4.6.12

Conduciéndote a la locura (II)


Esa canción la disfrutamos porque estaba perfectamente escogida. Tú te habías recostado en el asiento, dejándote caer un poco, y apoyabas la cabeza en la pequeña almohada que se encontraba en el reposa cabezas. Mi mano había vuelto a la caja de cambios por deber, y la imagen que estabas ofreciéndome mientras me mirabas recostada era espectacular. Te movías muy suavemente al tempo que marcaba mientras sonreías y ladeabas la cabeza, y yo me planteaba seriamente si de un frenazo parar el coche en el arcén y comenzar con el show. Ya estaba totalmente amanecido, pero hacía la temperatura perfecta de las primeras horas y el verano dejaba desierta la carretera en esos momentos. Pero tenía todo el tiempo del mundo y quería disfrutarlo sin prisas, así que me relajé y continúe admirando tu espectáculo mientras seguía controlando la carretera. Cuando la música paró, volviste a bajarlo un poco y me miraste, '¿vuelves a tener miedo de apoyar tu mano?' moviendo la cabeza hacia mi mano en la palanca de marchas. 'Ahora tengo miedo de que le sepa a poco tu rodilla' respondí mientras mis dedos se apoyaban en ella e iban subiendo poco a poco por el muslo levantando lentamente la falda, 'mejor, porque hay otras partes de mi cuerpo que están más necesitadas de atención' y, recostándote otro poquito, cogiste mi mano para que continuase recorriendo la pierna dejando el vestido casi a la altura de tu ropa interior. 'Mira a la carretera', dijiste imponiéndote un poco, y justo cuando clavé mi vista sobre la calzada de la autopista noté como cogías mi mano y la apoyabas sobre la suave tela húmeda e hirviendo. Dios, me iba a explotar la entrepierna, pero aproveché para masajear con paciencia sobre tus braguitas provocando que suspirases suavemente casi en mi oído. Joder, esto tenías que tenerlo preparado, sino no era posible que fuese tan redondo.


El masaje sólo se pudo mantener unos segundos porque mis dedos ansiaban más, lo cuál convirtió los suaves movimientos circulares en búsquedas de tu clítoris para estimularlo con movimientos rápidos. Eso convirtió tus suspiros en leves gemidos agudos, y apoyaste tu mano sobre mis vaqueros recorriéndola de arriba a abajo lentamente. 'No quiero hacerte nada mientras estás conduciendo, pero habrá recompensa, te lo juro', me susurraste en la oreja entre dos gemidos al dotar de más fuerza a tus caricias sobre la ropa. Es lo que tenía pensado por otra parte, así que continué con mi masaje sobre tus braguitas dándole un poquito más de velocidad, ya que se acercaba la salida que tomar. Le quité el ojo de la carretera para clavártelo en los tuyos y ver tus labios que habías humedecido entre mordiscos y estaban exquisitos. Me acerqué para apoyar los míos y simplemente darnos un húmedo y rápido beso, tras el cuál me separé y le eché un ojo a tu entrepierna con la ropa interior negra y húmeda. Me estaba volviendo loco esa imagen, así que volví a mirar la autovía mientras con los dedos aparté la tela para continuar el masaje piel contra piel. Tus gemidos dejaron de ser tan suaves al sentir como dos dedos te invadían, y decidiste dejar de acariciarme para apoyar tu mano izquierda sobre la mía pidiéndome que continuase con el movimiento, mientras con la otra jugabas con tu pecho sobre la ropa. Sabías que me gustaba que no tuviesen miedo a disfrutar de su cuerpo, ya habíamos hablado de eso en otras veces. Estuve casi media canción dando lo mejor que podían ofrecer mis dedos y creo que la situación estaba acercándote al orgasmo después de todo el juego, pero al coger la salida volvía a necesitar cambiar de marchas y, recorriendo de nuevo tu muslo, volví a la caja de cambios. 'Continúa tú hasta que vuelva a tener la mano libre', te susurré con un suave mordisco en tu lóbulo, y aprovechaste que la mano estaba ya cerca para continuar masturbándote.

Tras tomar la salida me concentré en buscar un sitio relativamente apartado, aunque la hora ayudaba a que no hubiese problemas y los cristales son ligeramente tintados por lo que nos daría cierta privacidad. Es cierto que podría haber encontrado un lugar mejor; pero en ese momento estaba desesperado y atento a otras cosas, ya que me estabas ofreciendo un espectáculo increíble sin quitarme ojo de encima. Cuando paré y apagué el motor, me giré para devorarte la boca y me respondiste con un beso apasionado mientras continuabas tocándote. Al separarme, te soltaste para ayudarme a echar hacia atrás el asiento del conductor y, apoyando tus rodillas sobre el asiento del copiloto, me mirabas con lascivia mientras desabrochabas mis vaqueros y los bajabas de un tirón. Sabías que era mi turno, y te apetecía casi más que a mí. Mientras los pantalones bajaban y esta vez me acariciabas sobre la tela de los calzoncillos continuabas devorándome los labios con ansia. Fue entonces cuando yo sonreí desviando la mirada hacia mi paquete, y cuando tus ojos la siguieron se dieron cuenta que eran mis gayumbos de Batman. Volviste a mirarme a los ojos, te moriste el labio, y con la más sincera y pícara de tus sonrisas te abalanzaste sobre mi entrepierna bajándome con las dos manos los calzoncillos. Parecía calculado, mientras ibas bajando liberaste el resorte que la dejó justo a la altura de tus labios, y la devoraste del tirón sin ningún tipo de anestesia. No me hizo ninguna falta. Entonces fui yo el que empecé a gemir.

La devorabas con ganas y con cierta habilidad, y yo contemplaba lo bien que te quedaba la ropa interior en esa postura mientras una de mis manos por fin recorría tus nalgas a su antojo. Apoyé mi mano izquierda sobre tu nuca colándose entre tus pelos para cogerla con ganas y así acompañarla en los movimientos. No ponía más presión, simplemente te acompañaba demostrándote que no quería que parases, mientras la otra pasaba de tu trasero a buscar tus pechos sobre el vestido. Continuaste moviendo la nuca mientras tus manos bajaron a tu escote y, aprovechando que era generoso, liberaron tus pechos para que pudiese jugar con ellos sin tela de por medio. Al volver tus manos a mi miembro, ladeaste la cabeza mirándome con un deseo que pocas otras veces te he visto. Mantenías mi vista fija mientras con la mano seguías masturbándome y te mordías los labios, y yo me acerqué para premiarte con un beso y susurrarte 'necesito que seas ya mía'. Contestaste con una sonrisa y volviste a meterla en tu boca, por lo que tuve que esperar unos segundos hasta recuperar el control sobre mi cuerpo y hacer lo que te había dicho. Aproveché mi mano en tu pelo para, con cuidado, tirar de él hasta alejarte de mi dureza y girarte hacia mi cara para comerte los labios. Te incorporaste un poco mientras nos besábamos y, agarrando con cada mano uno de tus muslos, te levanté para colocarte a horcajadas sobre mí. Tú buscaste la manilla para echar un poco hacia atrás el asiento mientras yo devoraba primero con la vista y luego con los labios tus recién descubiertos pechos. Volvía a oírte gemir mientras pasaba mi pezón entre los dientes y la lengua, y esta ves fuiste tú la que tiraste de mi pelo para empotrarme contra el asiento. '¿Dónde están?', dijiste desesperada con la voz agitada, y yo señalé hacia la guantera. Rápidamente sacaste uno y, tras unos segundos de continuar con la paja que dejaste a medias, me pusiste el preservativo y volviste a incorporarte para buscar la entrada.

Mis manos saboreaban tu trasero mientras mi boca lo hacía con tu cuello, y cuando noté que el calor de tu cueva se apoyaba un poco sobre mi glande me separé para mirarte a los ojos. Tu apoyaste tu cabeza sobre mi hombro y susurraste, 'gracias por el viaje, mi chófer' mientras te dejabas caer bruscamente metiéndotela entera de un golpe. Fue bastante fuerte el gemido que ambos soltamos de placer acumulado y un ligero dolor, aunque rápidamente impregnaste de mucho ritmo con el que yo te acompañaba agarrando tu trasero para darte inercia. Joder, lo estabas haciendo de una forma feroz y me estaba encantando, aunque no tardaron en comenzar a temblarte las piernas delatando tu primer orgasmo. Era incapaz de oír la música con tus gemidos en mi oído, pero realmente esa es la banda sonora que espera recordar de esa noche. Con mis manos fui haciendo que mantuvieses tu ritmo y, cuando recuperaste las fuerzas, te alejaste un poco de mí mientras mirabas al techo para cabalgarme como una experta mientras movías tus caderas. El vaivén de tus pechos se volvió espectacular y por eso mis manos decidieron que era su turno, bastaba ya de tanto trasero. He de reconocer que es la parte de tu cuerpo que más me pierde pero no era la única que merecía mi atención. Tras volver a probar tus pezones con los dedos y los labios no fui capaz de aguantar mucho más y me oíste gemir con tu teta en la boca mientras me corría. Continuaste suavemente con el baile hasta ir parando poco a poco y, mirándonos de nuevo, nos dimos un largo beso hasta que terminó la canción.

Nos dio las suficientes fuerzas como para continuar el juego, aunque es cierto que ese día sólo disfrutamos dentro del coche. Me viene ahora a la memoria momentos como cuando preferimos salir y que te tomase sobre el capó, o con la rodilla apoyada en el asiento y la puerta abierta, pero sin duda me quedo con esa primera vez llena de tensión sexual acumulada. Esa canción con la que terminamos todavía nos sigue encendiendo cuando la escuchamos, pero por suerte no suelo ser de grandes éxitos comerciales. Espero que te haya gustado recordar esta noche tanto como yo, ya que espero que esto sea lo necesario para que...

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