8.11.11

Los ojos siguen cerrados, prometido


La tarde estaba siendo espectacular... aunque, en cierto modo, en tu compañía siempre suelen ser así de deliciosas las tardes. Y sé que suena vanidoso que lo diga pero... me estaba portando absolutamente como un galán. Tú lo disfrutaste y, como premio, estabas cumpliendo tu parte del trato. Estabas bajo mi cuerpo con la melena recogida apoyada en un lateral, el torso desnudo y tapándote con la sábana delicadamente... sí, es cierto, conseguía que tapara lo que tenía que tapar pero dejaba entrever mucho esa suave tela. Era, literalmente, odiosa. Disfrutabas, en cierta medida ya que no soy un experto, de un masaje que trataba de darte con ternura para compensar la experiencia. A ratos te comentaba cosas que se me ocurrían a la cabeza, y en otros momentos estaba absolutamente callado recorriendo tu espalda centímetro a centímetro. La verdad es que la zona del trapecio la tenías un poco tensa pero probablemente recorrer el resto de la espalda me estaba resultando más placentero a mí que a tí... era asombrosamente suave, con miedo a usar demasiada crema y que me la rechaze; y tenía esa textura que debe tener la piel de una mujer, tonificada ligeramente pero dejando encima una ligera capa suave que poder deslizar. Lo disfrutaba como un crio... y tú lo notaste, así que te dejaste hacer. Recorrí tu espalda, bajé a las piernas, traté de hacerte relajar los cuádriceps y jugué un momento con los gemelos simplemente porque me apetecía. No te libraste de alguna broma pero... en mi presencia sabes que es imposible librarse, así que te limitaste a sonreir ligeramente. No sé si había conseguido algo de utilidad en los 20 minutos de masaje pero... por lo menos estabas francamente relajada. Cuando empecé a descubrir que mirabas con anhelo la montañita de ropa que estaba al otro lado de la cama grande de mis padres, como tratando de pedir silenciosamente que terminase para que te pusieras volver a poner ese sujetador de colorines; me limité a despedirme de tu espalda con la ternura con la que la había tratado hasta ahora. De vez en cuando sí se me escapaba algún beso a la mata de pelo, los hombros o el cuello; pero hacías como si no sucediera nada. Te susurré un 'ya está, son 30€'; y me apoyé a tu lado en la cama.



Hiciste el amago de acercar tu mano al sujetador. 'No... por favor, déjame disfrutar un poco así'. Yo bajé la mano a tu cintura para subir la sábana y cubrirte todo el cuerpo, hasta la altura del pecho incluído. 'Por favor.. no se te ve nada, pero... túmbate así sobre mí'. Lo entendiste. Te incomodó al principio pero... lo entendiste. Yo me tumbé boca arriba y.. me dejaste disfrutar de tu cabecita sobre mi pecho. Lo entendiste... ¿Cómo coño no te voy a adorar si sabes cuando necesito que me concedan un capricho? Hablamos de tonterías, escapando leves sonrisas tiernas sin que ninguno de los dos se atreviera a romper el momento. mis manos no se separaron de tu cabello en ningún momento, y las tuyas parecían disfrutar de jugar moviéndose por mi tripa hasta caer en mi ombligo. Decías que era enorme... nah; eso es porque no has visto tus ojos, coñe. Te falta más horas de espejo... de verdad. '¿Recuerdas.... recuerdas aquella vez que comentamos que me concederías 10 minutos?'. Sonreíste. 'Si, claro que lo recuerdo, ¿No te los estás cobrando ahora?'. 'Creo que notarás la diferencia cuando los empiece a cobrar. No sé.. notarás algo apoyado en tus labios, y a no ser que seas absolutamente insensible a otros labios... sí, definitivamente, creo que te darás cuenta'. 'Pues yo sólo te digo que no pienso volverme hoy a casa pensando que no te lo has cobrado... y tener que pagártelo otro día! Así que ya estás empezando'. Esa sonrisa pícara... creo que fue el resorte que pudo conmigo. 'Como tú ordenes, mylady... pero esta ha sido la última orden de esta tarde'. Te besé la mejilla y empecé.

Recogí mi camiseta que estaba en un lado y le apoyé sobre tus ojos anudándola muy suavemente. 'Así puedes imaginarte a tu príncipe azul, y no tener que conformarte con el orco que te acaba de raptar'. 'Otra tontería más y me niego a seguir con esto. Otra broma tuya diciéndome que no me mereces y... de verdad que te pellizco'. Hubo una parada de unos segundos, oiste una cremallera, pero no podías ver nada. 'Entonces para evitar que lo hagas...' cogí cada una de tus manos con una de las mías. Estaba apoyado sobre tí, como si te fuera a dar una masaje pero tú bocarriba, y cogiéndote ambas manos desde la muñeca las acerqué a la cabecera de la cama. Notaste una textura similar a mis vaqueros como te las inmovilizaba, aunque seguías poseyendo bastante libertad de movimiento. 'Si es que cuando yo digo que no parar de hacer tonterías...'. 'No me digas que también tendré que taparte la boca, ¿no? Empieza a contar... esto ya ha empezado'. Notaste como mis labios caían sobre los tuyos son delicadeza. No se puede considerar como beso, fue sólo un besito tierno, un escaso apoyo de un labio sobre otro. Vamos, fue sólo una escusa para que abrieras tus labios y poder darte el beso de verdad. Lo necesitaba... tú incluyo que un poco, en algún momento, también te ha apetecido que sucediera. Yo, literalmente, lo necesitaba. Fue suave, como me gustan a mí los besos, poco más que unos labios entreabiertos y las lenguas danzando el más placentero de los vals, no tratando de luchar como hacen algunas en los besos. Fueron unos escasos segundos. Mis manos se apoyaron en tu hombro, en la axila que trataron de recorrer suavemente con las yemas. Cuando sentiste que me había separado al boca.. fue en la axila donde sentiste el siguiente beso. Cada una de mis manos bajaba lentamente por uno de los costados de tu cuerpo; mientras la boca daba besos por el centro del torso, y de vez en cuando saltaba a un par de centímetros por encima de los dedos, donde acababan de pasar. Llegaron los dedos al límite de la sábana, donde iba a empezar tu pecho. Volviste a sentir mi aliento cerca de tu cuello. 'Te prometo que mantengo los ojos cerrados, yo tampoco miro'. Un beso cayó sobre tu lóbulo de la oreja y empezaron a bajar mis dedos arrastrando la sábana por tu costado. Yo, fiel a mi palabra, tuve que con la bocare recorrer tus clavículas y bajar poco a poco por el pecho para tratar de adivinar dónde estaba sólo usando el gusto como sentido. Sin poder disfrutar de la vista la verdad es que todo sabe mejor... sólo espero que tú también notaras el tacto mejor. Mis dedos bajaban una a una tus costillas, teniendo cuidado de no hacer escesivas cosquillas pero sin apoyar demasiado. Mi boca empezó a notar donde comentaba el canalillo, y mis mofletes pudieron sentir donde empezaban tus pechos. Ni grandes, ni caídos, ni excesivamente blandos como algunos. Pechos con un toque duro, bien colocados y sin llamar escesiva atención por su tamaño pero.. tuve que contenerme para no tratar de probarlos como si fueran manjares. Besé el derecho, con delicadeza, llegando a la aureola y sin rozar el pezón con los labios; pero en mi mejilla se delató que se había puesto ligeramente duro. "En fin, ya estamos en paz entonces", pensé, "ya tenemos los dos algo duro en nuestro cuerpo de manera involuntaria". Seguí bajando con la boca volviedno a besar la ligera curva que hacían tus pechos al acabar. Mis manos se deslizaban por la cintura cogiéndola, no simplemente apoyando la yema, hasta que llegaron a la goma de la ropa interior. Se pararon y te cogieron con más fuerza sin tratar de hacer daño, mientras mis rodillas se acomodaban para apoyarse en tu muslo, y hacerte mantenerlas ligeramente abiertas. Era una postura que si no hubeira ropa de por medio, y tuviera la cadera cerca de tí en vez de relajada.. hubieras notado algo... especial, Digamos. Notabas como nos rodillas desnudas rozaban tus suaves muslos y... me enloqueció. Mis besos bajaron más pasionales, no tan dulces. Jugar con tu ombligo, mordieron levemente el pellejo donde la gente se empeña en ponerse piercing y llegaron a la suave textura de la tela. La cogí con los dientes... pero no bajé la tela. Mis manos la recorrieron como si formara parte de tu piel y bajaron hasta llegar a las rodillas recorriendo tu muslo. Estaba ligeramente levantado, ya que mis rodillas te obligaban a mantener la postura. Era similar a la postura de un parto. O la postura de... cuando la idea pasó por tu cabeza, no pudiste esbozar una sonrisa entre jugetona y... con miedo. Mis besos recorrieron tu ingle, tu muslo, volvieron a recorrer tu ingle e incluso caían sobre tu ropa interior hasta que dejaste de sentir mis besos y sólo sentiste mis manos apoyadas en el límite de tu ingle con el muslo. Entonces volviste a sentir un beso en la mejilla. 'Espero que me perdones algún día por esto, pero te juro que si te limitas a disfrutar... total, ya quedarán menos de 8 minutos'. Volví a disfrutar de un beso tuyo. Lo recibiste con miedo pero acabaste entregándote tanto como yo. No sabías que sucedería pero lo intuías y... tenías algo de miedo. Te entregaste como si fuera a ser nuestro último beso. Nuestro único beso. Cuando fuiste consciente de que algo faltaba en tu boca... notaste que ya estaba besando tu ingle demasiado cerca de...

'Los ojos siguen cerrados, prometido'. Susurré mientras mis manos deslizaban la suave tela negra del cullot poco a poco. Mis labios recorrían el espacio que quedaba al aire por un lateral de tu pubis, casi con tanto miedo como tú. Hasta que.. lo noté. Húmedo, exalando calor, suave... mis manos terminaron de quitarte la ropa interior, y me puse cómodo. Entonces los besos comenzaron desde la rodilla izquierda, y mi mano se aferraba a tus dos muslos con pasión... bajando lentamente hacia el trasero. A la par de mis manos, mis labios recorrían el muslo por el interior, llegaban a la ingle y titubeaban, rodeando tu suave pubis. Hasta que no me pude contener y... sentiste cómo se puede llegar a disfrutar de que te mimen cada centímetro de tu cuerpo, sobretodo de la zona que está diseñada para eso. De manera suave, con ternura, recorriendo cada rinconcito con la lengua en movimientos suaves... lo notaste y lo disfrutaste, primero tensando las piernas por el miedo y acabando por relajarte y sentir como poco a poco un tembleque las dominaba cuando las cosas las hacía bien. Yo me guiaba por los tembleques de tus piernas para conocer qué te hacía disfrutar más, mientras mis manos no pudieron evitar dejar de aferrarse a los muslos para aferrarse al trasero. Estuvimos un rato en este masaje. Un rato largo donde habías olvidado cualquier otra cosa y ya simplemente te entregabas. Donde mis manos había recorrido todas las direcciones sobre tu suave piel mientras mi cabeza no se levantaba del sitio. Cuando me incorporé al darme cuenta que había pasado la hora y miré el reloj... ya habíamos superado los 20 minutos. Te miré la cara y... estabas sonriendo. Ya no tenías las manos atadas, te habías soltado no sé hace cuánto tiempo; y la venda estaba a unos dedos por encima de los ojos, así que me mirabas y sonreías al darte cuenta que yo también sabía que habían pasado más de 10 minutos. 'Como se te ocurra ahora tan siquiera nombrar que ya han terminado los 10 minutos, eres hombre muerto'. No eras tú. Tu lado más salvaje te estaba poseyendo. Era otra chica la que me estaba hablando. Una chica más directa, más compulsiva... más atractiva. Este era el lado de tí que necesitaba conocer para saber que te merecías todo lo que pudiera ofrecerte. Tu mano se apoyo sobre mi nuca y me acercó con algo de presión para que continuara... algo nos poseyó a los dos, y desde entonces nos limitamos a hablar en gemidos y frases sin sentido. Entonces descubrí que sí había un sonido incluso más agradable que tu risa. Sí que había algo que adoraba incluso más que me susurrases que me querías. Esos gemidos simplemente...

2 comentarios:

  1. que envidia y que exquisitas palabras....

    ResponderEliminar
  2. No suelen gustar tan dulces, por eso esto los relego a mi blog personal. Yo siempre he creído que en esta vida hay que saciarse de palabras dulces y momentos pasionales... a veces más de unos que de los otros, jeje.

    ResponderEliminar