29.11.11

Necesitaba una peluquera (II)


Por muy congelada que hubiese puesto el agua, era imposible que esa ducha me calmase... la situación lo impedía. Mi cabeza no dejaba de soñar contigo leyendo esta historia... con suerte habías llegado a la parte en la que entrabas disimuladamente en el baño con la escusa de que querías comentarme algo. Jamás he llegado a cerrar la puerta mientras me ducho y... obviamente hoy tenía menos sentido incluso. Quizás te daría por disimuladamente escribirme mensajes con el vaho en el espejo, tal vez simplemente mantuvieses una conversación conmigo como si no me estuviera duchando desnudo a escasos centímetros, con suerte tendrías valor para desnudarte tú también y entrar y... Dios, la ducha no conseguía calmarme y sólo estaba deseando salir de ahí para poder verte por fin. Pero tenía que esperar. Tenía que esperar a que por lo menos terminases de leer a ver si mi imaginación se llegaba a hacer real... no podía más. Cuando me había lavado lo que quedaba de mi pelo salí de la ducha y me agencié una toalla. Secándome un poco, echándole algo de colonia y poniéndome la ropa interior, esta vez mejor elegida, me volví a colocar la toalla alrededor y abrí poco a poco la puerta. No había ruido, ninguno; y si no fuera imposible pensaría que te habías incluso ido de mi casa. Salí mientras tiritaba un poco por el contacto con el aire hasta el ordenador. No me habías oído llegar y estabas enfrascada en la lectura... tendría que haber esperado, si hubiera esperado tal vez... tropecé con el marco de la puerta, creo que no estaba nada sereno en ese momento. Levantaste la vista y sonreíste... te hizo gracia verme con una toalla a la cintura. No tengo un cuerpo bonito pero tampoco es desagradable de mirar... sonreíste y continuaste con la lectura. 'Entonces... ¿te gusta?'. Me volviste a sonreír y sin hablar tan siquiera mantuviste la mirada en el papel. Yo poco a poco me fui colocando detrás tuya para observar cuánto te quedaba... ya estabas por la parte final, la parte divertida, con suerte te estaría gustando y... me dí cuenta que seguías con el delantal puesto, apoyé mis manos en tus hombros y suavemente fui hacia tu cuello.

28.11.11

Necesitaba una peluquera (I)


Necesitaba un corte de pelo, eso era un hecho. Y, además de necesitarlo, se puede afirmar que lo necesitaba con urgencia. Que tú me debías una no estaba tan claro, pero conseguí engañarte y que te lo creyeses. Así que ese era el trato... tú serías mi peluquera y yo ya vería cómo compensártelo... ¡seguro que algo interesante se me ocurría!

Lo más complicado fue encontrar un hueco en tu agenda, y que no sólo cuadrada que tuvieras horas sino que tuvieses ganas. Simplemente coincidió que tú tenías una tarde aburrida y a mí me apetecía dar una vuelta; por lo que te fui a buscar a tu casa. Sin arreglar, sin tratar de seducirnos; simplemente bajaste radiante, como siempre, como no puedes ocultar. Te sonreí y, haciéndote un gesto con el cuello para no tener que darte la mano ahí, te propuse comenzar a caminar. Mientras nos dirigíamos a ninguna parte competía conmigo mismo para hacerte reír cada vez más fuerte, y justo cuando te empezaba a doler la tripa te abrazaba y apoyaba un suave beso en tu mejilla. Era divertido sentir cómo de sorprendían esos cambios bruscos pero no rechazabas ninguno. Es cierto que no hacía excesivo frío pero se agradecía que de vez en cuando te abrazara, de hecho tratabas de cogerme la mano cuando lo hacía. Pero no abusé de ello, simplemente en los momentos... clave. Con el paseo poco a poco fuimos dirigiéndonos a mi portal, y poco a poco fui convenciéndote que necesitaba un corte de pelo. Tú, entre bromas, tratabas de demostrarme lo genial que es tener aproximadamente una tonelada de pelo sobre la cabeza, y lo útil que era para sacarme de paseo tirando de él como si de un perrito se tratase. Sobraban los comentarios, simplemente te mereciste que te mordiese una oreja. Con suavidad, con ternura; pero un mordisco a fin de cuentas, en la parte superior de la oreja mientras te cogía con fuerza de la cintura para que no te separases de mí. Trataste de gritar pero dos dedos se apoyaron en tu boca, al principio tratando simplemente de taparlos, pero no pudieron evitar recorrer en círculos tus labios, mojándose suavemente en la cara interna. Abriste la boca pero no gritaste, ya que cuando sentí que estaba abierta paré y besé con suavidad donde había mordido y bajé hasta el lóbulo de tu oreja. Peleándome con tus pendientes rodeé tu carne para dar un suave mordisquito. Algo en ti se dejaba llevar y habías comenzado a morder suavemente los dedos que estaban en tu boca... idea captada, toca divertirse. Mi otra mano te acercó más a mí tratando de atravesar tu abrigo hasta que poco a poco fue subiendo tratando de intuir las curvas de tu cuerpo. Mi boca pasó a tu cuello y lo besó hasta que dejase de sentir frío; y entonces lo irrité hincándole los dientes. Tu boca suspiró suavemente, tratando de sofocarte mordiendo mi dedo con fuerza... mi mano llegó hasta tu pecho... mi lengua hacía cosquillas en tu cuello hasta que... me separé. Rápidamente. 'Entonces... convencida, ¿no? Ven conmigo, peluquera'. Me mirabas con cierto odio por haberme separado y... sonreíste. Me acompañaste hasta mi portal.

27.11.11

Secretos en la arena


Era una tarde calurosa. Me encanta la sensación de la arena corriendo entre mis dedos, por eso caminaba absorto mirando el mar y pensando en mis tonterías. No había demasiada gente, y eso me sorprendió gratamente, ya que me molesta bastante cuando no se puede ni respirar... pero esa era una tarde genial. Yo caminaba con la camiseta puesta para no quemarme mientras de vez en cuando miraba a ver si encontraba a alguien interesante... hasta que te vi. No me lo podía creer... eras tú. Tomabas el sol bocarriba, sentada y con las manos apoyadas en la arena. Tu cuerpo estaba doradito por el sol, y con un ligero toque perlado por el calor que te hacía brillar ligeramente. El bikini me dejaba entrever tu cuerpo... tus suaves pechos, tu vientre perfecto, y... esas piernas a las que sabes que no me puedo resistir. Eras tú... sin duda. Ese pelo había estado entre mis dedos, esos brazos me rodearon, esos labios me comían a besos... eras tú y no me cabía ninguna duda. Me acerqué lentamente, con miedo, sin llamar la atención. Entonces tú te volteaste para que tu espalda también se dorara. Desataste el bikini y cerraste los ojos. No me lo podía creer... recordé esas piernas, y ese trasero, esa espalda que tanto acariciaba, ese cuello que mordía, esa cadera que se movía con la mía... los recuerdos me dieron fuerza para acercarme. Lo hice, con delicadeza y con cautela. Me senté sobre tu trasero, poco a poco, y me prepraré para darte un masaje como los de antes. Mi mano se apoyó en tu cuello y empecé a masajear... te dio un ligero sobresalto al sentir una mano, pero luego te relajaste con el masaje. Tu piel era tan suave como siempre... mis dedos bajaban por tu espalda con la presión justa como para lograr que suspirases gracias a mí. Bajé y bajé hasta llegar a la cadera... y... entonces... me miraste sobresaltada.

26.11.11

Comprándome a escondidas (II)


Soltaste una suave risilla hasta que notaste como mis manos subían de tu vientre para sentir tu pecho entre los dedos. Tú tenías las manos apoyadas en el espejo, mirándolo de frente, mientras yo estaba a tu espalda muy cerca, tal vez demasiado como para poder disimular mi erección apoyada sobre tu suave tela de la ropa interior. Apretaba tu pecho mientras besaba el cuello que me ofrecías ladeando la cabeza. Tú hacías suaves movimientos de cadera entregándote al momento, primero ladeándola poco a poco y luego imitando que te estuviera penetrando. Mi cadera se entregó sin poder ofrecer resistencia. Mis manos, entrando un poco por el escote del sujetador, buscaron tus pezones ya marcados y jugaron unos segundos con ellos. La risilla se había convertido en un suave jadeo y tu cadera cada vez se movía más rápidamente. Mis manos abandonaron tu pecho para bajar rápidamente por la cadera, quedándose una rodeándola en un abrazo y la otra bajando hasta la suavidad de la tela. No tenía tiempo para tonterías, por lo que bajé directamente a notar que estabas húmeda y jugué con tu sexo moviendo suavemente en círculos el dedo sobre tu clítoris. Jadeabas con algo más de fuerza... 'calla que nos van a oír', te susurré mientras mordía la oreja. 'Entonces no me hagas esto...' respondiste moviendo más fuerte la cadera para sentir el roce de mi dedo en ti. Yo me ayudaba de la mano que te rodeaba para pegarme con más fuerza. 'Ahora jugamos con mis reglas... yo tengo que hacerte gemir y tú tienes que luchar por contenerte y que no nos oigan y nos echen.. ¿No crees?'. Mis dedos se movían más rápido mientras el dedo gordo buscó la goma del cullot para tirar de él y hacer hueco. Rápidamente entró la mano entera y siguió el juego desde dentro de la tela, usando tu flujo como lubricante para mis dedos. Jugaban a entrar en ti mientras mi cadera se movía con fuerza. 'Por favor... aquí no... no podré...', te mordías el labio entre palabra y palabra tratando de ahogar los jadeos. El simple hecho de tener que contenerte te lo hacía más difícil... así sentías como siento yo. 'Puedo parar... pero...', susurraba entre mordisquitos de tu cuello y tu mejilla. Entraban dos dedos en ti y tú no podías mover tu cuerpo para ayudarles a entrar y salir... te estaba encantando. 'Lo que sea... pero voy a gritar..'. Respuesta correcta. Te dí la vuelta de un movimiento brusco, para que te pusieras cara a mi apoyada en el espejo. Me apoyé en un lado y, mientras mi mano seguía jugando contigo otra vez sobre la ropa y trataba de devorarte el escote, respondí. 'Te toca'.

25.11.11

Comprándome a escondidas (I)


Hacía tiempo que no te veía, cierto, y probablemente eso influiría en mis sensaciones pero... estabas literalmente espectacular. Llevabas el pelo en su mayor parte suelto, pero colocado con unas horquillas. Estaba ondulado, suave y brillante, digno de cualquier anuncio. Estabas con unos pantalones cortos vaqueros un poco sueltos, pero que marcaban tus piernas y, sobretodo, tu trasero. También llevabas una camiseta básica clarita con un escote que dejaba soñar pero no ver. Te habías retocado un poco los ojos para que parecieran incluso más inmensos de lo que son. Simplemente se te veía radiante. Y yo, te veía incluso más radiante. El resto del mundo podía esperar a que te mirase y... disfrutase de ti.

Mientras no podía evitar mirarte fijamente, tú tratabas de esquivar la mirada. 'Si es que... nadie es capaz de mirarme como tú, para, que me sonrojas'. Y eso pasaba. Levemente pero los colores empezaban a encenderse. 'Nadie te adorará tanto como yo puedo llegar a hacerlo'. Sonreíste. Era imposible que no lo llegases a hacer. 'Ni me deseará... que tu mirada no me engaña'. Ahora fui yo quien sonreía. Optamos por empezar ya la marcha, que la mañana era corta y teníamos miedo que se nos escapara entre los dedos. Me habías pedido ayuda para comprar un regalo, y yo había aceptado encantado si eso incluía buscar algo de ropa. Si quieres hacer a un hombre feliz... pruébate ropa con él. De camino me comentabas qué tal tus últimos días, mientras yo no podía evitar tratar de hacerte sonrojar una y otra vez. Estabas increíblemente deslumbrante, y no era yo quien dominaba mis labios... ni para hacer comentarios, ni para besarte. Con la mínima escusa mis labios se acababan apoyando suavemente en tu cuello, y tú jugabas a mostrarte invulnerable a mis ataques. Te besaba el cuello, la mejilla y tratabas de apartarme el rostro cuando intentaba besarte los labios. Reías y yo reía... ambos sabíamos que íbamos a acabar besándonos, pero te gustaba la idea de que se hiciera desear. Y por desear me refiero a que llegue a desesperar. Pero jugar es divertido... y el premio está asegurado. 'Cuando las ganas me superen... te vas a arrepentir, pequeña', susurré cuando ladeaste rápidamente tu cuello para que besase la mejilla en vez de los labios. '¿Crees que me arrepentiré? A lo mejor es eso lo que busco... te necesito descontrolado'. Lo ibas a conseguir. Poco a poco lo estabas haciendo, es cierto, y en el mismo momento que te oí mordí ligeramente tu cuello haciendo escapar un suave gemido. 'Me gustas salvaje...' susurrabas mientras continuaba el mordisco y mis manos subían desde tu vientre con fuerza.

24.11.11

Conociéndote de fiesta (II)


Te seguí hasta un cuartito con una cama invidual, una mesa y poco más. Intuí que era el cuarto donde solías dormir. Me miraste por ultima vez y te dejaste caer bocarriba sobre la cama. 'Ya estoy cómoda' susurraste mientras yo te miraba desde la entrada de la habitación. Cogiste la camiseta desde el borde y empezaste a subirla poco a poco hasta la altura de las costillas. Quitaste el botón del pantalón mientras yo me acercaba poco a poco y bajaste la cremallera, dejando ver la tela negra que ocultaba. Me miraste con pasión y al bajar la cremallera paraste y separaste los brazos. Yo caí sobre ti y empecé a besarte 'quiero que seas mi esclava', trataba de decirte con la respiración acelerada. Con la mano terminaba de levantar la camiseta hasta que terminaste por quitártela entera tú. Descubrí que no había colocado tan bien el sujetador y uno de tus pechos estaba fuera. Fue el primero en recibir el beso en el pezón, mientras el otro era apretado suavemente entre mis dedos. Ya no era el único con la respiración acelerada. Logré poco a poco desabrochar el sujetador mientras mis labios seguían tratando de saborear la leche que un día tomarán de ahí, mis manos se deshicieron del sujetador y salté al otro pezón para seguir luchando con él. Mientras los dedos bajaron del pecho hasta la cadera usando el hueso de la cadera para deslizarse bajo el pantalón pero sobre la suave tela interior. Bajé sin pausa alguna hasta sentir el calor que escondía la tela negra, y lo rodeé con mi mano mientras mi boca seguía absorta entre tus pechos. 'Hazme tuya... mi amo'. Paré unos segundos y te miré a los ojos. 'Tienes que desearlo de verdad. Que me empapes los dedos incluso sobre tus bragas. Tienes que ganarte que te posea... esas son mis reglas'. Tenía mi cara a escasos centímetros de tus labios y me empezaste a morder el hueso de la barbilla. 'Ponte bocarriba y deja a tu esclava ganárselo... sé qué es lo que le gusta a mi señor'. Sabes interpretar un papel, de eso estábamos seguros tanto yo como mi miembro que palpitaba sobre tu muslo. Te lo habías merecidio, así que hice presión con el dedo sobre tu ropa interior recorriendo la rajita por dentro hasta masajear el clítoris, haciendo que se te escapara un gemido.

23.11.11

Conociéndote de fiesta (I)


Me apetecía conocerte de fiesta. Era una de las facetas de ti que todavía no había llegado a conocer y... si el resto las he adorado según las iba conociendo, esta me daba la impresión que iba a ser incluso más divertida. Habías quedado para empezar la noche cenando nosotros solos y luego optamos por que entre tu grupito me metiera y tratara de ser agradable, y pasaramos una buena noche. La verdad es que el plan era perfecto: salir a cenar por ahí, reírnos, conocer gente nueva y conocer esa faceta de ti. Todo tranquilito, todo en calma pero... algo lo estropeó. Viniste espectacular, ¿sabes?. Una camiseta ligera que caía desde tu pecho dejando intuir su forma y estilizando la cadera, el pelo perfectamente colocado, pantalones estrechos que parecían hacer tus piernas interminables y te hacían un trasero colocado y respingón... incluso llevabas pendientes. De repente, todos los pactos que hicimos, todas las conversaciones sobre que tratara de contenerme con amigos delante, todas las peticiones que me decías entre bromas que simplemente te tomara y me dejara de tonterías... todo se tambaleó. Estabas espectacular y cada uno de mis sentidos quería embriagarse de ti... no que sólo disfrutase la vista. Incluso el sentido común razonaba que algo tan espectacular sería absurdo no tratar de seducirte, el sentido del equilibrio perdía el control para caer sobre ti y, si no fuera por una vocecilla que me pedía 'es que, me llegaría a sentir mal..' con tu voz, una y otra vez, esa cena hubiera sido un tanto diferente. Más espectacular, más divertida, y más... íntima.

La cena fue divertida y tuvo momentos... divertidos. Nos reímos y me fuiste poco a poco entrando en antecedentes con tus amigos. A parte de eso... te pasaste la tarde jugando conmigo, tratando de seducirme y hacer que pierda el control que tú misma me obligaste a firmar. Jugabas con las mirabas, el pelo, con el escote y sobretodo con esos labios que son mi perdición. Lo sabes perfectamente y... adoras que los desee. Jugabas mordiendo, con el chicle, con los dedos. Me susurrabas con cualquier escusa cualquier cosa, porque sabes que en sussurros tu voz es increíble. Me acariciabas, me abrazabas, sin querer tu mano se apoyaba en tu pierna... jugabas conmigo con total libertad y yo te seguía el juego en la mayoría de ocasiones. 'Si ahora estamos jugando con tus reglas... llegaré el momento que juguemos con las mías', te susurraba mientras caminábamos. Tú Parabas, me abrazabas, apoyabas tus manos en mi cadera casi rozando el trasero 'me parece justo... yo estoy disfrutando ahora, disfrutando muchísimo'. Me besabas la mejilla mientras me hablabas y tus manos bajaban a mi trasero para cogerlo. 'Es normal que luego juguemos con tus normas... por cierto, ¿cuáles son?'. 'Lo sabes perfectamente...'. Me sonreíste. 'Uy, entonces tendré que portarme bien, que sino me catigarás muy duro'. Y seguiste caminando hacia donde habíamos quedado como si no pasara nada.

22.11.11

Una tarde de paseo


Había sido una tarde tranquila pero bonita. Era fin de semana y el bus nos permitía más horas de noche para disfrutarla, pero era una tontería ir donde todo el mundo se congregaba como si fuera el último fin de semana de su vida. Si, la fiesta es divertida; pero entre tú y yo no nos hacía falta más fiesta. Y menos esta noche, que llevábamos una tarde memorable y una cena francamente decente, digna de una cita. Habías venido con un toque elegante con esos pantaloncitos y la camisa, así que me negaba a llevarte a cenar a un sitio que no mereciera tu caché. La cena había terminado y estábamos dando un paseo por los parques frescos donde casi no hay nadie... y se disfruta de algún momento refrescante en este insoportable verano.

21.11.11

Entrenándote para la batalla (II)


Desde ese momento ya la idea no se nos quitaba de la cabeza. Volvíamos lentamente a mi casa aunque no te había dicho hacia dónde nos dirigíamos, pero sí lo intuías. Bromeábamos con asuntos... delicados. Además de jugar con empujarnos y acariciarnos como siempre hacíamos. Yo trataba de buscar cualquier escusa para que acabases siempre contra la pared, mientras tú ponías cualquier escusa para acabar tratando de encontrar mi trasero. Era divertido el juego... hasta que llegamos a mi portal. Te ofrecí subir para poder beber agua y ya que yo tenía que ducharme y... aunque la escusa no fue buena, accediste. Cuando subimos entraste con cuidado hasta que reconocí que no había nadie en casa, entonces ya te soltaste. Fuimos a beber agua, te ofrecí un vaso y, descaradamente, tratábamos de acariciarnos y no perder el contacto físico. Yo te cogía de la cadera con cualquier escusa mientras tú siempre que podías acercabas tu cintura a al mía para comprobar si estaba... como estaba. Sólo esperábamos que uno de los dos pusiera la escusa. Pero se hizo esperar... por suerte, ya que nos pilló con muchísimas ganas. Después de que me pidieras volver a ver mis fotos de niño y te volvieses a reír como siempre, te pregunté si querías ir al baño. 'La verdad es que no me vendría mal darme un agua en la cara, que sudé bastante', fue tu contestación. Así que mientras tú estabas en el baño limpiándote la cara, yo en mi cuarto fui a buscar un calzoncillo limpio. Entré en el baño, ya que habías mantenido la puerta abierta para que pudiésemos hablar y no estabas haciendo nada comprometido; y al entrar la cerré un poco. Me miraste extrañada. 'Te dije que necesitaba ducharme, quédate aquí y por lo menos me das conversación'. Sonreíste con picardía y seguiste limpiándote la cara.

20.11.11

Entrenándote para la batalla (I)


Siempre te quejabas que te querrías poner más en forma pero careces de voluntad. Te lo había oído decir demasiadas veces como para no intentarlo, y te lo propuse. Una mañana vendrías conmigo a que tratase de entrenarte, para hacer algo de ejercicio y sentirte agusto. Sentir que has cumplido con tu propio cuerpo. A regañadientes, y creyendo que en verdad no llegaríamos a hacerlo, aceptaste. Lo importante es que llegaste a aceptar y... el resto del plan era mío. Te había pedido que esa mañana vinieses temprano, aunque no dormida. Quería salir a correr un ratito contigo en el parque de al lado de mi casa, por lo que necesitarías chandal. Y que vinieses con ganas... que te prometí que merecería la pena la mañana. Era difícil de creer con el plan que teníamos pero... cuando aprendas a confiar en que si Gino promete algo, lo hará; disfrutarás mucho más.

Bajé de mi casa para irte a buscar y cuando llegué no tuve que esperarte ni un par de minutos. Lo primero que había que hacer es despertarte, cosa que conseguí francamente fácil vestido con las pintas que llevaba. Nunca me habías visto con una camiseta de gay ajustada y sin mangas, y menos aún con pantalones cortos. No pudiste contener la risilla al verme, pero no me molestó. Merecía la pena. Tú llevabas una camiseta básica clarita y un chandal blanco. Nunca me han gustado los chándales y sé que no podría volverte a ver con él otra vez en mi vida pero... te hacía unas piernas espectaculares. Eran ceñidos y con un toque translúcido. Era algo increíble. Como siempre, evitamos darnos dos besos por la incomodez de tener que conformarnos con eso. Nos saludamos con un par de bromas, y fuimos al parque. Estaba cerca, y de camino trataba de deducir lo lúcida que estabas viendo si te reías o si eras capaz de soportar las cosquillas. Francamente... estabas dormida. Pero no molestaba. Cuando llegamos al parquecito te concedí 2 minutos de sentarnos en un banco para que te mentalizaras. Yo, aprovechando la situación y viendo que no sabía lograr cómo despertarte, entre broma y broma te dejé entrever el sueño que había tenido anoche. Te dejé caer imágenes e ideas que iban despertando tu curiosidad, pero sin profundizar en mucho detalle. Te hablé de dos jóvenes en una casa, de dos jóvenes saliendo a correr, del chico pellizcándole el culo a la chica para hacer que corriera más... te empezaste a reir cuando nombré eso. 'En serio, qué escusas más malas te montas para hacerlo. Ni se te ocurra, o te pego'. Me contagiaste la risa. 'Mi vida... esa es la gracia, que tengas que alcanzarme para pegarme'. Me puse de pie de un salto, te tendí la mano y tiré de tí. 'Vamos, en marcha'. Trataste de convencerme con una cara de pena, pero no funcionó. Cuando estuvimos de pie te dí un par de palmaditas suaves en la cadera y comenzamos con el trote.

19.11.11

Todas las clases que necesites (II)


Los dos lo estábamos deseando, por lo que no nos vinimos con minutas. Entraste en el baño femenino para tratar de comprobar que no hubiera gente; aunque al final optamos por dejar de lado los miedos y dejarnos llevar. Nos apetecía de una manera bestial, por lo que, tras la comprobación, te acerqué al lababo y apoyando tu cadera en él para que te pudieses levantar unos centímetros mientras te cogía de los muslos. Apoyabas las manos para poder inclinarte hacia detrás, dejándome disfrutar de tu escote ya absolutamente descolocado que permitía ver el sujetador morado tratando de volverme loco. Abrías ligeramente las piernas para demostrarme que eras absolutamente mía... y yo lo disfruté. Ladeaste el cuello para ofrecerme un lateral y lo empecé a morder. Mis manos, dejando el pudor y la contención a un lado, subieron tu camisa hasta dejar ver totalmente el sujetador. Cuando mis manos recorrieron su tela hasta llegar a tu espalda para desabrocharlo, y conseguí liberar el broche me susurraste 'ni se te ocurra, aquí nos puede pillar cualquiera'. No moviste las manos avisando, simplemente me lo susurraste y yo paré. Tenías el sujetador desabrochado, teniéndolo ligeramente por encima de tu pecho y dejando ver algo más de tí. 'Entonces... ¿Qué pretendes que hagamos?'. Apoyé mi mano en tu cintura y empecé a mover la cadena como si no tuviésemos ropa. Los movimientos eran suaves, no más que un ligero vaivén, pero sentías como hacía una ligera presión sobre tu ingle algo duro. Te encantaba.

18.11.11

Toda las clases que necesites (I)


Fue divertida la tarde. Llevábamos una temporada francamente fogaz. Carecíamos de ningún tipo de límite porque habías aprendido que disfrutar juntos no tenía ningún tipo de cosa mala. Simplemente disfrutábamos de estar cómodos juntos. Si hablando nos reímos, besándonos disfrutábamos y follando nos saciábamos... ¿Qué nos impedía continuar? Cada día comenzábamos jugando a ser amistad, pero siempre que caía una oportunidad no dejábamos de saciarla.... y solía ser la mayoría de las veces. Este día me habías pedido compañía. Necesitabas terminar y entregar algo de la solicitud en el instituto y como no conseguiste convencer a nadie de tu clase, me ofrecí voluntario. No tenía ningún plan y siempre tuve curiosidad en conocer como era ese instituto tan grande.

17.11.11

El pase de tus piernas (II)

Seguimos con la película y la conquista del italiano empezó a subirse de tono. Ambos estábamos altamente sensibles con el tema y eso nos pudo... poco a poco mi mano trataba de arrastrar un poco hacia arriba tu falda y tu mano había caido también en mi pierna, recorriendo los vaqueros haciendo presión. Te gustaba acercarte a mi y que al mirarte el rostro estuviera en mi ángulo de visión el escote.. qué bien te sentaba esa camiseta, de verdad. Era algo espectacular. 'No puedo más..' te susurré, sonreiste sin hacerme caso pero llegaste a contestarme 'tu ya tuviste suficiente ración de juego por hoy en el baño, así que las manitas a tu asiento'. Te miré sorprendido. 'Si quieres disfrutar de este día como nunca... las manitas, al asiento'. Yo hice caso. Tu seguiste recostada en mi hombro con tu mano recorriendo el pantalón hasta... bueno, ya te daban igual los límites. Llegaste hasta donde querías llegar, y te diste cuenta que algo de los vaqueros es que disimulan demaisado al tacto los paquetes. Sonreíste... sabías que estaba a punto, que era por el pantalón pero sonreíste. Y me miraste a los ojos. 'Parece ser que si queremos jugar... antes te tendré que dar un espectáculo mejor que la película, para que tengas algo que agarrar'. Me mirabas con lujuria concentrada. 'No me quites ojo.. ya me costará que el resto no vea, así que no me quites ojo'. Seguí tus órdenes, no quité ojo de donde guiaban tus manos que mirase. Se apoyaron en tus rodillas, y subieron haciendo presión por la cara externa del muslo hasta que llegaron a la falda, la cuál empezaron a subir poco a poco. Yo no me lo podía creer... estaba volviéndome loco, lo notaste, paraste, y susurraste 'manos quietas, he dicho'... siguió subiendo lentamente tu falda, y ya quería poco, porque intuía que se quedaría al límite donde... no; lo estaba viendo, te miré a los ojos y no pude volver a mirarlo, tu falda seguía subiendo dejándome ver la ropa interior.

16.11.11

El pase de tus piernas (I)


Viniste realmente espectacular. Creo que lo hiciste queriendo desesperarme a primera vista... esta faldita corta vaquera con ese palabra de honor te quedaba de lujo; haciéndote el escote justo para que pueda perder la mirada si no me controlo, pero sin llamar excevisa atención. Dejaban ver tus largas piernas que terminaban con unos tacones que sí, son incómodos pero... ambos sabemos que las estilizan como ninguna otra prenda. Llevabas el pelo suelto y unos pendientes que brillaban escondidos entre el cabello. El maquillaje justo para resaltar tu belleza sin llegar a sobrenatural. Te hacía unos labios que me costaron comerlos a besos. Por suerte me contuve, pero se me notaba en la cara que siempre que te miraba... me ponía nervioso.

Habíamos dado una vuelta con intención de ir al cine. La vuelta era larga, para llegar a cansarnos físicamente y sobretodo para poder decir todas las tonterías que se nos ocurrieran hasta llegar a hartarnos; ya que no podríamos hablar en el cine. Hablamos de tí, de mí, de tonterías y de locuras; de amigos y de gente perdida; de manicomios y de deseos, sí, también hablamos de los deseos que nos comían por dentro. Y ambos compartíamos el mismo... el uno por el otro. Era difícil no llegar a desear algo que sabes que no puedes tener y... el juego se hacía divertido. Sabíamos que llegaría un momento en que tendríamos dejaríamos de jugar porque no nos conformaríamos sólo con eso; pero hasta entonces era divertido disfrutarlo. Tú te dejabas seducir y luego me seducías; tratando de ponérnoslo dificil aunque los dos lo estuviéramos deseando. Se nos hizo corto el camino, aunque traté de ayudarte por los tacones e incluso en trozos te llevé en brazos con las escusas más tontas; sólo quería disfrutar de poder sentirte cerca. Olías de maravilla... y cualquier escusa era buena.

15.11.11

Deshielándonos (III)

Tras tu segundo orgasmo me pediste que me acercara porque querías tratar de jugar con mi miembro aunque no tuvieses manos para ayudarte. Mientras sacó de mi mochila un juguetito algo más grande y lo dejó a tu lado para que fueras consciente de ello; y se acercó a nosotros para ayudarte cogiéndomela con la mano y haciéndotelo más fácil, además de comiéndote la boca mientras tú me la comías a mí. Entre tu pinta de loca con esa cara y su sonrisa de guarra sólo podía pestañear esperando guardar la foto en la cabeza durante mucho tiempo. 'Yo ya no puedo aguantar más, ábrelas bien porque te pienso partir', así que me acerqué, saboreé con mi glande la entrada de tus labios y fui entrando con soltura gracias a que tus anteriores orgasmos te han dejado empapada. Lo llevaba esperando demasiado como para detenerme en movimientos suaves y lentos, así que simplemente te embestí con todas las fuerzas acumuladas de meses de gimnasio soñando con que volvería a verte... y otra vez, y otra, y otra; mientras ella se ponían a horcajadas sobre tu rostro a petición tuya y ahora eras tú la que disfrutabas de tu primera vez jugando con la lengua. Las caras de tu amiga eran un poema, dejándose caer sobre mis brazos mientras jadeaba al compás de mis embestidas. Adoro la húmeda sinfonía que produzco cuando caigo brusco en tu encharcada entrada, me provoca cada vez un poquito más acelerando el ritmo hasta que no pudieses continuar tu trabajo de tanto gemido, culminando de nuevo en alaridos haciendo que ella se moviese rápido para comerte los labios mientras te corrías, algo que personalmente me multiplica el placer. 'Dale un poco de aire, que empieza a estar exhausto... además, quiero que ahora nos centremos en...', y deshaciéndote del sujetador te lanzastre sobre ella. Así que comenzamos con la nueva víctima.

14.11.11

Deshielándonos (II)

Entonces seguro que recordaste la llamada que recibiste, fue bastante después de que nos fuéramos y me arrepiento no haber podido escuchar la voz que pusiste cuando te enteraste. Me vuelves loco cuando no eres capaz de controlar la situación, te vuelves tan... impredecible. Es increíble. Tu amiga te pedía si podías venir a traerme al hotel la tarjeta para abrir mi habitación... aunque eso sí lo oí, los gritos que pegaste al escucharlo. Preocupada, ella te hizo un resumen de la situación: yo me encontraba fatal y estaba vomitando, buscando la manera de volver a mi habitación para poder descansar un poco; había periddo mi copia de la tarjeta y en un momento de pánico había recordado que tenías otra en tu bolso, en un principio ibas a dormir conmigo en mi habitación, o por lo menos a quedarte. Debiste de entrar rápido en razón porque colgó rápido y no tardaste mucho en llegar. Intuyo que la recepcionista te comentó que me habian abierto ellos la puerta porque subiste directamente sin llamarnos. Incluso a mí me sorprendió cunado sonaros los breves golpes en la puerta, con la suficiente seguridad como para saber que no querías que jugase a tardar en abrirte. Con la peor de mis caras y sin camiseta te abrí, y mirando al suelo me fui a acostar sobre la cama. Fue todo un poema tu cara. Era pena lo que se dibujaba al verme el rostro, seguido de cierto desconcierto al verme sin camiseta y con los vaqueros desabrochados. Mientras entrabas en la habitación y cerrabas la puerta, descubriste más ropa en el suelo y te fuiste dando cuenta que esa era la camiseta de ella, y aquellos sus pantalones, lo cual fue dibujando ira. Yo miraba ido hacia el gran espejo de la pared tumbado lateralmente en la cama, y cuando empezaste a gritar '¡Qué coño...!' fue cuando te mantuve la mirada y te esbocé la mejor de mis sonrisas. Viste como un sujetador negro volaba desde detrás tuyo hacia la cama y te giraste con la fuerza que te concede siempre el enfado. Entonces la viste. Conocías esa cara, porque la habías imaginado muchas veces. Conocías el brillo del deseo en las pupilas, porque te lo habías visto en el espejo. Con un brazo trataba de tapar sus pezones con el brazo mientras te devoraba con la mirada.

13.11.11

Primer Acto: Deshielándonos (I)

Esto se podría catalogar como una continuación no lineal del escrito aquí, aunque este último más que relato se consideraría un prólogo absolutamente empalagoso. Pero ahí queda la idea.


Siempre ha formado parte de tu juego el tratar de demostrarme que estás por encima de lo nuestro, que simplemente me consideras uno más o que podrías soportar verme con otra. Sé que forma parte de tu juego y en cierto modo es porque yo te lo sigo. Es sencillo, me sería imposible negarte cualquier cosa con las piernas que tienes, cariño; sabes darme la locura suficiente para destrozar mi cordura. Así que ese día, no era menos..

Había venido para pasar el finde contigo y sabía que en el fondo estabas agradecida, pero te gustaba hacer como si fuera uno más de tus amigos cuando me llevabas con ellos. Activamente no te gustaba dedicarme atención, pero no dejabas de dirigirme la mirada a escondidas para cuidar cuales eran mis movimientos. Era el momento de dar mi siguiente paso, y si jugaba bien mis cartas podía ser una noche bastante prometedora. La ví a ella. Sabes perfectamente a quién me refiero. La ví y me acerqué poco a poco mientras tramaba una escena perfecta para la más casual de las coincidencias, y acabar entablando la conversación. No una conversación de qué estudiaba o qué hacía con su vida; eso yo ya lo conocía perfectamente y aunque no dejé de preguntárselo no se trataba más que una buena escusa para encauzarlo a donde quería llevarlo, y no se me hacía fácil. La verdad es que estaba disfrutando muchísimo la situación. Ella también conocía algo de mí, y eso me sorprendió bastante, además con lo que me habías hablado de su vida tenía demasiada curiosidad en conocerla y me estaba llevando una sorpresa bastante gratificante, además de que era muy placentera la sensación de verte nerviosa cómo cada vez eras menos disimulada a la hora de buscarme con la mirada indagando mis intenciones. Era tal y como la habías descrito: extrovertida, alegre, pícara y con ese puntito de seducción que es imposible que pase desapercibido.... estoy segurísimo que esa mujer ha estado con muchas personas en su vida, de tener muchísimo que ofrecer en esos aspectos. Ella claramente también estaba dejándose llevar por la química que surgía y se le notaba bastante predispuesta, cosa que yo aprovechaba para acariciar con precisión y ver cómo entrabas en ira al verme en la situación y temiendo lo que fuera a contarle sobre mis conversaciones contigo. No te preocupes, cariño, cada paso estaba bastante cuidado y te necesitaba totalmente fuera de control para sacar lo mejor de ti.

12.11.11

Aullar (II)

Tu respiración se convertía en jadeos mientras yo intentaba buscar habilidad de donde no tenía para conseguir gemidos. Tenía la palma de la mano apoyada en tu monte de venus, mientras dos dedos te embestían moviendo mi cuerpo entero para llegar más profundo y estimulando tu clítoris en el movimiento. Cada vez le daba con más fuerzas mientras la otra mano te apretaba más a mí: quería sentir tus pezones tiesos cortándome la piel del pecho. Chorreaba calor entre mis dedos mientras ellos atravesaban tu interior buscando llegar a tus entrañas, al mismísimo corazón. Tú no te quedabas corta. Mi slip ya se encontraba a la altura de las rodillas, y movías frenética la mano apretando lo suficiente como para sentir cada na de sus venas, de sus palpitaciones; mientras con la otra mano jugabas pasándote los testículos entre los dedos. Mientras intentaste bajar a base de besos por mi cuello, recorriendo el pecho y te paré. Necesitaba seguir sintiendo tu calor con mis dedos, y aunque la idea de que tus besos bajasen hasta que tu sexo no fuera el único que chorrease era genial... quería conseguir llegar a los gemidos. Era lo que más ansiaba en ese momento. No me importaba concocer tu voz, pero en ese momento necesitaba conocer cómo gemías. Aguantamos masturbándonos hasta que llegué a la conclusión que no podría lograrlo sólo con los dedos, cosa que a tí también te empezaba a interesar porque insistías en bajar tus labios a donde se estaba suplicando su atención. Los dos jadeábamos pero ninguno llegaba a gemir, y en esa competición cada uno tenía sus armas: yo sabía que a golpe de cadera lograría obtener tus gritos, y tú sabías que usando tus labios lograrías que gimiese. Te dejé ganar este asalto, porque mi cuerpo lo pedía más incluso que tú. Fui sacando poco a poco los dedos empapados y, echándome un poco hacia detrás, te dí vía libre para que bajaras. Y eso hiciste. Como una loca bajaste, sin tratar de hacerme volver loco... ya sabías que lo estaba, que no podía acumular más ganas. La buscabas como un depredador ansia una presa tras meses de ayuno, como si en esta vida hubieras nacido sólo para encontrar esa parte de mi cuerpo, como si en ese momento la fuente de toda vida fuera mi miembro. Yo lo disfrutaba. Disfrutaba tu determinación, tanto como que la metieras en tu boca de un sólo movimiento de cuello como si buscaras medirla a la perfección para hacer una réplica, y tus dedos no bastaran. Disfrutaba que siguieras jadeando mientras con las rodillas apoyadas en el suelo te movieses frenética buscando que gimiese, viendo como tus tetas botaban con los movimientos y cómo sonreías al sentir que mi mano te ayudaba sujetándote el pelo y apoyando los movimientos. No me iba a perder ese espectáculo por nada del mundo... y el pelo, estorbaba. Yo ya no tenía ninguna de mis neuronas en funcionamiento, lo único que guiaba mis pensamientos y mi cuerpo era el deseo que habías despertado. El más puro instinto animal que buscaba procrear contigo como si del último espécimen de nuestra especie se tratase. Como si no hubiera más problema en el mundo. Como si estuviéramos hechos el uno para el otro. En uno de los movimientos de tu cabeza; tiré mucho más de tu pelo hasta separarte de mi polla, que te seguía apuntando fijamente, durísima como nunca creí que podría estar. Mis ojos lo decían todo, no hacía falta palabras. Era claro el mensaje. "Ya no había marcha atrás".

11.11.11

Aullar (I)


No me podía creer lo que estaba viendo. Realmente pensé que estaba sólo en la playa, por eso al pegarme un baño dejé volar la imaginación. Sí, de hecho estaba solo, juraba haber mirado alrededor antes de entrar en el agua y no ver a nadie... ¿Es parte de mi imaginación esa chica? Soñé con que alguien me mirase mientras me bañaba, soñé con que a alguien le atrajese, se acercase, conociese a una chica de ensueño y... no tiene sentido. Miré a mi alrededor, no había nadie. Tiene que ser parte de mi imaginación esa chica. Y encima es espectacular... sin duda, imaginación pura y dura. Sólo yo podría inventarme una chica así... estaba bronceada, con el pecho tapado levemente por el pelo que le caía liso y oscuro. Llevaba sólo la braga del bikini negra, y estaba algo descolocada. Me miraba sonriendo; tenía una sonrisa dulce, alegre y... pícara. Sí, es imaginación pura y dura, porque me da la impresión de que me mira con deseo. Está ruborizada, pero parece como si me mirase con deseo y tiene las manos perdidas entre esa braga negra. No puede ser, no tiene sentido. Vuelvo a mirar a los lados, incrédulo por lo que está pasando. ¿Tan real es mi imaginación o esa chica está incluso gimiendo suavemente? Sólo hay una manera de comprobarlo. Total, no tengo nada que perder y demasiado por ganar. Te miré fijamente, ya sin miedo ni rubores, y empecé a apreciar detalles como tus piernas ligeramente abiertas y flexionadas, tu mano en el vientre subiendo a acariciar el contorno de tus pechos mientras la otra se escondía bajo la única prenda que llevabas, el aceite solar que hacía brillar todo centímetro de tu piel produciendo unas piernas increíbles. Pude observar incluso cómo se apretaban los dedos del pie a cada movimiento suave de tu mano, cómo la sonrisa burlona se volvía menos tímida de que te mirase y comenzaba a ser puro deseo, cómo tus ojos brillaban recorriendo mi cuerpo con la mirada centrándose con descaro en mi slip. Yo me acercaba acelerando el paso, sin tratar de ocultar ya la erección que estaba complementando la fantasía que me monté dentro del agua, sin disimular los signos que delataban que estaba enloqueciendo demasiado rápido por una chica que ni siquiera estaba seguro que fuese real o un simple golpe de calor. Me mordía el labio, no te quitaba ojo y con las manos recorría la goma de mi slip para acomodarlo poco a poco a un miembro bastante más crecidito que hace unos segundos. A cada paso se me quitaba más el miedo y las dudas... incluso llegó el momento que no tenía pavor por no saber qué decirte, cómo saludarte o temer cómo reaccinoarías. Simplemente sabía lo que tenía que hacer, porque una parte de mi cuerpo no tenía ni la más remota duda que esta oportunidad no se me volvería a presentar en la vida.

10.11.11

Tu espectáculo (II)

Siempre es más que una gozada disfrutarte en estos momentos. Ya habías desistido en el estúpido acto de contenerte y te limitabas a devorarme... aunque en estos momentos más bien te limitabas a dejar que te devorara. Te había apoyado en la mesita enfrente del espejo y estaba con una mano apoyada en él mientras te comía la boca y la otra mano subía por la cara externa de tu muslo. La falda ya estaba de adorno y me colaba bajo ella siguiendo la tela de las medias... y cuando llegué a la cintura enganché mis dedos y comencé a bajarla suavemente, tratando de no bajarte también la ropa interior. Sonreíste cuando lo notaste pero no trataste de pararme. Lo tomé como un "Sí, sigue... que me apetece"; así que a tus órdenes de nuevo. Me separé de la pared para morder tu cuello hasta el escote mientras mi otra mano también se colaba bajo tu falda. Esta vez, antes de tratar de ayudarme a bajar las medias, no pude evitar levantarte un segundo para coger con fuerza tu trasero...con tus piernas cerradas entre las mías, y yo casi volcado sobre tí para cogerte el trasero mientras mordía tu clavícula... que se me escapó un mordisco notablemente más fuerte. Soltaste un suave grito y, avergonzada, subiste la mano con la que te estabas apoyando para taparte la boca... 'No te preocupes... los teatros están para montar espectáculos, ¿no?', te decía mientras bajaba con cuidado tus medias.

9.11.11

Tu espectáculo (I)


En teoría había tratado de disuadirte y que creyeses que no iría. Sabías que lo haría perfectamente pero traté de darte escusas y perdones los últimos días diciendo que no podría ir... en un momento llegué a plantearme de verdad no ir, ya que mientras yo trataba de engañarte tú tratabas de demostrar que te importaba una mierda que fuera o no... qué bien sabemos mentir los dos, ¿eh? Así que traté de ponerme medianamente guapo.

No guapo, pero sí... formal. Era inevitable. La gracia está que en una tarde así tú llames la atención, no yo en medio de un teatro yendo vestido como siempre. Traté de evitarte en la puerta, que normalmente sueles rondarla antes de entrar para hablar con tu familia y no estar encerrada sola dentro. Yo esperé. Esperé pacientemente en una calle cercana hasta que casi todo el mundo estuviera dentro... y entonces entré. Con cuidado, con disimulo, traté de ponerme en una posición donde pudiera verte pero no llegarías a reconocerme a no ser que te fijaras mucho. Me senté algo nervioso y cohibido, como siempre que vas solo a ver algo similar, y busqué con la mirada a tus padres... no, por suerte ellos no me habían reconocido tampoco. Me acomodé como pude, disimulé leyendo el programa y... empezó a llenarse el escenario. Poco a poco fueron llenando los asientos y... sí; ahí estabas tú, a la derecha, como dijiste. Me había sentado para tratar de verte mejor y se te veía perfectamente. Se te veía perfecta, para ser exactos. Sonreías entre nerviosa y cortada, y mirabas al público buscando a tu familia... sí, localizados, ya sabías dónde mirar exactamente cuando levantaras la vista del atril. Ahora tocaba buscar si conocías a alguien más.... mientras yo me trataba de tapar con el programa. Creo que no me reconociste porque no paraste tu mirada en mí... bien, bien.

8.11.11

Los ojos siguen cerrados, prometido


La tarde estaba siendo espectacular... aunque, en cierto modo, en tu compañía siempre suelen ser así de deliciosas las tardes. Y sé que suena vanidoso que lo diga pero... me estaba portando absolutamente como un galán. Tú lo disfrutaste y, como premio, estabas cumpliendo tu parte del trato. Estabas bajo mi cuerpo con la melena recogida apoyada en un lateral, el torso desnudo y tapándote con la sábana delicadamente... sí, es cierto, conseguía que tapara lo que tenía que tapar pero dejaba entrever mucho esa suave tela. Era, literalmente, odiosa. Disfrutabas, en cierta medida ya que no soy un experto, de un masaje que trataba de darte con ternura para compensar la experiencia. A ratos te comentaba cosas que se me ocurrían a la cabeza, y en otros momentos estaba absolutamente callado recorriendo tu espalda centímetro a centímetro. La verdad es que la zona del trapecio la tenías un poco tensa pero probablemente recorrer el resto de la espalda me estaba resultando más placentero a mí que a tí... era asombrosamente suave, con miedo a usar demasiada crema y que me la rechaze; y tenía esa textura que debe tener la piel de una mujer, tonificada ligeramente pero dejando encima una ligera capa suave que poder deslizar. Lo disfrutaba como un crio... y tú lo notaste, así que te dejaste hacer. Recorrí tu espalda, bajé a las piernas, traté de hacerte relajar los cuádriceps y jugué un momento con los gemelos simplemente porque me apetecía. No te libraste de alguna broma pero... en mi presencia sabes que es imposible librarse, así que te limitaste a sonreir ligeramente. No sé si había conseguido algo de utilidad en los 20 minutos de masaje pero... por lo menos estabas francamente relajada. Cuando empecé a descubrir que mirabas con anhelo la montañita de ropa que estaba al otro lado de la cama grande de mis padres, como tratando de pedir silenciosamente que terminase para que te pusieras volver a poner ese sujetador de colorines; me limité a despedirme de tu espalda con la ternura con la que la había tratado hasta ahora. De vez en cuando sí se me escapaba algún beso a la mata de pelo, los hombros o el cuello; pero hacías como si no sucediera nada. Te susurré un 'ya está, son 30€'; y me apoyé a tu lado en la cama.

7.11.11

Primera

Es difícil debatir con qué empezar, pero creo que la mejor opción es empezar por el principio. Así fue cómo empezó todo, cómo fue el primer intento por escribir algo relacionado con esto. Obviamente, era totalmente un yogurín y es algo poco erótico... pero me hace gracia recordar los principios. Como la mayoría de las historias son largas, la fragmentaré para que se haga más cómoda la lectura. Ya no queda más por decir.


Estaba en casa, con la familia, en una cena aburrida... y me llegó un mensaje tuyo pidiéndome que fuera a dar una vuelta contigo. Eso sólo para muy de vez en cuando, por lo que me levanté conrriendo, me cambié y le dije a mi madre que me iba. Sabía que se iba a cabrear ya que tenía que estar con mis primos, pero... me daba igual, iba a estar un rato contigo, así que salí corriendo a verte.
Te fui a buscar. Bajaste por tu portal y estabas radiante, a pesar de estar cubierta de capas por el frío. Estuvimos caminando por lugares que no importaban, nuestros pies se movían solos, y sólo importaba con quién, no a dónde. Nos reimos sin parar, nos contamos secretos, confeisiones y, sobretodo, tonterías que hicieron esa noche mágica... y creo que a ti también te lo pareció. Sobretodo cuando empezó a nevar y me permitiste robarte un abrazo bajo los copos, haciendo perfecta la noche... aunque yo pedí bailar contigo bajo la nieve, pero con el abrazo me tuve que conformar y... fui feliz, feliz como nunca antes lo había sido. Pero cada vez hacía más frío, me obligué a mi mismo a dejarte en cada, como un caballero... y así lo hice. Te levé hasta tu portal y me quedé abajo, me despedí, te dí un último abrazo y, cunado terminé, dijiste 'bueno, ahora que con la escusa te he robado otro abrazo... ¿Te subes a mi casa y te enseño la carta?'. Sonreía como un estúpido... me habías hablado mucho de la carta que te escribió un amigo y me la ibas a enseñar... no pude decir que no, así que subí sin borrar la sonrisa.

6.11.11

Wellcome

Creo que era el momento de comenzar esto, aunque sólo sea como algo transitorio, como una prueba. No creo que esté capacitado para escribir un blog con esta temática ya que conozco suficiente de literatura erótica como para no considerarla tal, pero espero que sea la escusa perfecta para exigirme un poco más. Lo que tendréis que esperar de esto son fragmentos de texto con un alto contenido de ñoñería y unas pinceladas básicas de erotismo; y con suerte, si tengo la fuerza de voluntad suficiente, mi atrevimiento a dar un paso más en lo referente a esto. Sólo os pido una cosa: si leéis esto, tratad de disfrutarlo. Sino, ya hay otros sitios mejores en la web... usa el buscador que tienes como página de inicio, para eso está.