Fui
consciente que tu palabra de honor era blanco, pero no fue eso lo que terminó
con mi cordura. Nunca podré resistir la imagen de tu pelo mojado y pegado a tu
cuello, volviéndolo en negro tan intenso que chocaba con tu pálida piel. Además
tus piernas brillaban por las gotas de las salpicaduras y las volvían todavía
más apetecibles. Por eso te sorprendió, tras abrazar a un desconocido y
buscando mi mirada para compartir la felicidad del surrealismo de la situación,
encontrarme devorándose con la mirada mientras me mordía el labio inferior y
suspirando intentando tranquilizarme. Entonces fuiste consciente de cómo iba a
terminar la noche, respiraste hondo asimilando lo que ocurría, sonreíste
aceptándolo y afirmaste con la cabeza dándome el visto bueno por lo que iba a
hacer. Luego corriste hacia mis brazos.
Saltaste
sobre mí abrazándome con fuerza, y yo ésta vez no tuve el menor reparo en
cogerte con fuerza por las nalgas desde debajo de tu falda. Podía sentir en mis
dedos tu trasero cubierto sólo por la suave y fina tela de tu culote,
atrayéndote con fuerza mientras tú te entretenías devorándome el labio cómo si
quisieras arrancármelo. Aunque no te lo pensaba poner tan fácil. Tus manos se
aferraban a mi espalda con las uñas ofreciendo un espectáculo que nuestros
compañeros de fuente no tardaron en vitorear y comentar pero no nos molestaba,
sino que nos excitaba todavía más. Tus piernas abiertas se enganchaban a mi
cintura acercándote lo suficiente cómo para sentir lo excitadísimo que estaba
que, sumado con el vaivén que te estaba dando con los brazos, te hacia sentir
un roce provocando que gimieses en mi oído mientras yo te devoraba el cuello.
Es tanto tiempo hablando que conozco lo que te gusta, cariño. Y claramente te
estaba volviendo loca.
Tras
unos instantes jugando que hicieron temblar tus piernas sentía que se acercaba
tu clímax y quise alargarlo un poco así que, con otro beso, volví a apoyarte en
el suelo para poder ver tu cara descompuesta de deseo. Era una visión excitante
hasta límites que no sabría describir por lo que, con cierta prisa, bajamos de
nuevo de la fuente riendo por los comentarios de nuestros vecinos agradecidos
por el espectáculo ofrecido. Cuando nos calzamos de nuevo, di la vuelta y,
guiñándote un ojo, les regalé una reverencia que entre risas tú me seguiste.
Volvimos con otro fugaz beso y comenzamos a andar con prisa, ya que teníamos
prioridades. "¿Dónde me llevarás?", me preguntaste en un susurro
acercándote a mi hombro. "Donde pueda amarte como te mereces",
contesté clavando mi mirada en la tuya antes de seguir con la carrera. Pude oír
claramente cómo tu respiración se cortaba un instante y tu corazón se desbocaba
al oírlo. Sabes que llevaba demasiado tiempo esperando mi oportunidad, y te iba
a regalar un recuerdo que te ayudase durante mucho tiempo.
Ya era
lo suficiente tarde como para haber perdido el último tren hasta casa, que era
la primera opción de escenario para hacerme disfrutar de mi compañía; y no
tenía el cuerpo como para esperar pacientemente uno de los autobuses nocturnos
además de, había que reconocer, habría otros lugares mucho más divertidos en
una ciudad inexplorada. Las paradas en el paseo cada vez eran más frecuente, y
los besos dieron paso a mis dedos para colarse en algunas ocasiones debajo de
tu falda y continuar lo que habíamos comenzado en la fuente que, aunque no te
dignases a pedírmelo, tus párpados temblando y tu respiración produciendo
gemidos en tu garganta confesaban que estabas muriéndote de ganas de que
siguiera. Pero no quería terminar ahí. Además, sentirte agonizando entre mis
dedos la verdad es que era muy excitante; aunque más excitante era descubrir lo
loba que te vuelves en estas situaciones, y la pasión que puedes volcar al
besar en estos casos. Joder, creía que me iba a correr con cada beso...
Fue
entonces cuando sentí que estabas realmente cerca, que la siguiente vez que
parásemos a saciarnos ibas a terminar en medio de la calle y, por muy morbosa
que sea la situación, no quería que te tuvieses que controlar de esa manera, al
igual que tampoco quería que fuese sobre la ropa el último movimiento. Buscando
como un desesperado entre las calles una estrella como los Reyes Magos que
marcase el lugar idóneo, encontré que una señora salía de un portal justo a
nuestro lado dejando deliberadamente la puerta cerrar poco a poco. Era nuestro
momento. Te miré, pero en tu cara sólo había éxtasis y deseo por terminar lo
que había empezado, lo cuál me impedía conocer tu opinión sobre la idea... no me
hizo falta. Si estabas en mi mano, eras mi responsabilidad en ese momento. Así
que cogiéndote con fuerza me metí en ese portal desconocido y amplio, oyendo al
entrar como reías por el sinsentido que estaba cobrando esa situación. Bendito
deseo que saca lo mejor de mí.
Nada
más entrar y tras analizar unos instantes cómo era el portal, te llevé a un
rincón un poco apartado y, apoyando ambas manos sobre tu cadera, te golpeé con
firmeza contra la pared poniéndome entre tus piernas y devorando de nuevo tus labios.
Sentía cómo me escocían de los mordiscos, pero el único remedio que quería era
más y más besos tuyos. Tus manos parecía que buscaban en mi cuerpo el contacto
y se movían sin ningún tipo de patrón apretándome contra ti; cosa que yo tuve
que evitar porque me moría de ganas de comerme esas tetas y lo pensaba hacer
ahora que teníamos un mínimo de intimidad. Nada mas tirar hacia abajo del
palabra de honor me sorprendieron unos pezones erizados y durísimos los cuales,
antes de probar, acaricié con la yema de los dedos mientras te miraba a los
ojos. 'Estas increíblemente cachonda, eh...', y tu respuesta se limitó a una
pícara sonrisa y una mirada baja, admitiéndolo; 'pues ya que me lo he ganado
pienso jugar con tu cuerpo como me venga en gana', te susurré alargando las
eses y convirtiéndolas en lametones al lóbulo de tu oreja, 'porque quiero que
no puedas contener un grito al correrte, golfa. A ver si nos echan...'. Y bajé.
Recorrí, con cierta prisa, tu clavícula de nuevo con besos húmedos de tanto
compartir nuestras salivas hasta que encontré por fin tu receptivo pezón y le
regalé un bis a bis con mi lengua que pareció hacerte gemir. Una de las manos
saludaba al otro pecho suplicándole un poco de tranquilidad, que llegaría su
momento, mientras la otra se deslizaba marcando exageradamente el camino por el
largo recorrido que separaba tu esternón de esa falda. Cuando llegó a
introducir el principio de mis dedos dentro de tu ropa interior, pude sentir
entre mis labios como tu pecho se inflaba conteniendo la respiración y deseoso
de sentir por fin la atención que tus bajos se merecían.
Cuando
llegó, a parte de sentir tus uñas clavándome y escuchar tu garganta gemir, pude
notar como realmente estabas empapada, así que opté por no hacerme esperar más.
Con rápidos movimientos circulares y usando de apoyo el cuerpo de la mano sobre
tu ponte de venus para que los movimientos te rozasen toda la vulva. Tu boca
era incapaz de contenerse, y ya dejó de importarte tener los pechos al aire
aunque no estuviese atendiéndolos con la boca; pero lo que quería en ese
momento era alejarme lo suficiente para tener la perspectiva del espectáculo
que me estabas regalando. Sentía como los temblores subían de tus piernas
haciendo palpitar también tu vientre, cómo se acercaba el momento que daba la
impresión te desplomaría. Quería llevarte a ese lugar para que recordases
durante mucho tiempo lo que fui capaz sólo con dos dedos. Entonces empezó.
Empezó la función final. Tus jadeos se apagaron, cerraste los ojos con fuerza y
tu cadera palpitó unos golpes finales antes de ver cómo comenzabas a temblar
entera. Continué disminuyendo un poquito el ritmo para prolongarte ese éxtasis,
y le otorgué un poco más de firmeza por las ganas que me estaba provocando esa
visión. Entonces decidí acercarme a tu cuello y regalarle un par de húmedos
besos mientras te sentía terminar. Y entonces me di cuenta. Lo mío son las
palabras, vamos a tratar de alargarlo sólo usando las palabras...
'Llevaba
soñando con este momento demasiados años', te susurraba alargando las palabras
logrando que así se alargase tu orgasmo, 'y has intentado negármelo... ¿de
verdad crees que me podría aguantar? Has jugado con mi deseo en demasiadas
ocasiones como para permitirme carta blanca con tu cuerpo, porque te voy a dar
una escapada que sólo con recordarla sentirás temblar tus piernas. Eres mía,
cariño. Eres mía porque lo he ganado. Y no te preocupes, te haré mía tantas
veces y de tantas maneras que vas a suplicar poder ser mía para siempre. Porque
eres una de las personas más excitantes que he conocido nunca, porque con tan
solo olerte', acercándome un poco más a tu pelo para poder saborearlo de nuevo,
'eres capaz de sacar de mí los sentimientos más animales. Y eso se merece un
premio, ¿no? El premio de hacerte gozar como nunca te creíste capaz'. Entonces
sentí cómo te desplomabas en mis brazos y convirtiendo las caricias de mis
dedos en un suave masaje por tus labios inferiores, concluí: 'Porque voy a
darte lo que te debo, te voy a conceder un fin de semana que te alegrará los
días durante mucho tiempo sólo con recordarlo. Porque te quiero y te deseo como
hace tiempo olvidé que podía hacerlo. Y gózalo, mylady. Porque durante estos
días sólo existiré para ti'. Cuando me acerqué, giraste el rostro para
corresponderme mi beso contestando todas las afirmaciones que yo había soltado
hasta ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario