'Pero
es que así...', comenzaste la disculpa y por mi mirada entendiste que era mejor
continuar contándome la historia de ese noviete tuyo. Tras esperar unos
segundos para poder jugar a que no estás sintiendo nada de lo que yo hacía,
aproveché para volver a recorrer el húmedo camino que había marcado pero esta
vez con suaves mordiscos, mientras mis dedos recorrían desde tu vientre a los
costados el borde de la falda para volver otra vez hacia el ombligo pero en
esta ocasión con los dedos metidos unos centímetros por dentro de ella. Sentía
perfectamente que te tenía en mis manos: cómo tu respiración se cortaba cuando
ejercía más presión o me acercaba un pasito más, cómo tu pecho se agitaba
inquieto para tratar de volver a normalizarla, cómo la piel se te erizaba en el
cuello tratando de crear una armadura que te inmunizara contra mis ataques.
Pero no eras capaz, y estoy seguro que en ese punto habías alcanzado las ganas
que yo tenía por ti. Por desgracia todavía no estábamos lo suficientemente
desesperado como para olvidarnos que nos habíamos comprometido a que no pasase
nada, pero tiempo al tiempo.
Tus
amigos nos llamaron y fuimos a su encuentro, que el partido cada vez estaba más
cerca. Volvimos a serenarnos durante el trayecto ya que, como descubrimos en su
momento cuando fui a verte yo a ti, disfrutamos como enanos dando la imagen de
amigos normales frente al público conocido. Al llegar les saludamos y comencé
con el vals de comentarios para mantenerte sonriente todo el tiempo hasta que
empezara el partido, y decidimos cogernos unas cervezas para empezar a vivirlo
en condiciones. Como estábamos sedientos, a esa cerveza tuvieron que seguirle
otras si querías mantenernos vivos todo el largo partido...
Fue
entonces cuando la magia del fútbol empezó a fluir. No es que yo sea muy
forofo, pero sí sabía que tú lo gozabas mucho y cuando alguien que te importa
disfruta algo de esa manera es imposible que no te lo contagie. Además, he de
reconocer que cuándo la euforia te invadía eras bastante cariñosa y... eso
siempre lo disfrutaré, está claro. Con cada gol saltabas a mis brazos como si
hubiese sido yo quién lo hubiera marcado, e incluso en una ocasión estuviste a
punto de comerme la boca de la euforia hasta que recordaste que había amigos
tuyos cerca. No es que te avergonzases pero, como ya he dicho, disfrutábamos de
aparentar normalidad. En su lugar, disfrutamos de una intensa mirada donde me
confesabas que estabas dispuesta a besarme porque te morías de ganas, y yo te
respondía que no te preocupases, que llegará el momento. Además, recuerdo
perfectamente que, al saltar sobre mí, tuve que agarrarte para que no cayeses y
me encendió sentir la costura de tu ropa interior bajo la suave tela de la
falda. No te molestó en absoluto, de hecho sonreíste pícaramente al sentir
dónde habían terminado mis manos, y esos son los detalles que provocan que no
pueda quitar de mi cabeza esa idea durante el resto de la tarde.
Al
terminar, todavía eufóricos por lo sucedido, tomamos la acertada decisión de
seguir a todo el río de gente a una fuente para celebrarlo. En el viaje ya
fuimos descubriendo que no nos comportábamos igual después del beso que no nos
dimos, y nos sorprendíamos en muchas ocasiones mirándonos con deseo
escondiéndolas cada vez con menos disimulo. Aprovechábamos la marabunta de
gente para esconder caricias ante los ojos de tus amigos, o incluso para ir de
la cintura en algunos trayectos sin que te resultase molesto sentirme palpando
la curvatura de tus nalgas sobre la falda. Es cierto que no tienes un cuerpo trabajado
de gimnasio pero tus curvas son envidiables tan bien definidas... deberías
estar agradecida de la suerte que tienes. Yo estaba agradecido de la suerte que
tenía de que estuvieras tan cerca.
Empezó
a dejar de importarnos nuestro alrededor. El transporte público estaba
demasiado abarrotado e incluso agradecíamos perder de vista a tus amigos en
algunos momentos. Con el vaivén del metro tuviste que pegarte a mí hasta un
límite que me hacía cuestionar si de verdad era necesario, pero obviamente no me
llegó a molestar. Yo aprovechaba protegiéndote con el brazo para que nadie se
acercara y ocultando bajo las palmas de mi mano tu trasero para que ninguno lo
manosease. Ninguno más, me refiero. Tú reías al sentir cómo aprovechaba esas
oportunidades pero te sentías bien de verme tan desesperado. Fue en uno de los
giros donde te tuviste que pegar más a mí cuando tu rostro acabó demasiado
cerca del mío como para no intentar un beso que, sonriendo, respondiste dándole
más pasión de la que imaginaba. Yo te fui a buscar con ternura y me sorprendió
tu fogosidad, pero no fue mal recibida. Además... sabes que tengo el problema
que esos besos los disfruto demasiado, y mi cuerpo lo demuestra. Sentía como
tus labios se ensanchaban en una sonrisa sin hacer una pausa con el beso al
sentirme creciendo contra tu vientre. Era imposible disimular nada con tanto
contacto... aunque tampoco necesitaba hacerlo.
Cuando
bajamos hacia la fuente, ya con otra cara y otras ideas rondándonos la cabeza,
compartimos un último rato con tus compañeros antes de introducirnos en la
marea de gente que trataba de bañarse y no se lo permitían, aunque sí lograron
arrastrarnos hasta perderlos. Cuando fuimos conscientes, trataste de llamarlos
para localizarle pero yo inmovilicé tu muñeca y, mirándote fijamente, "ya
te he compartido demasiado tiempo. Además, no creo que a ellos les moleste un
poco de intimidad, ¿no?". Me mantuviste la mirada con una expresión de
saber que deberías llamarlos pero por ésta vez te apetecía más dejarte llevar,
además de que era cierto que te apetecía dedicarme algún momento en exclusiva
porque sabías que me lo había ganado. Aunque sobretodo era porque habías
descubierto que lo estabas disfrutando muchísimo este juego, y que por mucho
que te hubieras propuesto lo contrario era demasiado placentero dejarse llevar.
Comenzamos
a andar de la mano cómo sí estuviésemos huyendo de algo recorriendo las largas
avenidas de la capital hasta que conseguí guiarme e idear el próximo objetivo.
Cada pocos minutos tus labios o los míos nos exigían un poco de atención y
parábamos al otro en las esquinas para saboreamos, cómo si fuésemos de nuevos
adolescentes. Era increíble volver a sentir el fuego de la última vez hace
años, pero con la esperanza y los deseos de nuestra mente de ahora. Yo te
apoyaba contra la pared y tú, en lugar de limitarte a dejarte hacer cómo de
niños, preferías engancharte a mi cabellera y vengarte con mordiscos cada vez
que estimulaba tu cuello. Me gustaba susurrarte en cada parada todas las cosas
que me habían sorprendido de tu versión de ahora, intercaladas con todo lo que
me encantaba de ti y seguía ahí. Sentía cómo te volvía loca que te describiese
una a una las razones que me provocaban haber sido incapaz de cumplir el trato,
hasta tal punto que estoy seguro me diste muchos besos sólo para que continuase
y saber si tenía más que contar. No me pongas a prueba otra vez, porque créeme
hay muchos detalles que me enloquecen para que acabe haciendo cosas como esta,
y para mi desgracia parece que tienes una concentración de ellas...
Cuando
entre una de las calles estrechas encontré una fuente apartada donde los
vecinos disfrutaban celebrando entendí que, aunque se saliese de itinerario,
teníamos que ir. Porque, o comenzaba saciar mis impulsos esa tarde, o iba a
terminar explotando. Así que, cogiéndote por la muñeca cómo unos enamorados de
película, te arrastré hasta ella rápidamente. Cuando llegamos nos miramos
entendiendo que a ambos nos apetecía, nos dedicamos un fugaz beso y de un salto
subí yo primero dejando mis zapatillas en el suelo, pudiendo así ayudarte a ti.
Nada más entrar en el agua comenzamos a reír como locos y a celebrar la
victoria con los vecinos desconocidos, regalando abrazos y compartiendo
palabras de euforia. No tardamos en comenzar a mojarnos entre bromas y entonces
me di cuenta que había perdido todo control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario