20.11.11

Entrenándote para la batalla (I)


Siempre te quejabas que te querrías poner más en forma pero careces de voluntad. Te lo había oído decir demasiadas veces como para no intentarlo, y te lo propuse. Una mañana vendrías conmigo a que tratase de entrenarte, para hacer algo de ejercicio y sentirte agusto. Sentir que has cumplido con tu propio cuerpo. A regañadientes, y creyendo que en verdad no llegaríamos a hacerlo, aceptaste. Lo importante es que llegaste a aceptar y... el resto del plan era mío. Te había pedido que esa mañana vinieses temprano, aunque no dormida. Quería salir a correr un ratito contigo en el parque de al lado de mi casa, por lo que necesitarías chandal. Y que vinieses con ganas... que te prometí que merecería la pena la mañana. Era difícil de creer con el plan que teníamos pero... cuando aprendas a confiar en que si Gino promete algo, lo hará; disfrutarás mucho más.

Bajé de mi casa para irte a buscar y cuando llegué no tuve que esperarte ni un par de minutos. Lo primero que había que hacer es despertarte, cosa que conseguí francamente fácil vestido con las pintas que llevaba. Nunca me habías visto con una camiseta de gay ajustada y sin mangas, y menos aún con pantalones cortos. No pudiste contener la risilla al verme, pero no me molestó. Merecía la pena. Tú llevabas una camiseta básica clarita y un chandal blanco. Nunca me han gustado los chándales y sé que no podría volverte a ver con él otra vez en mi vida pero... te hacía unas piernas espectaculares. Eran ceñidos y con un toque translúcido. Era algo increíble. Como siempre, evitamos darnos dos besos por la incomodez de tener que conformarnos con eso. Nos saludamos con un par de bromas, y fuimos al parque. Estaba cerca, y de camino trataba de deducir lo lúcida que estabas viendo si te reías o si eras capaz de soportar las cosquillas. Francamente... estabas dormida. Pero no molestaba. Cuando llegamos al parquecito te concedí 2 minutos de sentarnos en un banco para que te mentalizaras. Yo, aprovechando la situación y viendo que no sabía lograr cómo despertarte, entre broma y broma te dejé entrever el sueño que había tenido anoche. Te dejé caer imágenes e ideas que iban despertando tu curiosidad, pero sin profundizar en mucho detalle. Te hablé de dos jóvenes en una casa, de dos jóvenes saliendo a correr, del chico pellizcándole el culo a la chica para hacer que corriera más... te empezaste a reir cuando nombré eso. 'En serio, qué escusas más malas te montas para hacerlo. Ni se te ocurra, o te pego'. Me contagiaste la risa. 'Mi vida... esa es la gracia, que tengas que alcanzarme para pegarme'. Me puse de pie de un salto, te tendí la mano y tiré de tí. 'Vamos, en marcha'. Trataste de convencerme con una cara de pena, pero no funcionó. Cuando estuvimos de pie te dí un par de palmaditas suaves en la cadera y comenzamos con el trote.



Para hacértelo más ameno trataba de bromear al principio. Luego nos limitamos a continuar con el trote para no ahogarnos demasiado. Yo trataba de evitarlo pero... cuando me encontraba detrás tuya era increíble. Se veía demasiado con ese pantalón blanco pero... me encantaba. Iba guiado por el movimiento de tu cadera y, aunque intentase disimularlo, hubo ocasiones en las que viste cómo me quedaba anonadado. Lo arreglabas con una sonrisa y alguna broma. En el fondo te encantaba verme adorando tu cuerpo. Tienes un cuerpo espectacular, nunca me cansaré de decirlo. Y de mirarlo menos aún. Aproveché que estabas distraída un momento para pellizcar levemente una de tus nalgas, y de dos zancadas alejarme de tí. Tú soltaste un grito de sorpresa y me miraste tratando de expresar odio. '¡Es el destino! Como si los sueños quisieran cumplirse...'. Creo que la palabra que más veces se repitió en tu boca fue 'tonto'. Pero me daba igual... te estaba haciendo reir y el resto no importaba. Aguantamos corriendo unos veinte minutillos, y luego obtamos por quedarnos en un banco en la parte superior para descansar. Estabas agotada y yo trataba de parecer de una pieza pero... tampoco me encontraba en las mejores condiciones. Te llevé al banco apoyando mis manos en tu cadera con la escusa de que no te fueras a caer, y tú me diste un beso en la mejilla por el detalle. Cómo nos gustaba jugar a ser tontines... por Dios. Cuando te sentaste y comenzamos a recuperar el aliento, no pude evitar fijarme en que la camisa que llevabas era... demasiado clarita. Con el sudor y el movimiento se veía perfectamente el sujetador blanco con bordes morados... te hacía un pecho increíble. Era una copa muy redondeaba que los estilizaba mucho y... qué coño, se veían genial. Además, resaltando del morado se veía a una Kitty en un lateral y... trataba de no mirar. Bueno, trataba de mirar, pero de que no se me viera mirando. Para pasar la tentación de ofrecí estirar o nos dolerían los músculos al día siguiente y secundaste la idea. Como no sabías qué estiramientos hacer te dejaste guiar... y porque no te molestaba la idea de tenerme cerca de tí para marcar los movimientos. Era algo realmente... vamos, perdía el control sin capacidad de recuperarlo. Me pedías que te ayudara para estirar más la pierna, que te acercaras para... a mí me costaba disimular con este chandal, y lo notabas. Te encantaba. Cuando terminamos el juego de los estiramientos nos sentamos otro poco en el banco. Estábamos exhaustos y yo trataba de relajarme porque en ese momento sólo tenía una idea en la cabeza. Me notaste ido y... preguntabas. Te acercabas a mi, me acariciabas el hombro... '¿Pasa algo? No me digas que estás cansado ya... y tú pretendes ser mi entrenador!'. Sonreí porque no sabía qué más decir. 'Fue de tanto estirar...'. Lo primero que pasó por mi cabeza. Me golpeaste ligeramente el hombro. 'Ya! Pero si estirar estirar... no estiraste nada. ¿No será de haber estirado el músculo que no debías?'. No me cabía duda, te habías dado cuenta ya. Cómo te gusta jugar. Te miré moriéndome ligeramente el labio y me mantuviste la mirada mientras tu mano se apoyaba en mi rodilla y subía. Subía y subía... mientras ninguno de los dos se atrevía a apartar la mirada. Cuando llegó a la ingle, yo todavía seguía pudiéndola mantener. Cuando me encontraste... estaba duro. Estaba muy duro. Y apoyaste la mano sobre mí para hacer una ligera presión. Cuando empezaste a jugar con ella no lo pude evitar y miré al cielo. 'Si es que no tienes nada de aguante', susurraste. Y me mordisque el cuello en ese momento de debilidad. Palpitaba entre tus manos y tú tratabas de masajearla sobre la ropa; aunque por poco timepo. Mientras besabas mi cuello, subiste levemente la mano hasta el ombligo y la volviste a bajar para continuar haciendo lo mismo pero.. dentro de la ropa interior. Te encantaba sentirla siempre dispuesta para tí, y jugaste con ella con la leve movilidad que permite ese pantalón. Jugaste un poco mientras me besabas hasta que nos dimos cuenta que había demiada gente alrededor y... optamos por aplazar el juego.

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