4.12.11

Deberíamos habernos refrescado.. (I)


Llevabas uno de esos vestidos de verano. No eran espectaculares, cierto; no eran de noche con detalles de gala; ni tenían brillantitos y ni siquiera tenía escote pero... se te adaptaba al cuerpo como un guante, y era uno de los mayores placeres del mundo verte con él. Era holgado, cómodo y con vuelo. Cada paso se subía la tela por tus piernas dejando soñar con que se vería algo pero... nunca se veía nada. Llevabas el pelo suelto y sonreías. ¿Se puede pedir algo más en una chica perfecta? Pues sí, pero no pude observar bien el bikini que escondía hasta que no fuimos a la piscina. Era un tono de rosa oscuro, con los bordes morados. El pecho lo cubría levemente, y la parte inferior enloquecía con los dos lacitos laterales que hacían soñar con que, si los Dioses son amables, algo provocaría que se desanudaran y... la verdad, estaba deseando el momento de llegar a la piscina, se me pasó francamente rápido el trayecto.

Tratamos de buscar una sombra para no convertirnos en pequeñas gambas cocidas, y apoyamos las toallas. Yo trataba de instarte a disfrutar de la piscina cuanto antes, con menos gente, para disfrutar de cierta tranquilidad y... para que el vestido cayera por fin de esos hombros. Y lo acabé logrando, aunque me quedara en estado de shock al observar lo que llevaba buscando tanto tiempo. La curva de tu cintura, tu cadera, el pecho que hacía el ligero bikini... incluso cuando al adelantarme tuviste que recolocarte la braga y no pude evitar fijarme en el trasero. No pude evitarlo, y al volverte para tratar de darme prisa no pudiste evitar sonreírme 'anda ya, no me digas que eres como todos. Sigue caminando, que se te va la vista'. Miré avergonzado el suelo y cogí la mano que me tendías para guiarme hacia el agua. Tus dedos siempre son suaves y se adaptan a los míos perfectamente, entrelazándose. Entre risas entramos en la piscina y jugamos a pelearnos, cualquier escusa es buena para acabar con mi cabeza entre tu pelo y sentirte cerca. Tratabas de ahogarme y en una de las ocasiones, al tirar de mí hacia abajo, tiraste del bañador y me dejó en gayumbos... una vez preguntaste porqué llevaba gayumbos debajo de los pantalones, simplemente intúyelo. Volvimos del agua y buscamos quitarnos el frío tumbados en el sol. 'Podemos tratar de tumbarnos en una toalla y taparnos con la otra, para secarnos', te ofrecí. 'Eso nos haría estar muy juntos, ¿no crees?'. Obvio que lo creo. Sino no lo hubiera nombrado.



Empezamos ambos sentados sobre tu toalla y tratando de combatir el frío con la mía sobre ambos hombros. Tenerte tan cerca inundaba mis sentidos de tu aroma... y me robaba en cada bocanada de aire la cordura. Fue una pena que al oler tan bien tratara de hiperventilar para sentirte más y perdiera todo el control sobre mí tan rápidamente. Las bromas empezaron a ser demasiado frecuentes y estábamos demasiado cerca como para saber qué hacer con las manos, así que acabaron apoyadas en tu muslo. Suave y sedoso. No podía evitar recorrerlo con las yemas mientras sonreíamos y hablábamos. La toalla nos tapaba de cualquier cosa que trata de ver lo que sucedía entre mis piernas y tu mano... y me impedía llegar a controlar hasta donde podía llegar con las yemas. Bajaba por la cara interna de tus muslos desde la rodilla haciendo presión para que no sean unas meras cosquillas, y poco a poco convertía esa caricia en algo más leve hasta acabar con un ligero roce de mis dedos sobre tu piel. Seguí bajando absorto por la frase que te estaba diciendo sobre un tema insignificante comparado con lo que estaba sucediendo bajo la toalla y noté como tu mirada se clavó en mis ojos tratando de preguntarme si sabía lo que estaba haciendo. No entendía esa reacción por una simple caricia en el muslo hasta que me dí cuenta que topé con la ingle y la tela del bikini... y de la reacción dejé caer mi mano como muerta, tratando de mantenerla quieta. Mi mano cayó  sobre la tela y... no sabía dónde meterme. 'Lo siento, no controlé y...'. 'Te dije que si algo me llevaba a molestar te lo haría saber, ¿has visto que me quejara?'. Adiós cordura. Definitivamente adiós por el resto de la tarde.

La cosa empezó a ser un juego mucho más divertido. Aunque el hielo ya estaba roto y casi completamente fundido tras el percance con el bikini, todavía seguíamos sin estar plenamente sueltos para dejar que gobernaran nuestros instintos más básicos la tarde. Era después de comer y la piscina estaba bastante llena, por lo que eso nos cohibía en gran medida; aunque he de reconocer que desde ese momento no tuve miedo a que las caricias se pasaran de los límites de amistad. Con el shock, decidí tumbarme sobre tu toalla y como todavía seguíamos húmedos (refiriéndome al agua de la piscina) tú no querías soltar mi toalla para que no entrase frío. Te mantenías sentada a mi lado mientras yo estaba tumbado tratando de no salirme de la toalla, 'si no la apoyas en el suelo, vamos a estar apretados los dos tumbados aquí'. '¿Tú no me pediste una vez dormir juntos? Nos tumbamos y nos tapamos como si fuera una manta la toalla... el resto lo dejamos a la imaginación, que no tienes poca campeón'. Cuando tu lado más divertido se liberaba, no podía borrar una sonrisa de mi rostro. Así que eso hicimos. Yo estaba tumbado de lado y tu caíste bocarriba a escasos centímetros míos, nos tapaste como pudiste con la toalla y empezamos a hablar como si no estuviéramos casi pegados el uno al otro. Mi mano no tenía donde apoyarse así que cayó sin problemas sobre tu ombligo haciendo círculos a su alrededor, y jugando con la curva de la vida que tanto me enloquece. Entre bromas podía dejar escapar mis deseos que surcaban mi cabeza, como tú los liberabas entre bromas también. 'Esto de que estés tapada... no sé si cuando durmamos juntos te dejaré que te tapes tanto'. Me sonreías. 'Cuando durmamos juntos no te preocupes que te dejará boquiabierto el pijama'. Te cayó en beso en la mejilla. 'Pequeña, cuando estemos juntos durmiendo, el pijama estará sobre el suelo, junto a tu sujetador y mis gayumbos'. La sonrisa cubrió tu cara y empezó a irradiar felicidad. Me lo merecía. Mi mano se apoyo sobre el vientre haciendo presión, mientras mi dedo gordo se enganchaba en tu ombligo. Mis labios se posaron en tu mejilla, rozando la comisura de los tuyos. Y entonces mi mano empezó a bajar. Rozó la curva de la vida, notó la tela todavía húmeda y... con agilidad dos dedos se colaron por debajo casi sin darse cuenta. Diste un respingo. Simplemente me limité a recorrer tu bikini por debajo... sin llegar a bajar hasta donde emanaba el calor, simplemente acariciando con las yemas el pubis suavemente. Pellizcando juntando dos yemas y... el beso cayó sobre tus labios, y el balón de un par de críos nos interrumpió e hizo salir mi mano del paraíso. Estábamos liberando demasiado rápido... y más lento de lo que mi cuerpo necesitaba.

El juego poco a poco fue teniendo detalles que nos enloquecían, y las horas iban pasando. En ese momento te encontrabas tumbada bajo la toalla mientras a mí me tenías recluido a tus pies. Intentabas dormir mientras yo disfrutaba de masajear tus gemelos, que estaban fuera de toalla, tratando de usar algo de crema para que fuera mas leve. Estaba sentado con las rodillas hacia los lados y tus pies apoyado sobre mis muslos. Yo recorría tus piernas tratando de relajarte como podía para que la siesta te llegara antes. Te acariciaba tratando de masajearte con presión, para drenar y que se tranquilicen las piernas. Los gemelos ya estaban cubiertos de crema; y los muslos poco a poco se estaban convirtiendo en una pista de patinaje para mis dedos que se deslizaban bajo la toalla. 'Qué pena que estés dormida... no podrás disfrutar del masaje'. Guardaste silencio. ¿Creías que de verdad iba a creerme que estuvieras dormida? ¿Creerías que no lo pondría a prueba? Mis manos se deslizaron por tus muslo hasta llegar al límite con tus glúteos. Trataba de masajearlo y disfrutaba de su tacto. No pude evitarlo... escalé por tu muslo y comencé a masajear ligeramente tus glúteos. Poco a poco, con delicadeza... 'qué suerte que estés dormida'. Tienes un trasero acojonante... y al tacto es liretalmente increíble. Tus pies se deslizaban por mis muslos mientras yo me acercaba a ti, y caían hacia mi entrepierna suavemente, como si estuvieran inertes. Mis manos continuaron jugando con tu glúteo, con tu muslo... hasta que cayeron a la parte anterior del muslo. No podía contenerme. Algo me gobernaba. "No, eso es pasarme"; me gritaba una vocecilla; "pero si estuviera incómoda lo diría, lo sabes perfectamente". Creo que notaste como mis manos recorrían la curva de tu muslo con el glúteo, y como recorrían son suavidad el interior de tu muslo hasta rondar la zona que mi cabeza pedía a gritos acercarme. No pude contenerme... me acerqué a la ingle, la tanteé y... me apoyé sobre la tela húmeda. "¿Se habrá secado ya el agua de piscina y esto será...?". No pude evitar la pregunta en mi cabeza... y continué el masaje. Los dedos con crema hidratante, y se deslizaban por la ingle y por la tela... haciendo presión en tu íntimo tesoro que necesitaba sentir. 'Lo siento', no pude evitar susurrar, casi inaudible aunque espero que la oyeras. Tus pies cayeron del todo sobre mi entrepierna y notaron como me enloquecía. Aparté la tela con un dedo y... continué el masaje. Suavemente, sin llamar la atención. Un dedo comenzaba el baile hasta que otro se le unió, pasando de un lento pasodoble a un ritmo de salsa... e incluso atreviéndose con un tango a tres.

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