28.11.11

Necesitaba una peluquera (I)


Necesitaba un corte de pelo, eso era un hecho. Y, además de necesitarlo, se puede afirmar que lo necesitaba con urgencia. Que tú me debías una no estaba tan claro, pero conseguí engañarte y que te lo creyeses. Así que ese era el trato... tú serías mi peluquera y yo ya vería cómo compensártelo... ¡seguro que algo interesante se me ocurría!

Lo más complicado fue encontrar un hueco en tu agenda, y que no sólo cuadrada que tuvieras horas sino que tuvieses ganas. Simplemente coincidió que tú tenías una tarde aburrida y a mí me apetecía dar una vuelta; por lo que te fui a buscar a tu casa. Sin arreglar, sin tratar de seducirnos; simplemente bajaste radiante, como siempre, como no puedes ocultar. Te sonreí y, haciéndote un gesto con el cuello para no tener que darte la mano ahí, te propuse comenzar a caminar. Mientras nos dirigíamos a ninguna parte competía conmigo mismo para hacerte reír cada vez más fuerte, y justo cuando te empezaba a doler la tripa te abrazaba y apoyaba un suave beso en tu mejilla. Era divertido sentir cómo de sorprendían esos cambios bruscos pero no rechazabas ninguno. Es cierto que no hacía excesivo frío pero se agradecía que de vez en cuando te abrazara, de hecho tratabas de cogerme la mano cuando lo hacía. Pero no abusé de ello, simplemente en los momentos... clave. Con el paseo poco a poco fuimos dirigiéndonos a mi portal, y poco a poco fui convenciéndote que necesitaba un corte de pelo. Tú, entre bromas, tratabas de demostrarme lo genial que es tener aproximadamente una tonelada de pelo sobre la cabeza, y lo útil que era para sacarme de paseo tirando de él como si de un perrito se tratase. Sobraban los comentarios, simplemente te mereciste que te mordiese una oreja. Con suavidad, con ternura; pero un mordisco a fin de cuentas, en la parte superior de la oreja mientras te cogía con fuerza de la cintura para que no te separases de mí. Trataste de gritar pero dos dedos se apoyaron en tu boca, al principio tratando simplemente de taparlos, pero no pudieron evitar recorrer en círculos tus labios, mojándose suavemente en la cara interna. Abriste la boca pero no gritaste, ya que cuando sentí que estaba abierta paré y besé con suavidad donde había mordido y bajé hasta el lóbulo de tu oreja. Peleándome con tus pendientes rodeé tu carne para dar un suave mordisquito. Algo en ti se dejaba llevar y habías comenzado a morder suavemente los dedos que estaban en tu boca... idea captada, toca divertirse. Mi otra mano te acercó más a mí tratando de atravesar tu abrigo hasta que poco a poco fue subiendo tratando de intuir las curvas de tu cuerpo. Mi boca pasó a tu cuello y lo besó hasta que dejase de sentir frío; y entonces lo irrité hincándole los dientes. Tu boca suspiró suavemente, tratando de sofocarte mordiendo mi dedo con fuerza... mi mano llegó hasta tu pecho... mi lengua hacía cosquillas en tu cuello hasta que... me separé. Rápidamente. 'Entonces... convencida, ¿no? Ven conmigo, peluquera'. Me mirabas con cierto odio por haberme separado y... sonreíste. Me acompañaste hasta mi portal.



El ascensor hacía locuras y logré convencerte en subir andando, es agradable la sensación de tener que llevarte de la mano porque las luces no se enciendan. Aunque más agradable era sentir cómo gritabas si trataba de asustarte... excepto cunado casi me tiras por las escaleras de un empujón. Por lo menos tuve escusa para agarrarte de la cintura y apoyarte en la pared... 'sino me iba a caer', susurraba a pocos centímetros de tus labios en el rellano oscuro. Tú sonreías y te acercabas para recibir el beso pero lo dejé en la mejilla. No... si iba a ser nuestro primer beso de la tarde no podía ser así, se merecía más. Lo dejé realmente cerca de la comisura de los labios pero no se podía catalogar beso como tal, simplemente un besín. Volviéndote a coger la mano te guié escaleras arriba, aunque esta vez te soltaste tratando de vengarte por no darte un beso... siempre te he tenido consentida y los dos sabemos que, cuando te niegan estas cosas, te enfadas pero... te encanta. Tratas de obligarte a no volver a intentarlo tan siquiera como venganza pero... te encanta. Yo lo sé, tú lo sabes; no hace falta más. La cerradura de la puerta dio varias vueltas y ambos sabíamos qué significaba que mi casa estuviera cerrada, entre otras cosas te lo había prometido. Te miré en las sombras esbozando una sonrisa antes de abrir la puerta y guiarte. Tras ofrecerte algo y mientras te quedabas en el salón esperando, yo fui a por tu material de peluquera y a perrear en el ordenador un momento. Tú te metías conmigo por hacer caso a la pantalla en vez de a ti... 'créeme que lo agradecerás, impaciente!'. Con un suave roce en la cadera te pedía que me acompañases al balcón y preparamos todas cosas para mi pelo. 'Bueno... sé que lo vas a tomar como una proposición indecente pero te vas a llenar de pelos la ropa'. Tú me mirabas con algo de odio. 'Sé que es incómodo pero... yo te aconsejo que te pongas... '; fui a buscar un delantal a la cocina, y como estaba benévolo escogí el que más tapaba, casi como un vestido aunque se veía el costado; 'esto, que con ropa interior no se ve nada y así no te llenas de pelo'. '... Anda... estás tonto si de verdad crees que me voy a poner eso'. 'Teniendo en cuenta que yo tengo que quitarme la ropa para no llenarla de pelo también... por lo menos te ofrezco algo de ropa para que no se te vea nada'. 'Pero...'. Vale, estaba claro que no sería fácil; pero logré convencerte poco a poco. A cambio te prometí que me daba la vuelta mientras te cambiabas... que sé que te morías de vergüenza. No tiene sentido que la tuvieras pero... la tenías, era un hecho. Esperé paciente a que te taparas y te miré sonriendo. Me quité mi camiseta, los pantalones y me quedé con unos gayumbos cutres oscuros. Traté de disimular para que no te dieras cuenta, pero de reojo fui descubriendo tu ropa interior por un costado y... me encantaba. Vergonzosos por el primer impacto me senté y te ofrecí el arma del crimen... la encendiste y empezaste a reírte imaginándote trasquilándome el pelo. Y eso hiciste. Poco a poco ibas cortándome el pelo entre bromas y te empezaba a entretener... yo entre bromas miraba de reojo tu cuerpo y estaba comenzando a volverme absolutamente loco. Sentía que tu piel estaba tan cerca de mí que estaba desaprovechando el momento... mientras dabas vueltas a mi alrededor mis brazos rozaban tus piernas, tenias que apoyar la cadera en mi hombro, apoyabas tu mano en mi cuello... yo estaba francamente volviéndome loco, y es algo difícil de disimular con tanta ropa puesta. Por suerte... creo que conseguí hacerlo, y entre bromas tú si te dabas cuenta, lo disimulabas también. Mi imaginación volaba mientras trataba de mantener tu conversación para no llamar la atención... creo que nunca antes había liado tanto las palabras. Con el rabillo del ojo podía ver tu cadera, como la tela se adaptaba a ella y en algún movimiento se descolocaba suavemente y dejaba ver algo más... el resto lo ponía mi imaginación. Era incapaz de mantenerme sereno y tú reías dándote cuenta pero... por fin estabas a punto de acabar con mi cabeza. Dimos los últimos detalles, me miré como pude con la ventana con balcón y, con cuidado al ponerme de pie de no llamar la atención, te lo agradecí y me disculpé por tener que irme corriendo pero sino lo llenaba todo de pelos. Te habían entrado ganas de jugar al verme tan tonto y en cierto modo te molestó que saliese corriendo. Cuando estuve casi en el pasillo, yendo al baño para de una ducha quitarme todos los pelos te llamé... 'Por cierto, te lo debía. Encima del ordenador verás que está imprimida una historia y... bueno, intento no tardar en ducharme'. Desaparecí corriendo... necesitaba agua fría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario