7.6.12
Enmarcando tu silueta (II)
'No hay prisa, así que comencemos con el primero', dije escogiendo un vestido liso de colores bastante llamativos. Era estrecho y con un escote discreto, sin resultar demasiado. Probablemente fuera el más corto pero estaba tan pegado que no podía dar mucho juego con los movimientos, y estaba seguro que te marcaría un trasero espectacular. Con una sonrisa lo cogiste y, saliendo al pasillo un momento, fuiste a cambiarte. Me hizo mucha gracia ese momento de pudor o timidez, pero formaba parte del encanto. Yo mientras continuaba hablando, tomando el control de la situación por fin. 'Recuerdas que eres una modelo que está desesperada por el trabajo y, para que negarlo, es mi cumpleaños, yo creo que incluso un poco excitada con el fotógrafo'. Oí cómo te reías con el comentario, 'anda, menos acelerarse, que eso último no entra en mi papel', y entraste contoneándote de nuevo, 'sino te lo tendrás que ganar' me dijiste clavándome tus ojos. No me equivocaba, el trasero que te hacía creo que era una de las principales razones por las que escogiste ese vestido entre otros; y tenía menos de cuatro horas, por lo que no iba a molestarme ocultando cómo te miraba ni disimulando que me mordía el labio al verte. Te sentaste sobre la cama y pusiste tu mirada más inocente, así como cambiaste el tono de voz. 'Entonces... ¿cómo quiere que me ponga?', dijiste con una fingida timidez. Sabías que los juegos de rol me encantaban, y fue un guiño más que me dedicaste esa tarde. La verdad es que cada detalle estaba cuidado. 'Entremos en calor, nena', tomé la pose de un experto en la materia con la autosuficiencia de saber que las chicas que venían a mi estudio estaban tan desesperadas que no me tenía que conformar con soñar ese cuerpo, por lo que no tenía prisa; 'tomémoslo con calma y comencemos ejercitando un poco las expresiones'. Ambos nos reíamos al interpretar nuestros papeles, no queríamos ser creíbles, sólo jugar. Aunque he de reconocer que para ser una modelo fingida, lo estabas haciendo más que bien.
Tras las primeras fotos de tu rostro apoyado en la cama o en algunas expresiones sencillas, comencé a dejarme llevar dando el siguiente pasito. Esta vez jugábamos con posturas más divertidas, te ponías de rodillas sobre la cama incorporándote mientras tirabas poquito a poco del vestido para que no se subiese demasiado, te dejabas caer hacia delante para que saborease tu escote, alguna de espaldas para disfrutar de ese vestido... yo soltaba comentarios en un tono jocoso como una fingida motivación para que perdieses el pudor, aunque los dos éramos conscientes de que realmente los pensaba. Cuando lo creí suficiente, te miré indignado apartando la cámara. 'Cariño, no vas a llegar a ningún lado si de verdad cohibes esa espectacular escultura que tienes como cuerpo', decía mientras me acercaba para tocarte las piernas, como remarcándolo. 'Si te pasas más tiempo tratando de ocultarlo que abriéndote a la capta, es imposible que te capte el objetivo. No te preocupes, si hay algo que se deba tapar, ya para eso está el ordenador. Suéltate, y da rienda suelta a tus curvas que parecen hechas para estar enmarcadas'. El rubor que te encendió estoy seguro que no fue fingido. En cierto modo se te estaba haciendo más duro de lo que pensaste el soltarte frente a la cámara, y la tontería del juego de personajes estaba logrando encenderte y sorprenderte disfrutando de sentirte una modelo. Levantaste las manos con gesto inocente tratando de demostrar que te rendías, que no ibas a volver a taparte, y mientras volvías a repetir la postura no pudiste evitar echarle un ojo a mi vaquero y darte cuenta que realmente me estaba gustando tu regalo. De nuevo con una sonrisa, volvimos al trabajo.
Desde entonces fui consciente a la perfección de la ropa interior negra de encaje que habías escogido para la sesión, e incluso forcé algunas de las posturas para que media nalga también entrase en la foto aunque era casi imposible con este vestido. Era tan ceñido que no nos dejaba libertad para jugar, y mi autocontrol quería terminar con el juego para lanzarme sobre ti y tomarte como si fuera un animal. Decidí que era momento de cambiar el vestido y, mientras te lo decía, jugué un poco con las opciones de la cámara mientras trataba de respirar hondo. Quería alargar esa situación, porque la estaba disfrutando muchísimo aunque no fuera capaz de controlarla. Mientras miraba cómo habían quedado alguna de ellas, empecé a darme cuenta que realmente estabas casi tan encendida como yo. Muchas veces no tuve que darte indicaciones para que pusieras una cara mucho más provocativa, o fueras tú voluntariamente la que forcase el vestido para que se subiese dejando ver mucho más de lo necesario, pero siempre menos de lo que me gustaría. Reconocía esa mirada perfectamente, e incluso en algunas ocasiones se podía intuir tus pezones sobre la ropa. Fue el sonido de la tela deslizándose hasta el suelo lo que me sacó del ensimismamiento. Mientras estaba disfrutando de las fotos te habías cambiado el vestido, pero esta vez lo habías hecho dentro de la habitación. Una pena que no hubiese estado atento pero... mejor. No había prisa para desnudarte, y pensaba disfrutar de cada centímetro de piel que fuéramos liberando.
Cuando volviste a pasar a mi lado para volver a tu escenario me susurraste sin ningún tipo de inocencia en la voz 'forma parte del regalo que te quedes con todas las fotos, así que no las malgastes en otras que podrás ver siempre'. Joder, sí que estabas encendida, y creo que con el deseo que de mi mirada demostró lo suficiente como para dejarte claro que no tenía ningún tipo de control ahora mismo sobre mis instintos. En ese instante pasaste hacia la cama y sentiste cómo la palma de mi mano golpeaba contra tu trasero escasamente protegido por la fina tela. Habías escogido el vestido estampado con vuelo y la fuerza lo hizo tambalearse en un baile hipnótico. Un instante después oíste el estruendo en la habitación del ruido que había provocado. Me miraste y tus ojos delataron que esa jugaba estaba provocando más humedad de la que te esperabas, pero inmediatamente pusiste la cara de niña inocente y sorprendida por lo sucedido. Continuaste entre rápidos pasitos para llegar cuanto antes. 'Hay que darle un poco de color para las fotos, nena; porque se acerca el momento en el que estos vestidos comienzan a ser demasiado largos'. Desenfundé de nuevo mi arma y comenzó el segundo asalto.
Esta vez rápidamente nos supo a poco estas fotos. El vuelo permitía que al ponerte de rodillas ya no ocultases la lencería, y yo sin ningún reparo me acercaba para ensanchar un poco el escote o darle un meneo a la falda. Obviamente entre esos retoques aprovechaba para saludar con disimulo a tu pezón o palpaba con decisión tu trasero. Joder, lo había echado de menos mucho demasiado tiempo. En ocasiones soltaba la cámara para sin reparo colocarme la erección bajo el pantalón y que así no resultase molesta. Las siguientes fotos ni siquiera tuve que acercarme para retocar, eras tú la que directamente levantabas tu falda dejando ver como enmarcaba ese tanga tus nalgas, o apretabas tus pechos para tentar a que casi se saliesen del escote. Había fotos en las que me podía pasar hasta diez segundos observándote mientras me acariciaba sobre el pantalón hasta que cogía la cámara para inmortalizarte. No parecía importante. De hecho en algunas ocasiones aprovechabas esos momentos para acariciarte tú también, aunque tu sexo no lo tapaba un pesado vaquero. Después de unas pocas me acerqué y, sin necesidad de palabras, me puse de rodillas tras de ti. Estabas de espaldas a mi, casi a cuatro, por lo que al acercarme pegando mi cintura a tu trasero te incorporaste. Con toda la calma del mundo, disfruté de tu pelo oliendo tras tu oreja profundamente. Entonces apoyé mis manos sobre tu cadera para pegarme un poco más, pudiendo sentir así como mi dureza se apoyaba entre tus nalgas. Deslizando los dedos por tu pierna hasta tu rodilla, disfrutando de lo suaves que las habías dejado, cogí el final de tu vestido y empecé a subirlo poco a poco. Tú te dejaste hacer. El vestido lo agarraba entre mis dedos índice y corazón mientras, con las manos pegadas a la piel haciendo presión, subía recorriéndote por ambos costados. Cuando pasé por tu trasero aproveché a desviarme un poco pudiendo sentir con detalle lo que llevaba horas soñando, y luego se entretuvo unos instantes jugando con el hilo de tu tanga antes de seguir subiendo. Tu espalda siempre me ha vuelto jodidamente loco, así que arqueando un poco la mía me alejé unos centímetros para disfrutar de las vistas mientras el vestido iba subiendo. No pensaba separar mi cadera de la tuya, pero la vista del triángulo delineando tu trasero era acojonante. Cuando pasó por la altura de tu escote volví a desviar las manos para recorrerlas apretándolas sobre el sujetador. La verdad es que no les presté la atención que merecían, pero las ganas ya me podían y seguí subiéndolas. Tú alzaste los brazo para dejarme terminar, y yo me pegué de nuevo a ti sin dejar un solo centímetro cúbico de aire entre nosotros. Cuando llegó a tus manos lo dejé ahí mientras volvía a bajar las manos por el mismo camino memorizando la silueta que tanto me perdía. Tú lanzaste el vestido sobre la cama y yo coloqué de nuevo mis manos sobre el hueso de tu cadera para pegarme a ti, aprovechando que la yema de los dedos llegaba a la altura de tu ingle para descubrir que estabas casi tan húmeda como yo duro. Cuando sentiste que hacía presión sobre tu sexo gemiste suavemente. Yo me acerqué a tu oreja para morderte el lóbulo y susurrarte.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario