27.11.11

Secretos en la arena


Era una tarde calurosa. Me encanta la sensación de la arena corriendo entre mis dedos, por eso caminaba absorto mirando el mar y pensando en mis tonterías. No había demasiada gente, y eso me sorprendió gratamente, ya que me molesta bastante cuando no se puede ni respirar... pero esa era una tarde genial. Yo caminaba con la camiseta puesta para no quemarme mientras de vez en cuando miraba a ver si encontraba a alguien interesante... hasta que te vi. No me lo podía creer... eras tú. Tomabas el sol bocarriba, sentada y con las manos apoyadas en la arena. Tu cuerpo estaba doradito por el sol, y con un ligero toque perlado por el calor que te hacía brillar ligeramente. El bikini me dejaba entrever tu cuerpo... tus suaves pechos, tu vientre perfecto, y... esas piernas a las que sabes que no me puedo resistir. Eras tú... sin duda. Ese pelo había estado entre mis dedos, esos brazos me rodearon, esos labios me comían a besos... eras tú y no me cabía ninguna duda. Me acerqué lentamente, con miedo, sin llamar la atención. Entonces tú te volteaste para que tu espalda también se dorara. Desataste el bikini y cerraste los ojos. No me lo podía creer... recordé esas piernas, y ese trasero, esa espalda que tanto acariciaba, ese cuello que mordía, esa cadera que se movía con la mía... los recuerdos me dieron fuerza para acercarme. Lo hice, con delicadeza y con cautela. Me senté sobre tu trasero, poco a poco, y me prepraré para darte un masaje como los de antes. Mi mano se apoyó en tu cuello y empecé a masajear... te dio un ligero sobresalto al sentir una mano, pero luego te relajaste con el masaje. Tu piel era tan suave como siempre... mis dedos bajaban por tu espalda con la presión justa como para lograr que suspirases gracias a mí. Bajé y bajé hasta llegar a la cadera... y... entonces... me miraste sobresaltada.



'Eres... tú...'. Tus ojos delataban que tu cabeza también estaba siendo bombardeada por recuerdos... 'túmbate, no me dejas terminar el masaje'. Te sonreí... y tú a mí. Tu sonrisa era la de siempre,... con un toque picaresco. Te tumbaste de nuevo, estabas un poco tensa, pero mis manos lograron que te relajaras por completo. Gozaste de nuevo, como siempre, con un nuevo masaje. Después me tumbé a tu lado. Te miré a los ojos... 'sigues teniendo la misma mirada inocente, pero ahora estás más guapa que nunca'. Me sonreíste. 'Yo nunca sabré si estás más guapo si no me dejas verte sin camiseta'. Nos reímos. Me deshice de la camiseta. 'Bueno... ¿no me vas a contar nada?'. Hablamos sobre nuestras cosas mientras las horas se pasaban y cada vez había menos gente. Los dos tumbados, uno al lado del otro, no dejábamos de hablar, reír, y recordar... y eso último fue lo que desencadenó todo. Jugábamos... hasta que yo acabé bocarriba y tú sobre mí. Dios... seguías siendo tú, no me podía resistir, y lo notabas.... te encantaba. 'Lo siento', dijiste en voz baja, 'te estoy tapando el atardecer', e intentaste tumbarte a mi lado pero te lo impedí. ¡Sabes que para mis ojos nada es más bello que tu rostro, por muy bonito que sea el atardecer'. Sonreíste y miraste al suelo... 'Bueno, rectifico. Tu rostro sonriendo es una infinidad de veces más bonito'. Me besaste... y tu beso era como siempre, una porción de paraíso... te abalanzaste sobre mí para besarme... tus pechos contra el mío, tus manos jugando con mi pelo, tu cadera sobre la mía, tu entrepierna... no podía resistirme. Mis brazos te rodearon. Con un poco de maña me moví para que tú acabaras debajo, rodeando mi espalda con tus brazos, arañándome cuando yo te mordía, con las piernas abiertas y enganchadas a mis piernas. No podía más... eras tú. Esto lo había vivido antes, pero sobraba esa estúpida tela que separaba nuestros sexos... mi recuerdo me traicionó, y me movía como si no hubiera ninguna tela... y no parecía que te disgustara. Tu cara reflejaba lo mismo que la mía: desesperación. No podíamos más... me separé, miré a los lados para saber si alguien miraba, cogí una toalla y me rapé la cintura. Mi mano bajó por tu vientre hasta llegar a tu bikini húmedo... entré en él, y seguía siendo tan suave como siempre. Tú también querías recordar cómo era mi cuerpo, y me acariciaras con tu mano. Cerrabas los ojos cuando mis dedos jugaban contigo... disfrutabas como siempre, haciéndome perder el control. No pude más y sustituí mis dedos por mi miembro... sí, la sensación era la misma. Era como... superior al paraíso. Tu cuerpo me esperaba, me necesitaba, gozaba cada vez que me movía en tu interior y me pedía que entrara hasta el fondo. Siempre te gustó que la dulzura la dejara de lado en estos casos... gemías levemente en mi oído, y yo disfrutaba como siempre... o más. Lo echaba de menos. Me movía con fuerza, haciéndote presión contra la arena, te agarraba y te acercaba a mí, mientras tú desgarrabas mi espalda en un éxtasis continuo.

La noche fue demasiado perfecta... te demostré que recordaba como hacerte gozar. Tú estabas en un hotel, y yo no conozco un hogar mejor si no es durmiendo contigo. La noche se nos hizo corta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario