21.12.11

Estudiándote a conciencia (II)

Cada vez los que estaban sentados frente a nosotros nos odiaban más, y nosotros empezábamos a controlarnos y no hablar tanto; hasta que se vació una de esas salas insonorizadas para estudiar en grupo. Se me iluminó la cara, señalé a esa sala y te sonreí... no hicieron falta más detalles. 'Vale, nos colamos pero... tienes que hacer algo por mí si quieres que vaya'. No podía creer que te estuvieran entrando ganas de juegos. Mi imaginación volaba demasiado como para poder levantarme e ir hacia la sala en unos minutos... 'dime, y lo intentaré'. 'Me refiero a que me termines de explicar el tema, que no lo entiendo del todo', decías mirando a los apuntes, '¿qué es lo que creías tú?'. Volvía a dibujarse tu sonrisa pícara y, dándome un beso en la mejilla al levantarte fuiste en dirección la sala esa. Yo recogí mis cosas y te seguí algo distraído, incapaz de andar del todo bien. La única que estaba libre era la del final del pasillo, que no sé si es bueno o malo. La ventana no era muy grande y desde abajo no se veía nada, pero cuando pasé antes de entrar vi que era una mesa con solo dos sillas. La mesa era grande, y cada silla se encontraba en frente de la otra teniendo que estirarnos si quisiéramos cogernos de la mano. Cerré la puerta mientras veía como tú te adueñabas del asiento más cercano que daba la espalda a la ventana; por lo que a mí me tocó el asiento alejado. Cuando volvimos a sacar las cosas, me miraste fijamente 'anda... vamos a estudiar en serio, aunque sea un ratito', y con una sonrisa te enfrascaste en tus apuntes de nuevo. No, no es posible ponerse a estudiar serio en esas condiciones, y menos con mi mente. No... no es posible que recordases la conversación del día anterior y no te hayas asustado. No... no es posible que... ¿Por qué me da la impresión de que ahora tienes más escote? Es como al estar con menos gente alrededor descuidases más la manía de estarte volviendo a subir la camiseta cada cinco segundos; pero estaba perdiendo el autocontrol y ya no podía evitar mirar demasiado a menudo como el sujetador amenazaba sutilmente con mostrarse mientras... "Mierda, deja de mirar. Va a sentirse incómoda. Mira a los apuntes, a los apuntes; que toca estudiar, ¡Joder!". Cuando volví a ser consciente, estabas mirándome mientras sonreías... yo no podría asegurar si me había quedado embobado hablando conmigo mismo mientras te miraba el escote o había apartado la mirada antes pero... tu sonrisa me hacía creer que no fui lo suficientemente rápido. '¿Puedo pedirte ayuda o molesto algo importante?', insinuaste mientras mordías la tapa del boli. 'Si te puedo dar algo que necesites de ayuda... obviamente puedes pedirla', trataba de guardar la compostura mientras ordenaba inútilmente mis apuntes. 'Es que no sé hacer este ejercicio', me pasaste rápidamente y yo traté de explicarte un poco qué había que hacer. 'En serio, no me entero de nada. ¿Sabes hacerlo tú? Así a lo mejor al verte haciéndolo aprendo yo'. Intentaba explicarte paso por paso mientras tú decías que no te enterabas de nada, y era lógico porque estábamos dejándonos el cuello tratando de explicarlo en medio de la mesa; yo escribiendo ladeado para que tú ladeando la cabeza puedas leerlo. 'Anda, esto es un infierno, espéra que me pongo ahí'; dijiste cuando te levantabas y te acercabas mientras yo no podía evitar fijarme que, con las manos ocupadas trayendo las hojas, no te habías percatado de que la falda o la colocabas pronto o tal vez... '¿me vas a hacer un hueco o qué?'. Joder, si es que es brutal... creo que es imposible borrarte esa sonrisa, y nunca me cansaré de verla. Me eché un poco hacia atrás moviendo la silla y me puse en un ladito, para dejarte sentar a mi derecha. Tú te acercaste y te sentaste en mi pierna izquierda, colocando cada una de tus piernas a un lado de la mía y tratando de acomodarte como podías. La posición remangó un poco más la falda, pero parecía que no te importaba. Ladeaste la cabeza para mirarme, 'bueno, vuelve a empezar desde el principio, ¡que así seguro que entra mejor!'. Yo trataba de concentrarme en el ejercicio.

18.12.11

Estudiándote a conciencia (I)


Todo puede prender con la chispa adecuada. Esa era la idea que necesitaba al salir de casa si quería autoconvencerme que yo también tenía posibilidades contigo, no sólo esos chicos perfectos y geniales que se podrían equiparar a ti. Iba a luchar por un día de ensueño, de esos como en los cuentos de hadas, como en esas estúpidas películas que me sacan de quicio... y si quería un día así, debía obligarme a creer las bases de dichos cuentos: el feo gracioso también puede ligar. De hecho, no sólo puede ligar; sino que liga con la chica de ensueño. Así que traté de ponerme medianamente guapo, me calcé la mochila y dándome el último detalle con un toque de colonia; y allá vamos. Salgo de mi casa repitiéndome la idea una vez más... además, ¿qué escenario hay más romántico que una biblioteca? Ea, todo sea dicho. Parece que el destino no estaba conmigo.

15.12.11

Visitando tu piel (II)


Después de varios pubs fuimos a una discoteca a continuar con la pantomima mientras teníamos gente alrededor, y a jugar con nuestros deseos cuando no podíamos aguantar más. Yo llevaba duro desde hacía horas, y tú buscabas cualquier escusa para sentirme cerca de ti y corroborarlo. La noche se iba consumiendo y estaban pensando ya en volver, cosa que me iluminó el rostro. Tras las despedidas, te tendí la mano 'se acerca tu momento', y te guié por un paseo lento a través del parque hacia nuestro destino. Ambos estábamos ansiosos y nerviosos, pero yo quería disfrutar del parque, de la tranquilidad, para poder recuperar todas las fuerzas que pensaba gastar esta noche. Necesitaba oxígeno para bombear todas las embestidas que te daría. Te llevaba de la cintura mientras te comentaba tonterías sobre cualquier tema... necesitaba unos momentos de descanso. Además, juré que te iba a saciar, y el momento especial y bonito también tenía que saciártelo. Te besaba el cabello, a veces iba detrás tuya abrazándote y trataba de hacerte sentir una princesa. Poco a poco nos dirigíamos al hotel donde me quedaba e intuiste cual era mi plan, a lo que optaste por avisar en tu casa que esta noche te quedabas a dormir en casa de uno de tus amigos, como otras veces ya habías hecho. Yo poco a poco iba poniéndome nervioso por cómo empezar el asunto... sabía que en el momento que empezara, el resto llegaría solo y sería increíble. Pero debía también pensar en un principio increíble. En la puerta del hotel, cogiéndote de la mano, tiré levemente de ti para que parases. 'Disfruta ahora, lo vas a necesitar. Disfruta y sáciate del momento bonito y especial; de los besos, piropos y caricias con las yemas de los dedos. Disfruta hasta que estés preparada, y ya no quieras más de esto. Nos quedamos aquí, si quieres, y hablamos, reímos y disfrutamos de esta preciosa noche. Desde que entremos ahí dentro, el juego cambiará de reglas; así que eres tú la que decide cuando ya no le vale con estas normas'. El calor había sido intenso durante la noche, cierto, tanto el interno como el externo; pero ambos también necesitábamos estos momentos. Nos sentamos en la puerta del hotel abrazados a hablar. Te mimaba el pelo, tu jugabas con mi mano, y te susurraba todo lo que había sentido desde la última vez que nos vimos, y cosas que me encantaban de ti. Fue un momento mágico, cierto, pero yo me quedo con la mejor parte, cuando ladeaste la cabeza para poder mirarme a los ojos y me susurraste 'quiero el cambio de reglas. Necesito el cambio de juego. Quiero empezar a ser tu esclava esta noche'. Sonreí. 'Cuando te pida que cierres los ojos, hazlo. Cuando te pida que te sueltes, hazlo. Cuando te pida que pidas, hazlo. Cuando tengas ganas de amarme y creas que el juego debe cambiar de reglas de nuevo, y ser yo el esclavo... ni siquiera lo digas, tendrás algo para atarme a mano'. Te besé, me levanté, te tendí la mano y entramos juntos al hotel.

12.12.11

Visitando tu piel (I)


No era la primera vez que nos veíamos pero sí una de las primeras. Yo me había buscado el hotel cerca de tu casa. La escusa era que no podríamos estar tan cómodos en tu casa y tu padre podría sentirse incómodo pero a mi se me llegaron a ocurrir otras muchas razones más importantes de poder contar con un lugar tranquilo. Me moría de ganas de verte de nuevo... el primer contacto que tuvimos fue dulce, tierno y... despertaron ganas de más. De demasiado más. Debía andarme con cuidado si no quería que me acabases odiando porque tenía demasiadas ganas de ti... pero tengo claro que no había hecho tantos kilómetros para abrazarte simplemente. Eras demasiado para mí y... me hacías soñar. Bajé del hotel para verte, habíamos quedado en dar una vuelta tempranito y luego salir por ahí si encontrábamos plan... cualquier cosa por estar contigo. Yo te había pedido entre bromas que ya que había ido hasta allí... me dejaras verte con tus mejores galas esos días. Ambos sabíamos que era sólo una coña pero... cuando te vi acercarte con esa faldita que dejaba ver tus piernas, me sentí muy satisfecho de haber soltado esa broma. Pero tuve que contenerme... era una de las primeras veces que llegábamos a vernos y tú tratabas de llamar la atención sobre tus piernas y sobre ese escote con el que hacía soñar la camiseta; y yo tenía que luchar por mantener la mirada en tus ojos. El día sería muy largo... y tendría el momento para disfrutar de la ropa en otro momento; tenía que dar una buena impresión. Nos abrazamos al vernos, reímos, te comenté que ese pelo ondulado te hacía increíble y... nos dimos un ligero pico. Ninguno de los dos tenía planeado actuar como si fuéramos pareja cuando a visitarte pero... simplemente no pudimos evitarlo. A mí me entraron ganas de besarte y tú parecía que no te molestaba en absoluto. Acto seguido, como si nada hubiera pasado, te cogí la mano y caminé a paso ligero para no darnos cuenta de lo que acababa de suceder...

9.12.11

Deberíamos habernos refrescado.. (III)


Sentí cómo las caricias de mi lengua hacía estremecer tu cuerpo. Al notar como no podías controlar los impulsos y te temblaban las piernas como una chiquilla nerviosa, supe que habías llegado. Y seguí... con la ayuda de un dedo recorriendo lo que no podía recorrer la lengua, que estaba ocupada con la parte superior. Temblaste durante quince segundos, y luego sentí como caía tu cuerpo absolutamente cansado sobre el césped. En este momento no tenías ninguna fuerza y, aminorando el ritmo hasta convertirlo simplemente en un suave masaje para relajar la zona sin eliminar la excitación; cogí otro preservativo y me lo puse con cuidado, para no parar. Después de esos instantes de quedar absolutamente rendida, volviste a despertar con unas ansias que no había llegado a conocer nunca. Yo trataba de masajear suavemente la zona algo dolida por la diversión hasta que sentí como tus manos se apoyaban en mis mejillas y, cogiéndome con fuerza, me hiciste subir hasta tu cara. Mi cabeza subió hasta estar enfrente tuya pero una de mis manos se quedó jugando con tus labios y entrando suavemente en una zona que estaba todavía dispuesta para que siguiese. Me besaste con fuerza, con rudeza, casi como si trataras de matarme con ese beso... 'quiero que me sigas follando, ¿o es que ya has terminado? Quiero que me partas en dos...'. Yo sonreí. Con un suave movimiento de cadera notaste como se apoyaba en tu muslo, casi a la altura de la ingle, mi polla de nuevo absolutamente tiesa y ya protegida con el condón. '¿De verdad creías que no lo iba a hacer? Con lo cerda que eres sabía que uno no te conformaría... así que no pararé hasta que no me lo supliques'. Simplemente, de un movimiento de cadera, deslicé mi miembro por tu ingle hasta entrar en ti.

7.12.11

Deberíamos habernos refrescado.. (II)


La tarde fue pasando entre juegos y caricias. Cada vez menos disimuladas pero siempre con miedo de la gente de alrededor. Tus manos me acariciaron sobre la ropa, y las mías se atrevían a jugar bajo tu suave tela. Los juegos conseguían que mi frágil cabeza no pudiera contener a mi cuerpo; y tus ansias también se liberaban sin que ninguna atadura lograra contenerlos. Por suerte estaba haciéndose tarde y decidimos volver a casa para tomar algo de cena. Nos moríamos de hambre con tanto juego, y necesitábamos descansar del calor en tu casa unos minutos. No sabíamos si habría gente en tu casa pero la esperanza es lo último que se pierde, aunque lo descubrimos al poco tiempo al responder tus hermanos cuando sonó el telefonillo. Tu madre acababa de salir momentáneamente y los había dejado a ambos en casa... entre los males, el menor. Entramos, buscamos algo de comer y aprovechamos para que te cambiaras de ropa. Ambos lo estábamos deseando y... ya la cabeza dejaba de regir nuestros impulsos. Saludamos a tus hermanos, entramos en tu cuarto y yo me tumbé en tu cama mientras tú metías la ropa en el baño para cambiarte. No era lo que queríamos pero... no podías cambiarte frente a mí con tus hermanos delante, así que te limitaste a entrar en el baño. '¿Tiene pestillo tu puerta?', susurré antes de que entraras. 'Creo que tendremos 10 minutos libres ya que mis hermanos estarán distraídos... ¿No crees?'. Sonreí. 'Déjamelo a mí, y tú disfruta'. Cogiste la ropa rápido para que no pudiera verla y te metiste en el baño cerrando levemente, dejándolo entornado. Yo no podía contenerme y trataba de dar vueltas alrededor de la cama debatiéndome en qué hacer... hasta que de un susurro me llamaste. Saliste del baño con un vestido negro de infarto con la cremallera bajada. Te pusiste al borde de la cama y me pediste que te ayudara a subirla. Lo intenté... juro que lo intenté hacer lo que me pediste pero la parte de mi cuerpo que gobernaba mis manos no podía desaprovechar la oportunidad de que tu vestido cayera y terminé de bajar la cremallera, en vez de subirla. Me miraste con cierto toque de odio y.. lujuria.. pura lujuria. Entonces no pude más y te empujé para que cayeras sobre la cama. La falda voló y dejó ver la ropa interior negra... y el magnífico trasero que te hacía. Sin ningún tipo de espera casi sobre ti mientras tu estabas boca abajo... y empecé a devorar tu cuello, tu espalda, mis manos pasaban por tu costado y disfrutaban de tus pechos que necesitaban ser liberados... y mis manos los disfrutaban hasta que el pezón pudiera ser cogido entre dos dedos.. y mis besos seguían bajando, esquivando la tela para poder morder carne. Mis manos olvidaron tu pecho... se apoyaron en tu muslo mientras mis labios en tu oreja te susurraban 'no gimas.. nos oirán'. Los dedos subieron del muslo y volvieron a entrar en ella. Húmeda, excitante, perfecta.... entraron sin reparos. Uno con delicadeza mientras su compañero le seguía poco a poco y buscaban la presión perfecta. Tus piernas se fueron abriendo involuntariamente incitándome a continuar... cada vez más rápido, más fuerte; mientras mi otra mano jugaba con tus labios y mordiscos llovían sobre tu cuello y tu hombro. 'Van a venir..' susurrabas entre suaves jadeos, casi suplicando que ni aún así parase. 'Yo paro si quieres... pero entonces antes de que acabe el día me tendrás que dejar continuar... y te tocará a ti ayudar.' Mis labios rodeaban tu oreja... y mis manos no se paraban. Cada vez más rápido. Con más pasión. 'Acepto...' susurraste. 'Acepto.... pero por favor.. van a venir...'. 'Sólo si firmas el contrato con un beso...'. Ladeaste la cara para poder besarme, mientras mis manos no paraban. No eras capaz de abrir los ojos, tan solo abriste los labios y te besé. Durante todo el besos mis dedos no te dieron tregua, de hecho juraría que fue uno de los besos que más has alargado. Terminó y paré, como lo prometí.

4.12.11

Deberíamos habernos refrescado.. (I)


Llevabas uno de esos vestidos de verano. No eran espectaculares, cierto; no eran de noche con detalles de gala; ni tenían brillantitos y ni siquiera tenía escote pero... se te adaptaba al cuerpo como un guante, y era uno de los mayores placeres del mundo verte con él. Era holgado, cómodo y con vuelo. Cada paso se subía la tela por tus piernas dejando soñar con que se vería algo pero... nunca se veía nada. Llevabas el pelo suelto y sonreías. ¿Se puede pedir algo más en una chica perfecta? Pues sí, pero no pude observar bien el bikini que escondía hasta que no fuimos a la piscina. Era un tono de rosa oscuro, con los bordes morados. El pecho lo cubría levemente, y la parte inferior enloquecía con los dos lacitos laterales que hacían soñar con que, si los Dioses son amables, algo provocaría que se desanudaran y... la verdad, estaba deseando el momento de llegar a la piscina, se me pasó francamente rápido el trayecto.

Tratamos de buscar una sombra para no convertirnos en pequeñas gambas cocidas, y apoyamos las toallas. Yo trataba de instarte a disfrutar de la piscina cuanto antes, con menos gente, para disfrutar de cierta tranquilidad y... para que el vestido cayera por fin de esos hombros. Y lo acabé logrando, aunque me quedara en estado de shock al observar lo que llevaba buscando tanto tiempo. La curva de tu cintura, tu cadera, el pecho que hacía el ligero bikini... incluso cuando al adelantarme tuviste que recolocarte la braga y no pude evitar fijarme en el trasero. No pude evitarlo, y al volverte para tratar de darme prisa no pudiste evitar sonreírme 'anda ya, no me digas que eres como todos. Sigue caminando, que se te va la vista'. Miré avergonzado el suelo y cogí la mano que me tendías para guiarme hacia el agua. Tus dedos siempre son suaves y se adaptan a los míos perfectamente, entrelazándose. Entre risas entramos en la piscina y jugamos a pelearnos, cualquier escusa es buena para acabar con mi cabeza entre tu pelo y sentirte cerca. Tratabas de ahogarme y en una de las ocasiones, al tirar de mí hacia abajo, tiraste del bañador y me dejó en gayumbos... una vez preguntaste porqué llevaba gayumbos debajo de los pantalones, simplemente intúyelo. Volvimos del agua y buscamos quitarnos el frío tumbados en el sol. 'Podemos tratar de tumbarnos en una toalla y taparnos con la otra, para secarnos', te ofrecí. 'Eso nos haría estar muy juntos, ¿no crees?'. Obvio que lo creo. Sino no lo hubiera nombrado.

1.12.11

Plan B



Estábamos dando una vuelta... hacía demasiado que no te veía, y me encantó estar contigo de nuevo. Te pusiste preciosa para mí... tu pelo como me encanta, ondulado, suave e increíblemente brillante; unos pantalones sin demasiados adornos, como me gustan, que dejaban entrever tus caderas y tu vientre; llevabas un poco de escote, el justo como para poder soñar; tu cuello olía a ese perfume dulzón que me da impulsos de besarlo una y otra vez hasta que la boca sepa a ese olor... sabes que no me gustan las chicas pintadas, pero te retocaste un poco los ojos y eso los exaltaba un poco más. Estabas irresistible. Nos vimos, no pude dejar de mirarte a los ojos y tú te sonrojabas y evitabas la mirada... 'te echaba de menos... nadie me mira como tú'. Sonreí. 'Nadie te quiere como yo...'. Te besé con ternura, te abrazaste a mí y volvimos a besarnos... era genial. Sonreímos, te cogí de la mano y caminábamos por el mundo sonriendo, a saltitos y riéndonos. Te daba besitos y te acariciaba el pelo mientras reíamos. Nos quedamos en el banco de un parque. Hablamos, sentado uno en frente al otro, con ratos en silencio fundidos en besos y caricias. Te pusiste sentada encima de mí, y sabes como me encanta, devorándome el cuello mientras yo apoyaba mis manos en tus muslos y subía a tu cadera. Tenías la chaqueta abierta, dejando ver el ligero escote, por lo que me separé un poco y empecé a recorrer a besos de tu cuello a tu pecho... todavía me vuelve loco tu cuerpo y estabas sentaba sobre mí, así que te diste cuenta... y me encanta. Jugamos un rato sobre el banco, hasta que te susurré 'mi casa está sola', y me miraste con sorpresa. 'No te preocupes, no te haré nada que tú no quieras, ya lo sabes', aclaré. Sonreíste y me empujaste un poco, 'no era por eso... era porque hace mucho que no voy a tu casa', 'no te preocupes, la casa está igual exactamente igual. Vamos, o eso creo. Ah... no... lo siento... he mentido. Mi madre cambió el cuadro de la entrada de lugar...'. Sonreíste, te dí un último beso y caminamos poco a poco hacia mi portal. Nos reíamos recordando tonterías... 'llevaba mucho sin poder abrazarte... echaba de menos sentirme protegida', me confesaste. 'Sabes que siempre que lo pidas te lo daré... con lo que me encanta tu olor, no tengo el más mínimo problema...', sonreíste, 'tonto'... y te abalanzaste sobre mis brazos. Te cogí, te levanté, te dí una vuelta 'te quiero, mi ángel', te susurré al oído, 'Anda, suelta... ¿No íbamos a tu casa?', esa sonrisa repleta de picardía destruyó toda mi cordura con demasiada facilidad... así que seguimos caminando.