9.12.11

Deberíamos habernos refrescado.. (III)


Sentí cómo las caricias de mi lengua hacía estremecer tu cuerpo. Al notar como no podías controlar los impulsos y te temblaban las piernas como una chiquilla nerviosa, supe que habías llegado. Y seguí... con la ayuda de un dedo recorriendo lo que no podía recorrer la lengua, que estaba ocupada con la parte superior. Temblaste durante quince segundos, y luego sentí como caía tu cuerpo absolutamente cansado sobre el césped. En este momento no tenías ninguna fuerza y, aminorando el ritmo hasta convertirlo simplemente en un suave masaje para relajar la zona sin eliminar la excitación; cogí otro preservativo y me lo puse con cuidado, para no parar. Después de esos instantes de quedar absolutamente rendida, volviste a despertar con unas ansias que no había llegado a conocer nunca. Yo trataba de masajear suavemente la zona algo dolida por la diversión hasta que sentí como tus manos se apoyaban en mis mejillas y, cogiéndome con fuerza, me hiciste subir hasta tu cara. Mi cabeza subió hasta estar enfrente tuya pero una de mis manos se quedó jugando con tus labios y entrando suavemente en una zona que estaba todavía dispuesta para que siguiese. Me besaste con fuerza, con rudeza, casi como si trataras de matarme con ese beso... 'quiero que me sigas follando, ¿o es que ya has terminado? Quiero que me partas en dos...'. Yo sonreí. Con un suave movimiento de cadera notaste como se apoyaba en tu muslo, casi a la altura de la ingle, mi polla de nuevo absolutamente tiesa y ya protegida con el condón. '¿De verdad creías que no lo iba a hacer? Con lo cerda que eres sabía que uno no te conformaría... así que no pararé hasta que no me lo supliques'. Simplemente, de un movimiento de cadera, deslicé mi miembro por tu ingle hasta entrar en ti.



Lo hice sin problemas, ya que estaba bastante más estrecho que la anterior vez, y sólo paré cuando llegaste a sentirla entera dentro. 'Eso espero, cabrón...', me jadeabas al oído mientras mordías la parte superior de mi oreja, teniéndome apresado entre tus brazos para que no pudiese alejarme, 'a ver si estás a la altura de lo que esta cerda necesita'. Poco a poco subí sacando la mayor parte de mí hasta dejar sólo la cabeza, y caí rápidamente con una fuerte embestida mientras mis manos te agarraban las piernas. No pudiste evitar soltar un leve gemido. 'Te puedo dar más de lo que puedes llegar a desear, sólo tienes que darme la libertad de ser el que manda'. Usaste las uñas hincándolas para poder elevarte y ponerte a la altura de mi oído. 'Como se te ocurra contenerte... de esta sales sin polla. Demuéstrame que sabes usarla o no merecerás tenerla'. '¿Acaso no lo he demostrado ya?'. Sonreíste dejándote caer desplomada incapaz de hacer algo más que no fuera recibir una tras otra las embestidas. Eran duras, fuertes, sin miedo a desgarrar el coño ya preparado que había dejado de antes. Yo me ponía cómodo para poder moverme más fuerte, dándole un ritmo vivo pero no especialmente rápido y tratando de partirte en dos... como me pedías. Tú gemías, me arañabas y tratabas de susurrar burradas que se quedaban en simples jadeos. Una de mis manos rodeaba tu espalda y la otra te agarraba del trasero para poder atraerte mejor. Tú, por inercia, movías la cadera para recibirme. No era pequeña y lo sentías dentro de ti. Notabas como se hundía cada vez que bajaba con fuerza y cómo iba rozando cada centímetro de la pared de tu interior. Eras capaz de sentir cada vena, cada curva, cada detalle de mí mientras yo sólo podía entregarme a ti. Me veías concentrado, marcándome un ritmo alegre que ponía en tensión todos mis músculos. Disfrutabas mirando cómo se marcaban, pero sobretodo te fijabas en que el abdomen se me perfilaba con ese movimiento. Apoyaste tus manos sobre los huesos de mi cadera para agarrarme y marcar el ritmo de los movimientos. Eras insaciable, sólo capaz de pedir más y más... y mientras yo perdía la vista en tus pechos. Ahí estaban, desnudos, botando ligeramente con los movimientos y yo deseándolos pero siendo incapaz de saborearlos en esta postura. Tú lo notaste y subiste las manos por tu cuerpo para jugar con ellos mientras me mirabas con deseo. Los recorrías, los manoseabas y apretabas el pezón cuando yo marcaba más los golpes de cadera. Estuvimos un rato así hasta que optamos por probar otra. Yo caí de rodillas mientras tus piernas seguían abiertas y mis caderas se movían. Cogiéndote de la espalda y los hombros te incorporé sobre mi, sentándote con tus piernas detrás, casi en mi espalda, y haciéndote cabalgar un poco a ti. Yo tenías mis manos en tu trasero para darte inercia en el movimiento y tú te entregabas como si no estuvieran quemando todos tus músculos. Te movías con fuerza y ritmo al principio hasta que noté que los gemidos empezaban a ser demasiado rápidos y... eras incapaz de continuar al mismo ritmo porque estabas terminando de nuevo. Cuando tú flojeabas, a base de brazos yo compensaba tu movimiento. Sentías como te venías teniéndome a mí dentro taladrándote poco a poco un centímetro más. En el éxtasis final no pudiste evitar soltar un alarido e hincarme de nuevo las uñas en la espalda ya llena de cortes. Te abrazaste a mí y, como segundos de tregua para que te recompusieras, te levanté en vilo sin que tú soltases mi cintura con tus piernas. Me apretabas con fuerza. Te dejé caer para que te pusieras de pie y vi corría un ligero reguero de ti sobre tu pierna. Estabas empapada, y caía poco a poco flujo al estar de pie. Tu descansaste un segundo recostada sobre mí mientras estábamos de pie pero... ver eso me superó. 'No hay pared pero... casi'. Susurré teniéndote exhausta abrazada a mí. Me miraste y esbozaste de nuevo una sonrisa, sintiendo que las fuerzas volvían. Yo te señalé el árbol que esa misma tarde nos había dado sombra. Tú sonreíste. Te dí un beso para que recuperases líquido y, con mi miembro todavía duro chocando contra tu vientre a cada movimiento, nos dirigimos al tronco del árbol.

Cogiéndote suavemente de las manos, te las guié para apoyarlas en el tronco del árbol. Te acerqué a ti al árbol, mirando ambos a él, y cuando tus manos estuvieron apoyadas recorrí con las mías todo tu brazo, tu hombro, caí por el costado disfrutando unos segundos de tus tetas y, cuando llegué a tu cadera frené. Casi como un cacheo, apoyé mis manos en el interior de tus muslos y los abrí ligeramente, echando tu cadera hacia atrás buscando una posición más cómoda. Tú me mirabas de reojo sin atreverte a decir nada. Sólo se escuchaba nuestra respiración entre cortada, y los latidos todavía excitados de nuestro corazón en los oídos retumbar. Tú bajaste una mano del árbol para coger de nuevo mi mástil, alegando 'es que tengo que volverla a poner a punto'. Cuando la cogiste sentiste que estaba increíblemente dura ya. 'Mientras sigas en esta postura, dejándome disfrutar de este trasero y pudiendo ver cómo consigo que se empapen tus piernas... no creo que me haga falta que me pongas a punto'. Sonreíste y, aprovechando que ya estaba todo preparado, te cogí de la cadera y con ayuda de tu mano entré en ti. Esta vez sentías que te rozaba por un sitio diferente mi polla. Sentías como subía haciendo presión sobre la cara anterior de la vagina, casi parecía que iba a salir por tu ombligo. Notaste como entraba y, al estar más estrecho con la posición, notabas como si fuera más grueso. Notaste como con miedo entré la primera vez y como centímetro a centímetro fue subiendo en ti. Gemías con un gemido suave y continuo todo el recorrido. Me moví en un par de ocasiones más suavemente y me pediste que empezara a follarte de verdad. Tus deseos son órdenes. Enganchándome bien de tu cadera; empecé a acercarte y alejarte de mí con mis braozs, mientras mi cadera se movía con mucha fuerza. No lo soportaste mucho sin dejar caer la cabeza sobre el tronco, exhausta. Cuando me cansé de coger tu cadera y noté que aunque la soltase tú continuabas los movimientos sola; disfruté de tus pechos con mis manos, asiéndome a ellos y jugando con tu durísimo pezón. Mientras te follaba tú no podías parar de jadear a gritarme que no parase, que querías sentirme más y más... así que eso hice. Como mi polla no llega a todos los rincones de tu vagina, bajé una mano deslizándola por la cadera y, mojándome en ti, jugué con tu clítoris mientras te iba taladrando poco a poco. Sólo podías gemir. Ya eras incapaz de continuar los movimientos, así que con la mano libre me apoyé en tu vientre y marqué los movimientos desde ahí. Cogía entre mis dedos tu perla, la acariciaba, jugada con el ritmo de la cadera y de la mano para que nunca estuvieras descansando. Sentí como de nuevo llegaste pero ni me inmuté en parar. Tú me pediste una vez que parase porque creías que ibas a morir en ese momento... pero se te quitaron las ganas en menos de diez segundos. Te follé. Te follé como si fuera a conseguir romperte. Te follé hasta que notaste como mordía la parte superior de tu oreja, avisándote que iba a llegar. 'Esa no se merece terminar dentro', dijiste cuando notaste que mordía tu oreja y de un movimiento brusco me sacaste de ti y te diste la vuelta. Me besaste el cuello mientras tu mano quitaba el preservativo y lo tiraba al suelo. Te dejaste caer de rodillas rápidamente, apoyando la espalda cuando lo necesitabas en el tronco, y continuaste con la boca. Me devorabas, sin miedo, sin ningún tipo de reparos. Yo continuaba tocándote la oreja para avisarte. 'Esto no lo voy a poder controlar...'. Me miraste sin sacártela del todo, mientras jugabas con ella y tu lengua golpeaba la cabeza. 'Quiero comértela, y no tengo más que decir. No tengo que darte explicaciones. Quiero sentir que tu polla es mía, porque lo es, y puedo hacer con ella lo que me de la gana'. Tu mano continuaba masturbándome mientras hiciste el parón para volver a chupar la cabeza. 'Y si termina ahora, que termine, pero no pienso separarme de tu polla hasta que me deje satisfecha'. Y no tuviste más que decir. No tenías que dar explicaciones. Te mereces tener esa polla para lo que quieras.

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