15.7.12

Festejando la victoria (III)


                Fui consciente que tu palabra de honor era blanco, pero no fue eso lo que terminó con mi cordura. Nunca podré resistir la imagen de tu pelo mojado y pegado a tu cuello, volviéndolo en negro tan intenso que chocaba con tu pálida piel. Además tus piernas brillaban por las gotas de las salpicaduras y las volvían todavía más apetecibles. Por eso te sorprendió, tras abrazar a un desconocido y buscando mi mirada para compartir la felicidad del surrealismo de la situación, encontrarme devorándose con la mirada mientras me mordía el labio inferior y suspirando intentando tranquilizarme. Entonces fuiste consciente de cómo iba a terminar la noche, respiraste hondo asimilando lo que ocurría, sonreíste aceptándolo y afirmaste con la cabeza dándome el visto bueno por lo que iba a hacer. Luego corriste hacia mis brazos.

                Saltaste sobre mí abrazándome con fuerza, y yo ésta vez no tuve el menor reparo en cogerte con fuerza por las nalgas desde debajo de tu falda. Podía sentir en mis dedos tu trasero cubierto sólo por la suave y fina tela de tu culote, atrayéndote con fuerza mientras tú te entretenías devorándome el labio cómo si quisieras arrancármelo. Aunque no te lo pensaba poner tan fácil. Tus manos se aferraban a mi espalda con las uñas ofreciendo un espectáculo que nuestros compañeros de fuente no tardaron en vitorear y comentar pero no nos molestaba, sino que nos excitaba todavía más. Tus piernas abiertas se enganchaban a mi cintura acercándote lo suficiente cómo para sentir lo excitadísimo que estaba que, sumado con el vaivén que te estaba dando con los brazos, te hacia sentir un roce provocando que gimieses en mi oído mientras yo te devoraba el cuello. Es tanto tiempo hablando que conozco lo que te gusta, cariño. Y claramente te estaba volviendo loca.

                Tras unos instantes jugando que hicieron temblar tus piernas sentía que se acercaba tu clímax y quise alargarlo un poco así que, con otro beso, volví a apoyarte en el suelo para poder ver tu cara descompuesta de deseo. Era una visión excitante hasta límites que no sabría describir por lo que, con cierta prisa, bajamos de nuevo de la fuente riendo por los comentarios de nuestros vecinos agradecidos por el espectáculo ofrecido. Cuando nos calzamos de nuevo, di la vuelta y, guiñándote un ojo, les regalé una reverencia que entre risas tú me seguiste. Volvimos con otro fugaz beso y comenzamos a andar con prisa, ya que teníamos prioridades. "¿Dónde me llevarás?", me preguntaste en un susurro acercándote a mi hombro. "Donde pueda amarte como te mereces", contesté clavando mi mirada en la tuya antes de seguir con la carrera. Pude oír claramente cómo tu respiración se cortaba un instante y tu corazón se desbocaba al oírlo. Sabes que llevaba demasiado tiempo esperando mi oportunidad, y te iba a regalar un recuerdo que te ayudase durante mucho tiempo.

                Ya era lo suficiente tarde como para haber perdido el último tren hasta casa, que era la primera opción de escenario para hacerme disfrutar de mi compañía; y no tenía el cuerpo como para esperar pacientemente uno de los autobuses nocturnos además de, había que reconocer, habría otros lugares mucho más divertidos en una ciudad inexplorada. Las paradas en el paseo cada vez eran más frecuente, y los besos dieron paso a mis dedos para colarse en algunas ocasiones debajo de tu falda y continuar lo que habíamos comenzado en la fuente que, aunque no te dignases a pedírmelo, tus párpados temblando y tu respiración produciendo gemidos en tu garganta confesaban que estabas muriéndote de ganas de que siguiera. Pero no quería terminar ahí. Además, sentirte agonizando entre mis dedos la verdad es que era muy excitante; aunque más excitante era descubrir lo loba que te vuelves en estas situaciones, y la pasión que puedes volcar al besar en estos casos. Joder, creía que me iba a correr con cada beso...

                Fue entonces cuando sentí que estabas realmente cerca, que la siguiente vez que parásemos a saciarnos ibas a terminar en medio de la calle y, por muy morbosa que sea la situación, no quería que te tuvieses que controlar de esa manera, al igual que tampoco quería que fuese sobre la ropa el último movimiento. Buscando como un desesperado entre las calles una estrella como los Reyes Magos que marcase el lugar idóneo, encontré que una señora salía de un portal justo a nuestro lado dejando deliberadamente la puerta cerrar poco a poco. Era nuestro momento. Te miré, pero en tu cara sólo había éxtasis y deseo por terminar lo que había empezado, lo cuál me impedía conocer tu opinión sobre la idea... no me hizo falta. Si estabas en mi mano, eras mi responsabilidad en ese momento. Así que cogiéndote con fuerza me metí en ese portal desconocido y amplio, oyendo al entrar como reías por el sinsentido que estaba cobrando esa situación. Bendito deseo que saca lo mejor de mí.

                Nada más entrar y tras analizar unos instantes cómo era el portal, te llevé a un rincón un poco apartado y, apoyando ambas manos sobre tu cadera, te golpeé con firmeza contra la pared poniéndome entre tus piernas y devorando de nuevo tus labios. Sentía cómo me escocían de los mordiscos, pero el único remedio que quería era más y más besos tuyos. Tus manos parecía que buscaban en mi cuerpo el contacto y se movían sin ningún tipo de patrón apretándome contra ti; cosa que yo tuve que evitar porque me moría de ganas de comerme esas tetas y lo pensaba hacer ahora que teníamos un mínimo de intimidad. Nada mas tirar hacia abajo del palabra de honor me sorprendieron unos pezones erizados y durísimos los cuales, antes de probar, acaricié con la yema de los dedos mientras te miraba a los ojos. 'Estas increíblemente cachonda, eh...', y tu respuesta se limitó a una pícara sonrisa y una mirada baja, admitiéndolo; 'pues ya que me lo he ganado pienso jugar con tu cuerpo como me venga en gana', te susurré alargando las eses y convirtiéndolas en lametones al lóbulo de tu oreja, 'porque quiero que no puedas contener un grito al correrte, golfa. A ver si nos echan...'. Y bajé. Recorrí, con cierta prisa, tu clavícula de nuevo con besos húmedos de tanto compartir nuestras salivas hasta que encontré por fin tu receptivo pezón y le regalé un bis a bis con mi lengua que pareció hacerte gemir. Una de las manos saludaba al otro pecho suplicándole un poco de tranquilidad, que llegaría su momento, mientras la otra se deslizaba marcando exageradamente el camino por el largo recorrido que separaba tu esternón de esa falda. Cuando llegó a introducir el principio de mis dedos dentro de tu ropa interior, pude sentir entre mis labios como tu pecho se inflaba conteniendo la respiración y deseoso de sentir por fin la atención que tus bajos se merecían.

                Cuando llegó, a parte de sentir tus uñas clavándome y escuchar tu garganta gemir, pude notar como realmente estabas empapada, así que opté por no hacerme esperar más. Con rápidos movimientos circulares y usando de apoyo el cuerpo de la mano sobre tu ponte de venus para que los movimientos te rozasen toda la vulva. Tu boca era incapaz de contenerse, y ya dejó de importarte tener los pechos al aire aunque no estuviese atendiéndolos con la boca; pero lo que quería en ese momento era alejarme lo suficiente para tener la perspectiva del espectáculo que me estabas regalando. Sentía como los temblores subían de tus piernas haciendo palpitar también tu vientre, cómo se acercaba el momento que daba la impresión te desplomaría. Quería llevarte a ese lugar para que recordases durante mucho tiempo lo que fui capaz sólo con dos dedos. Entonces empezó. Empezó la función final. Tus jadeos se apagaron, cerraste los ojos con fuerza y tu cadera palpitó unos golpes finales antes de ver cómo comenzabas a temblar entera. Continué disminuyendo un poquito el ritmo para prolongarte ese éxtasis, y le otorgué un poco más de firmeza por las ganas que me estaba provocando esa visión. Entonces decidí acercarme a tu cuello y regalarle un par de húmedos besos mientras te sentía terminar. Y entonces me di cuenta. Lo mío son las palabras, vamos a tratar de alargarlo sólo usando las palabras...

                'Llevaba soñando con este momento demasiados años', te susurraba alargando las palabras logrando que así se alargase tu orgasmo, 'y has intentado negármelo... ¿de verdad crees que me podría aguantar? Has jugado con mi deseo en demasiadas ocasiones como para permitirme carta blanca con tu cuerpo, porque te voy a dar una escapada que sólo con recordarla sentirás temblar tus piernas. Eres mía, cariño. Eres mía porque lo he ganado. Y no te preocupes, te haré mía tantas veces y de tantas maneras que vas a suplicar poder ser mía para siempre. Porque eres una de las personas más excitantes que he conocido nunca, porque con tan solo olerte', acercándome un poco más a tu pelo para poder saborearlo de nuevo, 'eres capaz de sacar de mí los sentimientos más animales. Y eso se merece un premio, ¿no? El premio de hacerte gozar como nunca te creíste capaz'. Entonces sentí cómo te desplomabas en mis brazos y convirtiendo las caricias de mis dedos en un suave masaje por tus labios inferiores, concluí: 'Porque voy a darte lo que te debo, te voy a conceder un fin de semana que te alegrará los días durante mucho tiempo sólo con recordarlo. Porque te quiero y te deseo como hace tiempo olvidé que podía hacerlo. Y gózalo, mylady. Porque durante estos días sólo existiré para ti'. Cuando me acerqué, giraste el rostro para corresponderme mi beso contestando todas las afirmaciones que yo había soltado hasta ahora.

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