13.7.12

Festejando la victoria (I)

              En esta ocasión, como era justo, fuiste tú quién tuviste que venir a visitarme a mi lugar, y la verdad es que lo agradecí. Había pasado mucho tiempo desde que me hospedé en tu casa, pero aun así en mi cabeza reinaba la idea de darte un fin de semana espectacular que pudieses recordar y que, siendo sincero, te hiciera arrepentirte no haber venido antes. Discúlpame pero soy así: me gusta que, cuando alguien me importa, dejarle claro lo que se está perdiendo cuando prioriza a otras personas en su vida; y así de paso le ofrezco lo mejor que tengo en mi mano.

               El primer día, la toma de contacto, fue mejor de lo que cualquiera de los dos hubiéramos deseado, aunque para mi desgracia dejaste claro que preferías que no pasase nada entre nosotros durante estos días. No es que fuera necesario que sucediese pero he de reconocer que desde que conocí que ibas a venir hasta mí, mi cabeza trataba de planear situaciones y acercamientos para que fueras tú quién diera el paso. Aun así, te entendí; aunque no nos engañemos, llevaba demasiado tiempo esperándote para no intentar algunas jugadas muy sutiles para despertar tu deseo. Nada muy invasor, nada muy obsceno ni violento.

                Simplemente cuidar que tuvieras un buen desayuno cada mañana, o lograr que acabásemos durmiendo en la misma cama como buenos amigos. Me gustaba recorrer tu piel con mis yemas mientras hablábamos de banalidades y preguntarte para, mientras te escuchaba contar todo lo que deseases decir en ese momento, continuar con el cosquilleo de mi piel danzando sobre tus interminables muslos o incluso recorriendo la insinuación de tu clavícula. Creo que no te diste cuenta, pero la noche en que llegaste incluso dejé bajo tu almohada una bolsita de hierbas aromáticas para que te relajases esa noche... de hecho, todavía me arrepiento de no haber intentado nada en ese momento porque mi cabeza estaba exigiéndome que lo hiciese, porque estaba totalmente seguro de que lo hubiésemos disfrutado. Por suerte, esa escapada me tenía preparadas sorpresas para compensarlo. Pero no adelantemos acontecimientos.

                Fue una coincidencia que disputara un partido la selección mientras tú estabas aquí, y la verdad es que resultó ser un alivio para no tener que buscarte un plan perfecto en la capital. Esa misma tarde me dijiste que habías quedado con unos amigos para ver el partido en una gran pantalla y yo me apunté, ya que sólo te iba a tener unas horas pretendía aprovecharte, y más con la excusa de que tus amigos venían como pareja. Aprovechamos el viaje en tren para continuar poniéndonos al día después de estos años, y yo no pude evitar darme cuenta de cómo habían evolucionado tus curvas. Y es cierto que los pijamas en verano son escasos, pero en la primera noche estaba atento a demasiados detalles que cuidar como para poder observarte como te merecías; así que la ocasión en la que tú continuabas contándome tus desamores y andaduras mirando distraída por el cristal del cercanías era perfecta para descubrirte.

                Tu pelo oscuro caía liso y; joder, no sé como lo haces pero genera un perfume que tardó semanas en esfumarse, aunque me hubiese gustado que me acompañase durante más tiempo. No es que tuvieras unas curvas exuberantes, pero eran muchísimo más sugerente de lo que las fotos dejaban ver. Tu cuerpo menudo incluía un escote breve pero suficiente como para resultar femenino, a parte de que ese palabra de honor parecía quedarte especialmente bien. Una falda corta pero amplia dejaba a las vistas tus pálidas piernas. No es que esté en contra de la nueva moda respecto al bronceado, pero una mujer con el pelo moreno y un tono ligeramente pálido me parece muchísimo más llamativo; y más cuando la oscura falda cortaba con tus sugerentes muslos haciéndolos muchísimo más llamativos.

                No lo pude evitar y mientras continuabas con tu explicación apoyé mi mano sobre tu rodilla haciendo que subiese poco a poco. Tú me miraste cuando lo hice, creyendo que era una forma de llamar tu atención, así que yo mismo me sorprendí por lo que trataba de hacer y disimulé mis instintos convirtiéndolo en una caricia cariñosa. Debía tener cuidado en un futuro y no perderme en tu piel, porque no sería capaz de volver a controlarme. Ha sido una grandísima sorpresa encontrarme tan cómodo contigo después de este tiempo, pero descubrir el físico envidiable tan cerca de mi mano y tan deseable... ya, tenía que olvidarme de esas ideas. Te sonreí y seguí incitándote a que continuases descubriéndome secretos de tu vida, que para algo habías venido.

                El viaje se nos pasó volando: tú porque te entretuviste hablando; y yo porque me divertí contando uno a uno tus lunares con disimulo, que no hay tantos a la vista y eso lo hacía más divertido. Además era gratificante verte tan ilusionada recorriendo la capital, así que decidí que mientras hacíamos tiempo dar un pequeño paseo hasta acabar en un parque continuando con la conversación pero esta vez algo más... cercanos. Comenzábamos a míranos con otros ojos y a imaginarnos lo espectacular que podría terminar siendo ese finde si tan solo alguno se atreviese a dar el paso. Tú te acurrucabas sobre mí en búsqueda de comodidad, y yo aprovechaba para que mi olfato se degustara con tu pelo mientras, al bajar la mirada, me sorprendía encontrando tu palabra de honor desde una posición privilegiada. No sé si fue algo deliberado ese movimiento, pero me estaba comenzando a resultar complicado escoger la erección que iba creciendo cada vez más...

                Algo en mí comenzó a dejarse llevar y, mientras te abrazaba sosteniéndote y acariciando con mis yemas la línea de tu cintura que delimitaba la falda, comencé a inclinarme lo suficiente como para que mi mejilla rozara con la tuya provocando un dulce cosquilleo con mi barba. Tú, tratando de aparentar que eran cariños a los que estabas acostumbrada, continuabas hablando mientras yo apoyaba con ternura mis labios humedecidos en tu mejilla marcando un camino que en tres besos llegó hasta tu cuello. Entonces sentí como la musculatura de tu cuello se marcaba y contenías la respiración, movimiento que yo aprovechaba para recorrer apoyando los labios la longitud de tu esternocleidomastoideo. 'Cuidado, que me vas a volver loca así', susurraste cuando mis besos llegaron a tu clavícula. 'Te mereces estar en las mismas condiciones... ¿no vas a seguir contándome?', te insté manteniendo mis pupilas clavas en tus ojos a escasos centímetros de tus labios.



No hay comentarios:

Publicar un comentario