El
primer día, la toma de contacto, fue mejor de lo que cualquiera de los dos
hubiéramos deseado, aunque para mi desgracia dejaste claro que preferías que no
pasase nada entre nosotros durante estos días. No es que fuera necesario que
sucediese pero he de reconocer que desde que conocí que ibas a venir hasta mí,
mi cabeza trataba de planear situaciones y acercamientos para que fueras tú
quién diera el paso. Aun así, te entendí; aunque no nos engañemos, llevaba
demasiado tiempo esperándote para no intentar algunas jugadas muy sutiles para
despertar tu deseo. Nada muy invasor, nada muy obsceno ni violento.
Simplemente
cuidar que tuvieras un buen desayuno cada mañana, o lograr que acabásemos
durmiendo en la misma cama como buenos amigos. Me gustaba recorrer tu piel con
mis yemas mientras hablábamos de banalidades y preguntarte para, mientras te
escuchaba contar todo lo que deseases decir en ese momento, continuar con el
cosquilleo de mi piel danzando sobre tus interminables muslos o incluso
recorriendo la insinuación de tu clavícula. Creo que no te diste cuenta, pero
la noche en que llegaste incluso dejé bajo tu almohada una bolsita de hierbas
aromáticas para que te relajases esa noche... de hecho, todavía me arrepiento
de no haber intentado nada en ese momento porque mi cabeza estaba exigiéndome
que lo hiciese, porque estaba totalmente seguro de que lo hubiésemos
disfrutado. Por suerte, esa escapada me tenía preparadas sorpresas para
compensarlo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Fue una
coincidencia que disputara un partido la selección mientras tú estabas aquí, y
la verdad es que resultó ser un alivio para no tener que buscarte un plan
perfecto en la capital. Esa misma tarde me dijiste que habías quedado con unos
amigos para ver el partido en una gran pantalla y yo me apunté, ya que sólo te
iba a tener unas horas pretendía aprovecharte, y más con la excusa de que tus
amigos venían como pareja. Aprovechamos el viaje en tren para continuar
poniéndonos al día después de estos años, y yo no pude evitar darme cuenta de
cómo habían evolucionado tus curvas. Y es cierto que los pijamas en verano son
escasos, pero en la primera noche estaba atento a demasiados detalles que
cuidar como para poder observarte como te merecías; así que la ocasión en la
que tú continuabas contándome tus desamores y andaduras mirando distraída por
el cristal del cercanías era perfecta para descubrirte.
Tu pelo
oscuro caía liso y; joder, no sé como lo haces pero genera un perfume que tardó
semanas en esfumarse, aunque me hubiese gustado que me acompañase durante más
tiempo. No es que tuvieras unas curvas exuberantes, pero eran muchísimo más
sugerente de lo que las fotos dejaban ver. Tu cuerpo menudo incluía un escote
breve pero suficiente como para resultar femenino, a parte de que ese palabra
de honor parecía quedarte especialmente bien. Una falda corta pero amplia
dejaba a las vistas tus pálidas piernas. No es que esté en contra de la nueva
moda respecto al bronceado, pero una mujer con el pelo moreno y un tono
ligeramente pálido me parece muchísimo más llamativo; y más cuando la oscura
falda cortaba con tus sugerentes muslos haciéndolos muchísimo más llamativos.
No lo
pude evitar y mientras continuabas con tu explicación apoyé mi mano sobre tu
rodilla haciendo que subiese poco a poco. Tú me miraste cuando lo hice,
creyendo que era una forma de llamar tu atención, así que yo mismo me sorprendí
por lo que trataba de hacer y disimulé mis instintos convirtiéndolo en una
caricia cariñosa. Debía tener cuidado en un futuro y no perderme en tu piel,
porque no sería capaz de volver a controlarme. Ha sido una grandísima sorpresa
encontrarme tan cómodo contigo después de este tiempo, pero descubrir el físico
envidiable tan cerca de mi mano y tan deseable... ya, tenía que olvidarme de esas
ideas. Te sonreí y seguí incitándote a que continuases descubriéndome secretos
de tu vida, que para algo habías venido.
El
viaje se nos pasó volando: tú porque te entretuviste hablando; y yo porque me
divertí contando uno a uno tus lunares con disimulo, que no hay tantos a la
vista y eso lo hacía más divertido. Además era gratificante verte tan
ilusionada recorriendo la capital, así que decidí que mientras hacíamos tiempo
dar un pequeño paseo hasta acabar en un parque continuando con la conversación
pero esta vez algo más... cercanos. Comenzábamos a míranos con otros ojos y a
imaginarnos lo espectacular que podría terminar siendo ese finde si tan solo
alguno se atreviese a dar el paso. Tú te acurrucabas sobre mí en búsqueda de
comodidad, y yo aprovechaba para que mi olfato se degustara con tu pelo
mientras, al bajar la mirada, me sorprendía encontrando tu palabra de honor
desde una posición privilegiada. No sé si fue algo deliberado ese movimiento,
pero me estaba comenzando a resultar complicado escoger la erección que iba
creciendo cada vez más...
Algo en
mí comenzó a dejarse llevar y, mientras te abrazaba sosteniéndote y acariciando
con mis yemas la línea de tu cintura que delimitaba la falda, comencé a
inclinarme lo suficiente como para que mi mejilla rozara con la tuya provocando
un dulce cosquilleo con mi barba. Tú, tratando de aparentar que eran cariños a
los que estabas acostumbrada, continuabas hablando mientras yo apoyaba con
ternura mis labios humedecidos en tu mejilla marcando un camino que en tres
besos llegó hasta tu cuello. Entonces sentí como la musculatura de tu cuello se
marcaba y contenías la respiración, movimiento que yo aprovechaba para recorrer
apoyando los labios la longitud de tu esternocleidomastoideo. 'Cuidado, que me
vas a volver loca así', susurraste cuando mis besos llegaron a tu clavícula.
'Te mereces estar en las mismas condiciones... ¿no vas a seguir contándome?',
te insté manteniendo mis pupilas clavas en tus ojos a escasos centímetros de
tus labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario