6.6.12

Enmarcando tu silueta (I)


'Ya he decidido tu regalo de cumpleaños', sentenciaste. Llevabas unas semanas pidiéndome que te dijese qué quería por mi cumpleaños, y yo me negaba. Entre bromas lo único que había dicho era que pasase algo entre nosotros, ya que había pasado demasiado tiempo sin que mis manos visitasen las curvas de tu piel e inevitablemente echaba de menos tu cuerpo de infarto. Siempre me volvieron loco esas tetas que parecían hechas a la medida de mi mano, lo suficientemente grandes como para disfrutar de ellas al botar pero sin resultar exageradas; pero sin lugar a dudas lo que todavía me seguía quitando el aliento era tu trasero. Madre mía. Habías vuelto a la rutina de usar a menudo tanga, y cuando estaba contigo había muchos movimientos o posturas que dejaban entreverte y perdía absolutamente el control, reprochándome a mi mismo no poder quitarte ojo. Eso unido a que hace tiempo pediste el pudor conmigo, y estoy seguro que te vuelve loquita demostrarte que todavía tienes el poder de provocarme erecciones a tu antojo... me ha dado demasiadas situaciones dignas para el recuerdo.

Pero era de mi cumpleaños sobre lo que hablábamos. Reíste al saber que era eso lo que pedía, pero continuamos con la broma y lo deshechamos. Por eso me sorprendía que se te hubiese ocurro ya, aunque estaba impaciente por saberlo. 'Ok, ¿te llamo y me lo vas explicando?', te contesté en la conversación después de dejarme llevar por la imaginación unos segundos. 'Perfecto, porque además todavía tengo que preparar los detalles... pero esta tarde creo que podré'. Cerré la conversación y mientras buscaba el móvil continuaba imaginando qué podías planear. ¿Tal vez fuese algún tipo de manualidad? No... no le habrías dado tanto juego. 'Joder, anda que tardas, eh', fue lo primero que dijiste al cogerlo, 'es que me distraí imaginando qué me tienes preparado', 'no lo vas a adivinar, pero me encanta que lo intentes' sentenciaste en tono burlón. Tenías algo de picaresca en la voz con cada palabra que decías, y me resultaba extraño porque llevaba mucho sin escucharte con ese tono. 'Entonces, ¿alguna idea?'; '¿Es algo que has hecho a mano?'; 'No, no, no van por ahí los tiros' mientras reías; '¿Algo de comer?'; 'Que he dicho que no van por ahí', mientras continuabas riendo; '¿Sexo, entonces?'; y sin detener la risa '¿Pero quién te crees que soy?'. Esa frase escondía un matiz que no lograba descifrar pero... mi cuerpo reaccionó automáticamente con la idea, y mi pecho comenzó a transpirar mientras mis vaqueros palpitaban. 'Anda, vente cuando puedas, que esto ya está', fue lo último que dijiste antes de que yo, apresurado, colgase para coger el coche.


Mi cabeza seguía divagando desde las posibilidades más plausibles hasta realmente sin sentidos mientras escogía con cierta picardía mi ropa. La verdad es que tenía un buen presentimiento por lo que elegí la ropa adecuada y preparé una mochila por si acaso. Mi respiración seguía ligeramente agitada y no dejaba de palpitar, por lo que decidí darme prisa y coger el coche cuanto antes para presentarme en tu casa. Obviamente, como siempre que tienes prisa, me pasé unos minutos aparcando que me parecieron eternos; y fue en ellos donde mi imaginación llegó a volar desde que me habías preparado una orgía hasta que me habías comprado un billete de avión. Es cierto que no tiene sentido, pero quería estar preparado para lo que fuese... y así poder disfrutarlo hasta le más mínimo detalle. Cuando llamé al telefonillo me abriste entre risas. Yo aproveché para subir las escaleras con calma, tratando de serenarme y pensando cómo afrontar cualquier cosa. Me abriste antes de que yo llamara. Ibas vestida con un pijama de verano, un pantaloncito corto y una camiseta ceñida pero cómoda. La verdad es que te sienta de lujo, pero con tanta expectación me esperaba que me abrieses con un vestido de novia, por lo que te reíste al ver que yo sí me había arreglado un poco.

Sin ningún tipo de saludo abriste del todo la puerta, 'Pasa anda, tonto' me dijiste al girarte para guiar el paso. Yo cerré la puerta y te seguí en silencio, pensando si realmente estabas contoneando tanto las caderas voluntariamente o eran imaginaciones mías. Volví a recordar porqué la imagen de tu trasero me asaltaba muchas noches, y la verdad es que esos pantaloncitos se adaptaban a él al milímetro. Mis ojos no fueron la única parte de mi cuerpo que se alegro de esa vista. Habíamos llegado a cierta simbiosis donde yo no tenía que disimular tanto las miradas y tú no te molestabas por que te demostrase que me vuelves loco. Antes de entrar en tu cuarto volteaste para sorprenderme mirándote y, con esa sonrisa característica, entraste ladeando la cabeza para señalar el camino. Lo primero que vi fue sobre la mesa cinco vestidos bastante cortitos apelotonados. Algunos eran más formales y otros simplemente veraniegos, pero casi todos tenían en común ese aire de ser sugerentes pero no excesivos. La verdad es que el escote era generoso en casi todos, y ninguno pasaba de medio muslo; pero eso siempre te gustó. Los que más me llamaron la atención fue un estampado con una cremallera que recorría todo el vestido por la cara delantera, y otro estampado cortito y con volandas de verano. La tontería de la cremallera siempre me ha dado mucho juego. Mientras los ojeaba todavía sin entenderlo, tú esperabas al borde de la cama mirando cómo iba descubriendo la habitación. De la mesa pasé a encontrar el trípode colocado donde el espejo, cosa que me extrañó pero comenzó a encauzar mis imaginaciones. Finalmente te encontré en la cama, sonriente, con tu cámara reflex entre las manos y jodidamente radiante. No sé si era la luz, que la sonrisa de verdad te abarcaba la mitad de la cara o esa mirada que hacía muchísimo que no veía. '¿Hace falta alguna pista más?', dijiste entre risitas mientras contoneabas la cámara. Madre mía qué bien pintaba mi cumpleaños.

'Tienes poco más de cuatro horas', decías mientras te ponías de pie, 'ya que luego llegarán éstas'. Y comenzaste a colocarme con calma la cámara sobre el cuello mientras yo seguía congelado. 'En ellas serás mi fotógrafo', me decías al oído mientras dabas vueltas a mi alrededor, 'y lo que es más importante, yo seré tu modelo'; y señalaste al montón de vestidos. '¿Por cuál quieres empezar?', mientras ibas toqueteando varios indecisa. Yo por fin fui capaz de asimilar todo lo había pasado y poco a poco mi yo racional fue desvaneciéndose al darme cuenta que cuatro horas eran muchas horas. Respiré hondo con los ojos cerrados como último momento Zen antes de dejarme llevar en lo que sería una de las tardes que recuerdo más excitantes de mi vida. Sabía que no iba a ser una sesión de fotos normal. Sabía que en algún momento todo se volvería mágico. No tenía prisa, para nada. Volví a respirar hondo. Por fin volvía a tenerte a mi alcance. Sabías que tu cuerpo es la perdición de la mitad de la estirpe masculina, y sólo digo la mitad porque cada día la homosexualidad es más común. Y, reconozcámoslo, probablemente yo soy uno de los pocos hombres que de verdad se han merecido tener cuatro horas de simplemente disfrutar de esa escultura maestra. Aunque, siendo sinceros, en ese momento me desbordaba absolutamente. No sabía por donde empezar pero quería empezar. Volví a respirar. Tres. Ya. Ni un segundo más pensaba perder. Una cosa es disfrutar de tomárselo con calma y otra muy distinta malgastar. Y no pensaba malgastar ningún segundo de ese regalo. Te sonreí. 'Gracias', susurré casi sin aliento. Fue el momento tierno de la tarde, mis ojos te agradecían el detalle y tu sonrisa pícara se convirtió en cariñosa por un instante. Sabías lo que significaba, y yo sabía lo que significaba que hicieras eso. Y te iba a estar eternamente agradecido, pero ambos éramos consciente que no era tarde para momentos tiernos. Nuestras miradas se entendieron y se comprendieron, ambas dando un asentimiento. Empezaba el show, ladies and gentlemen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario