11.11.11

Aullar (I)


No me podía creer lo que estaba viendo. Realmente pensé que estaba sólo en la playa, por eso al pegarme un baño dejé volar la imaginación. Sí, de hecho estaba solo, juraba haber mirado alrededor antes de entrar en el agua y no ver a nadie... ¿Es parte de mi imaginación esa chica? Soñé con que alguien me mirase mientras me bañaba, soñé con que a alguien le atrajese, se acercase, conociese a una chica de ensueño y... no tiene sentido. Miré a mi alrededor, no había nadie. Tiene que ser parte de mi imaginación esa chica. Y encima es espectacular... sin duda, imaginación pura y dura. Sólo yo podría inventarme una chica así... estaba bronceada, con el pecho tapado levemente por el pelo que le caía liso y oscuro. Llevaba sólo la braga del bikini negra, y estaba algo descolocada. Me miraba sonriendo; tenía una sonrisa dulce, alegre y... pícara. Sí, es imaginación pura y dura, porque me da la impresión de que me mira con deseo. Está ruborizada, pero parece como si me mirase con deseo y tiene las manos perdidas entre esa braga negra. No puede ser, no tiene sentido. Vuelvo a mirar a los lados, incrédulo por lo que está pasando. ¿Tan real es mi imaginación o esa chica está incluso gimiendo suavemente? Sólo hay una manera de comprobarlo. Total, no tengo nada que perder y demasiado por ganar. Te miré fijamente, ya sin miedo ni rubores, y empecé a apreciar detalles como tus piernas ligeramente abiertas y flexionadas, tu mano en el vientre subiendo a acariciar el contorno de tus pechos mientras la otra se escondía bajo la única prenda que llevabas, el aceite solar que hacía brillar todo centímetro de tu piel produciendo unas piernas increíbles. Pude observar incluso cómo se apretaban los dedos del pie a cada movimiento suave de tu mano, cómo la sonrisa burlona se volvía menos tímida de que te mirase y comenzaba a ser puro deseo, cómo tus ojos brillaban recorriendo mi cuerpo con la mirada centrándose con descaro en mi slip. Yo me acercaba acelerando el paso, sin tratar de ocultar ya la erección que estaba complementando la fantasía que me monté dentro del agua, sin disimular los signos que delataban que estaba enloqueciendo demasiado rápido por una chica que ni siquiera estaba seguro que fuese real o un simple golpe de calor. Me mordía el labio, no te quitaba ojo y con las manos recorría la goma de mi slip para acomodarlo poco a poco a un miembro bastante más crecidito que hace unos segundos. A cada paso se me quitaba más el miedo y las dudas... incluso llegó el momento que no tenía pavor por no saber qué decirte, cómo saludarte o temer cómo reaccinoarías. Simplemente sabía lo que tenía que hacer, porque una parte de mi cuerpo no tenía ni la más remota duda que esta oportunidad no se me volvería a presentar en la vida.



Estando frente a tí me paré mirándote fijamente, sin tener en la cabeza qué decir ni incluso saber si era mejor no mediar palabra. Te miraba como si de un espectáculo se tratase, porque eso es lo que era. Tú eras la protagonista del espectáculo más exicante que nunca me hubiera imaginado, y al parecer te dejabas la vida en ello como si te fueran a dar un galardón equivalente a los Oscar por tu actuación. Me mantenías la mirada mientras mordías tus labios y le dabas ritmo a tu mano, mientras yo no podía evitar palpar sobre mi slip para demostrarme que ya no había marcha atrás. Apoyé mis rodillas entre tus pies mientras abrías ligeramente más las piernas, y me iba inclinando poco a poco sobre tí. Entonces empecé a apreciar todos tus detalles: descubrí cómo tu cintura se estrechaba como si de una botella se tratase, como tus pezones erizados me apuntaban suplicándome atención, cómo tu cuello brillaba por el aceite y unas pocas gotas de sudor dejando intuir que tenías calor, cómo tu braguita no conseguía disimular que estabas caliente. Mi mano se apoyó sobre tu toalla, a un lado de tu cadera rozando sin disimular tu piel. Simplemente lo necesitaba, necesitaba que mis sentidos me convencieran poco a poco que esto no era un delirio, que no lo estaba soñando o estaba ebrio. La otra mano se apoyó en tu frente para deslizar tu pelo hasta detrás de la oreja, dejando tu rostro al descubierto para que pudiese disfrutarlo como es debido. Abriste la boca para decir algo pero... no podía permitirlo. No quería despertar, no quería que me preguntases qué hacía aquí, ni que tuviese que responder con algún comentario, ni siquiera me apetecía que nos molestásemos en decirnos nuestros nombres... ahora mismo lo que necesitaba de tí era imposible hacerlo mientras hablabas, así que tuve que acercarme más para acallarte incluso antes de hablar. Acercarme hasta que mis labios mojados y con sabor salado se apoyarsen en los tuyos secos por la arena del ambiente. Acercarme hasta que las gotas de mi cara se mezclaran con el sudor de tu calor. Hasta que tu lengua delicada danzara con la mía áspera, mientras tus pestañas hacían cosquillas en mi mejilla cuando cerraste los ojos. Me estabas respondiendo el beso, por lo que ya no había marcha atrás.

Mi mano se deslizó de tu oreja hacia tu cuello, acariciando suavemente tu mejilla al bajar y continuando su recorrido hasta el lateral de tu pecho. Intentaba controlarme y tratarte con ternura, continuando con la danza de nuestras lenguas en la boca, y disfrando al sentir cómo danzaban tus dedos todavía dentro de tí bajo mi pubis apoyado en tu brazo. Lo notaste, e intentaste sacar la mano para acariciarme; cosa que te impedí alejándome un poco de tí y agarrándote tu antebrazo con fuerzas con la mano que estaba apoyada en la toalla. 'Si de verdad eres mi sueño, las cosas se harán a mi manera', te susurré con una sonrisa burlona mientras mantenía tu mano bajo tus bragas. Me respondiste la sonrisa. No podía creerme todavía lo que me estaba sucediendo. Trataste de volver a hablar pero mi mano subió de tu pecho para taparte los labios,  mientras la otra se iba deslizando por tu costado con fuerza hasta cogerte por la espalda para apoyarme en tí. Mi lengua pasó de bailar un bals con la tuya a pintar sobre tu cuello círculos perfectos que culminaba apoyando los labios. Te mordía suavemente, haciendo cada vez más presión con los dedos en tu espalda y bajando la mano de tu boca a tus pechos para cogerlos con fuerza. Sentía como tu pezón duro cosquilleaba la palma de mi mano y trataba de estimularlo moviéndola en círculos; mientras mi mano en tu espalda convertía caricias en arañazos y los mordiscos suaves empezaban a bajar por tu escote hacia el pecho todavía libre. El ritmo de las caricias que te dabas tú misma aumentaba cuánta más presión hacia sobre tu cuerpo, y yo no quería que parase en ningún momento. Mientras mi lengua se movía sobre tu pezón y una mano trataba de imitarla sobre el otro pecho fui acercando cada vez más mis rodillas a tu cadera; haciéndote abrir más las piernas y acabando por apoyar mi pubis sobre la mano que tenías escondida. La sentiste. Se notó claramente que la sentiste porque toda tú dió un vuelco al notar sobre una mano algo duro, muy duro. Sacaste tu mano como un autoreflejo para poder tocarla por fin, como si llevases toda la vida esperandola para curarte de tu peor mal. Yo traté de coger de nuevo tu mano, quería que te siguieras tocando pero lo hiciste con demasiada fuerza, y yo no me esperaba que de verdad necesitases tanto tocarme. Eché el pecho hacia detrás un poco, sorprendido, y pude observar cómo tus ojos la miraban con lascividad mientras con las dos manos bajabas el slip para poder cogerla. Sonreíste al tenerla por fin entre tus dedos, recorriéndola con suavidad mientras la otra mano me rodeaba hasta agarrarme el trasero. Subiste la mirada por fin hasta mis ojos, te mordiste de nuevo el labio y te acercaste para besarme, quedando los dos de rodillas y erguidos el uno frente al otro. Tus manos me tocaban como si fuera el primer hombre al que se acercaban, y yo sustituía la mano que quitaste bajo las bragas por una mía. Estabas simplemente empapada. Sin duda alguna, ya no había marcha atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario