10.7.12

Recordando tu perfume (II)

Ambos supimos que no te referías a un tierno beso en la mejilla como cualquier otra amiga podría ofrecer en broma. Mantuvimos la mirada e inconscientemente humedecí mis labios ante la tentativa. Me pone muchísimo que me contestes a mis juegos, y no te vuelvas una jugadora pasiva. Las mujeres con soltura para esas cosas siempre ganan puntos y... por mucho que la vista me estuviera totalmente nublada por un centenar de ideas cada cuál más descabellada y placentera, conseguí mantener el autocontrol y dirigirme a tu cama para sentarme como si nada hubiese sucedido. Tú me seguiste, cogiendo el portátil para comenzar a cargar el vídeo. Rompimos la fina capa de escarcha que se había creado en ese momento con otro par de bromas y aprovechamos que el capítulo estaba especialmente entretenido para poder despejar un poco la cabeza.

Sabes que soy incapaz de tener la delicia de tu cuerpo cerca sin contenerme a acariciarlo, y tampoco es que te moleste. No se trata de un magreo lascivo ni un intento de meter mano, sino simplemente sentir el contacto de la yema de mis dedos por las curvas del circuito que delimita tu cuerpo. Es cierto que en ocasiones se deslizan por el escote más de lo que debería, o suben a una altura donde las piernas dejan de considerarse como tal; pero gozamos de la suficiente confianza como para ser capaces de disfrutar del placer de una caricia sin intentar ponerle límites. Tumbado a tu lado me perdía en muchas ocasiones de la trama del capítulo saboreando el perfume de tu cabello y jugando con mis uñas en tus poros. Obviamente no había ningún problema, no creo que ningún giro en la argumento fuese capaz de eclipsar el espectáculo de tu cuerpo y sé que tú gozabas sintiéndote querida entre mis manos. No es la primera vez que me dices que soy capaz de transmitir cariño siempre que te acaricio. No te confundas, no transmito el cariño, de hecho me encantaría ser capaz de evitarlo, pero siento tanto que simplemente se me escapa por los dedos cuando tu piel está tan cerca.

Cuando terminó te giraste para poder continuar comentándolo mientras nos mirábamos a los ojos. Las caricias habían parado, pero seguíamos estando realmente cerca y podía sentir en tu expresión la tranquilidad y la ternura que sentías como agradecimiento por los tratos recibidos. Jamás se me ocurriría que me dieses nada a cambio por cosas como esas... si las hago es porque necesito hacerlas, y ya se me ocurren muchos sacrificios que no me molestaría ver recompensados como para que tengas que darme nada por eso. Fue entonces, aprovechando que estábamos realmente cómodos, cuando acurrucada sobre mi hombro decidiste atacar. 'Hecho muchísimo de menos tus masajes, y la verdad es que ahora me vendría genial'. 'Sabes que no está bien que me pidas estas cosas. No soy capaz de decirte que no, y luego me siento un calzonazos'. Tanta ternura estaba sacando de nosotros la faceta más sincera, la que en el fondo echaba en falta que existiera un nosotros. Mantuvimos unos segundos la mirada hasta que sonreíste y contestaste, 'anda tonto, ¡que también me he puesto bonita por debajo y así lo ves!'. Golpe bajo. Aturdido. El árbitro comienza a contar: 3... 2... 1...
No, todavía no estaba KO, pero sí me dejaste tocado con ese comentario. Me obligué a recordar las ideas del principio de la tarde: buscar el cariño el uno en el otro está bien mientras no se convierta en otra cosa. Me incorporé y busqué la crema donde siempre la dejabas, mientras tú sentada desabotonabas tu camisa para luego deshacerte de ella. No es que me pusieras ninguna pega a que te mirase, de hecho habíamos llegado a ese punto que te parecía gracioso y halagador provocar que quisiera disfrutar con verte, pero yo todavía seguía prefiriendo hacerlo con cierto disimulo para mantener la máscara de que sigo teniendo el control sobre mi cabeza. Es una absoluta mentira. Pero de un tamaño descomunal. Hacía muchísimo que tenías total control sobre mi cuerpo en general, y si en ocasiones no me abalanzaba sobre ti como un primate buscando saciar mis instintos más básicos era porque sabía que este juego te hacía disfrutar casi más que a mí. Y porque soy estúpido, he de reconocer. Hay momentos que todavía me planteo cómo pude contenerme.

Tras dejar caer la camisa con el cuidado suficiente para otorgarme unos preciosos segundos admirando cómo este sujetador favorecía muchísimo el tu más que atractivo escote natural, de un movimiento sonó el chasquido del sujetador y te tumbaste bocabajo mientras te lo quitaba. Si hubiera estado mirando como el depravado que llevo dentro me exigía, hubiera podido ver pefectamente tu pecho. Eras consciente de ello y te gustaba esos detalles, al igual que yo disfrutaba sorprendiéndome por haber podido mantener la mirada en el cajón para encontrar la crema. Bueno, tan sorprendido como expectante rezando por que esa no hubiera sido la única oportunidad. Tú te colocaste con toda la calma del mundo tu largo pelo para que no nos estorbase, y yo llegué a ponerme en un lateral de la cama justo al lado de tu figura. Entonces, como si nada, como si fuera algo que estás completamente acostumbrada a hacer delante de cualquiera, alzaste un poco tu cadera y, enganchando ambas manos en sus laterales, deslizaste el pantaloncito de estar por casa poco a poco remarcando la escultura de tu trasero. Me conocías, así que me concediste ese capricho mientras tenías la cabeza apoyada mirando hacia la pared, como dejándome claro que no hacía falta que disimulase y podía disfrutar con el detalle. Total, sabías perfectamente dónde estaba clavada mi vista. Debajo descubriste un cullot a rayas que se pegaba como una segunda piel, dando un toque juvenil pero sin olvidarse de dejar claro lo especialmente bonita que es esa parte de tu anatomía. Si me contuve para no pegarle un bocado en ese momento fue porque vine merendado a tu casa. Pero ese apetito no dejaba de crecer por momentos.

'¿Me ayudas?', dijiste al girar la cara para verme el rostro tan inocente que parecía mentira pensar que el show que habías montado un instante antes era con premeditación y alevosía. 'Claro, claro', carraspeé rápidamente cogiendo por los laterales el pantalón y, deliberadamente, acariciando tu mano al hacerlo. Cuando lo saqué por tus tobillos te acomodaste en el siguiente esperando el contacto de mis manos, y abriendo ligeramente las piernas involuntariamente. No hace falta que dé detalles; pero sí diré que mientras te hacía relajarte y disfrutar del paseo que mis dedos hicieron por tu espalda, tú me estabas dedicando una vista espectacular con la que me cobré el masaje. O, por lo menos, una parte de él. Ya sabes lo que dicen, si sabes hacer algo bien, jamás lo hagas gratis. Continué hasta que sentí que estabas lo suficientemente relajada mientras mi cabeza maquinaba un sinfín de posibilidades de cómo podría continuar con la tarde, siendo mi parte racional la encargada de desparcharlas una a una. El problemas es que muchas ofrecían alicientes muy seductores. Y se asentaron convenciéndome poco a poco...

1 comentario:

  1. Como me ha encantado este relato, joder.
    Hacía tiempo que no leía algo tan jodidamente bueno (:
    bikus niño

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