cadera con ellas y me cogiste de la camiseta para tirar como si fuera una corbata... 'no te vuelvas a alejar', se susurraste mientras me volvías a comer la boca.  Tus deseos son órdenes, y para demostrártelo te cogí con fuerza de los muslos y te levanté para que pudieses acercarte más a mí. Tú tuviste que agarrarte de mi espalda con fuerza, y sentiste como suavemente trataba de moverte como si no tuviésemos ropa. Tu falda estaba subida y sentías perfectamente como en mi cadera había algo que buscaba tu atención... te encantaba sentirlo palpitar suavemente sobre la tela vaquera; por lo que buscaste acercarte más aún. 'Seguro que no me puedo alejar aunque sea... a un sitio mejor?', creo que llegaste a entender lo que me refería porque miraba tu entrepierna muerto de deseo. 'No.. como mucho te dejo alejarte hasta esa silla', si señalaste una que estaba detrás mía. Te dejaste caer para volver a ponerte de pie y me empujaste para que cayese sobre la silla... ahora eras tú la que me dominaba inclinada mientras me besabas, y yo el que se dejaba devorar.

14.2.12

Sorprendiendo en tu espectáculo (I)


En teoría había tratado de disuadirte y que creyeses que no iría. Sabías que lo haría perfectamente pero traté de darte escusas y perdones los últimos días diciendo que no podría ir... en un momento llegué a plantearme de verdad no ir, ya que mientras yo trataba de engañarte tú tratabas de demostrar que te importaba una mierda que fuera o no... qué bien sabemos mentir los dos, ¿eh? Así que traté de ponerme medianamente guapo.

No guapo, pero sí... formal. Era inevitable. La gracia está que en una tarde así tú llames la atención, no yo en medio de un teatro yendo vestido como siempre. Traté de evitarte en la puerta, que normalmente sueles rondarla antes de entrar para hablar con tu familia y no estar encerrada sola dentro. Yo esperé. Esperé pacientemente en una calle cercana hasta que casi todo el mundo estuviera dentro... y entonces entré. Con cuidado, con disimulo, traté de ponerme en una posición donde pudiera verte pero no llegarías a reconocerme a no ser que te fijaras mucho. Me senté algo nervioso y cohibido, como siempre que vas solo a ver algo similar, y busqué con la mirada a tus padres... no, por suerte ellos no me habían reconocido tampoco. Me acomodé como pude, disimulé leyendo el programa y... empezó a llenarse el escenario. Poco a poco fueron llenando los asientos y... sí; ahí estabas tú, a la derecha, como dijiste. Me había sentado para tratar de verte mejor y se te veía perfectamente. Se te veía perfecta, para ser exactos. Sonreías entre nerviosa y cortada, y mirabas al público buscando a tu familia... sí, localizados, ya sabías dónde mirar exactamente cuando levantaras la vista del atril. Ahora tocaba buscar si conocías a alguien más.... mientras yo me trataba de tapar con el programa. Creo que no me reconociste porque no paraste tu mirada en mí... bien, bien.